Blog de Carlos J. García

Algunas claves para detectar la maldad

Se busca algo cuando, intuyendo o sabiendo de su existencia, está escondido o fuera del alcance de la vista. Además, solo se busca cuando conocemos su posible importancia de antemano.

La maldad, generalmente, está escondida o fuera del alcance de la vista, aunque no todo el mundo está de acuerdo en que exista, ni, por lo tanto, acerca de su posible importancia.

Además, se ha corrido el bulo de que todos tenemos una parte de maldad y una de bondad, dentro de nosotros mismos, dándose por hecho que, en ese sentido, todos somos iguales.

No obstante, hay una gran cantidad de indicios disponibles como para tener la fundada sospecha de que la maldad existe, generalmente se oculta, y es un factor decisivo en todo lo relativo al ser humano, tanto de manera general, como en infinidad de casos particulares.

Como muchos de los lectores de este blog saben, no solo creo, firme y fundadamente, que la maldad existe, sino que, además, la considero íntimamente relacionada con la producción de un elevado porcentaje de los problemas personales que padecemos los seres humanos. Si no hubiera maldad en el mundo, tendríamos muchas dificultades, pero, posiblemente, ningún auténtico problema.

La maldad, por lo general, no ha sido considerada ni investigada en un plano disciplinar riguroso (salvo en el ámbito criminológico), como, por ejemplo, lo han sido y lo siguen siendo, las fuerzas físicas, sino que se ha marginado hacia terrenos de índole espiritual, religiosa, o, también, claramente irracionales, como puedan ser, por ejemplo, el esoterismo o lo paranormal.

Cuando se trata un objeto de tal modo, lo esperable es que se convierta en un tabú, a pesar de que, todos los indicios que apuntan a su efectiva existencia, nos invitan a su correcta investigación.

Ahora bien, investigar la maldad no es algo sencillo, pues, para hacerlo con ciertas posibilidades de ir obteniendo los datos que confirmen su existencia efectiva, hace falta ir definiéndola correcta y progresivamente, poniéndola en relación con otras condiciones humanas diferentes relacionadas con ella.

Para no extenderme demasiado en este punto, lo primero es disponer de un marco antropológico que contenga el ingrediente fundamental para definir al ser humano, que, a diferencia de otras especies, es su apertura a la realidad, no solo posible, sino totalmente necesaria.

Los modelos teóricos que traten de describir y explicar a un ser humano, sin la noción de realidad, están condenados a fracasar en todos o la mayor parte de los terrenos que ocupa la amplia variedad de actividades humanas.

En segundo lugar, es imprescindible especificar, definir y comprender los problemas humanos, incluyendo su amplio conjunto de alteraciones psicológicas, como estados cuya característica fundamental es su privación de una o más de las propiedades que verifica todo lo plenamente real.

En tercer lugar, es necesario buscar las explicaciones correctas que den cuenta de la producción de las privaciones de realidad, que padecen aquellas personas que experimentan algún tipo de problema interpersonal y psicológico.

Este último punto viene a ser la (X) de la ecuación que hay que resolver.

Atendiendo a las operaciones que podemos detectar, efectuadas sobre quienes generan o generarán problemas psicológicos, relacionadas con la producción de estos, no resulta difícil intuir su composición por ingredientes anómalos que nos acercan a la investigación de aquellas otras personas que son quienes las efectúan.

La investigación efectiva de tales personas se torna accesible, mediante la elaboración de hipótesis que podremos contrastar, no solo en casos aislados, sino en un amplio conjunto de ellos. La (X) se empieza a despejar.

A estas alturas, nos encontramos investigando un modelo que, para poder dar cuenta del ser humano en una gran parte de sus posibles condiciones, se apoya en tres sólidos pilares: la realidad, la irrealidad y esa variable hipotética que, suponemos, ataca la realidad humana, la priva de propiedades reales, y la convierte en irrealidad.

Así esbozado dicho enfoque teórico, damos el nombre de anti-realismo a esa variable (X), buscamos evidencias de su existencia efectiva y encontramos muchas más de las que cabría esperar, tratándose de un factor que, generalmente, y por razones obvias, opera bajo diferentes grados de encubrimiento. Así pues, el anti-realismo existe operando sobre muchas personas y generándoles problemas.

Ahora bien, ¿qué es el anti-realismo en términos que podamos comprenderlo en relación con otros factores cuya existencia es plenamente manifiesta? A lo que más se parece es al poder, al poder de unos seres humanos sobre otros, a ese factor que opera sobre los seres humanos, con diferentes fines e intereses, y que podemos definir con bastante facilidad.

El poder sistemáticamente tiene dos objetivos que, como sabemos, están íntimamente relacionados: el ser y la existencia de uno o más seres humanos.

Ser, sobre todo, es estar constituido con autonomía; libertad del entorno; independencia facultativa; disponer de creencias propias fundadas en la realidad y regirse por ellas; pro-actividad; verificar principios que permiten la propia coexistencia con los otros; contribuir al bien, no solo propio, sino al bien en sí; estar dispuesto a manifestarse tal como uno mismo es; trabajar para ganarse la propia existencia; generar y mantener variadas relaciones de afecto, amistad, amor, etc.

Cuando alguien destina su energía a poner a otras personas bajo su poder, ataca sistemáticamente todos esos factores que conllevan la condición de ser en sí, y, también, ataca la existencia efectiva de estas personas.

Las operaciones destinadas a arrebatar una o más de tales propiedades, son imprescindibles, para llegar a detentar un poder efectivo sobre las personas en las que fije sus pretensiones.

Ahora bien, atacar el ser y la existencia de otros, mediante operaciones que transgreden los principios reales que hacen posible la coexistencia, a los que denominamos trascendentales, es una violación manifiesta del ser, el bien, la verdad y la belleza, luego, ¿por qué no entender a todo poder que verifique tales requisitos como un sujeto anti-real?

No obstante, nadie entrega su ser y su existencia a otro, de forma gratuita,  deliberada y consciente. Al contrario, cuando un adulto percibe que alguien despliega operaciones destinadas a hacerlo, normalmente se pondrá en guardia, levantará defensas y desconfiará de dicha persona.

Otra cosa bien distinta ocurre en la infancia, etapa en que los niños están obligados a confiar en adultos que les aporten lo necesario para su propia supervivencia. En este caso, cuando se ven sujetos a una diversidad de factores anti-reales o irreales, las posibilidades de que generen condiciones con variadas privaciones de propiedades reales, la generación de problemas es, prácticamente, inevitable. Es la etapa con mayor riego de producción de las diversas modalidades de  irrealidad.

De hecho, intuyo que una gran cantidad de cuentos clásicos para niños, de todas las culturas, tienen como finalidad advertirles de los riesgos que corren con figuras anti-reales, ya sean progenitores o extraños.

Ahora bien, ya de adolescentes o adultos, tenemos más posibilidades de detectar a aquellas personas con las que nos relacionamos, o comenzamos a entrar en relación, que puedan formar parte de ese conjunto caracterizado por violar principios reales.

A tal efecto, uno mismo no puede considerarse como un observador neutral, cargado de conocimiento y sabiduría, creyendo que nadie le puede engañar, o carente de defectos y debilidades, que faciliten al otro el despliegue de sus operaciones para hacerse con el poder sobre uno mismo.

Todo lo contrario. Cualquier presunción de plena fortaleza en uno mismo en cualquier aspecto que se considere, será una puerta de entrada, para que alguien a quien no percibimos como amenaza, llegue a conseguir sus propósitos.

Lo más prudente es conocerse uno a sí mismo, en especial, en sus defectos, vulnerabilidades, intereses, debilidades, ambiciones, y todo aquello que conlleve una dependencia psicológica del entorno, porque, precisamente, esas serán las vías de entrada de las operaciones anti-reales destinadas a apoderarse de nosotros o controlarnos.

Quienes llevan toda su vida destinados a ejercer el poder sobre terceros, conocen bien la psicología humana y, especialmente, los defectos humanos, de los que se aprovecharán todo cuanto les resulte posible.

Además, también, elaboran perfectamente apariencias artificiales, destinadas a ofrecer la impresión necesaria para que el objetivo les dé todo el crédito que necesiten.

De hecho, dedican una gran cantidad de recursos a elaborar una imagen de marca, prestigio, credibilidad y confianza, adaptada al rol que manejen en cada escenario y ante cada persona que quieren conquistar.

Hay que partir de la base de que la persona anti-real vive en estado de guerra contra todo lo que no es ella misma, y, por lo tanto, establece sus relaciones de forma bélica, utiliza todas las artes de la guerra para ganar y no renuncia a la victoria, salvo que en un determinado punto juzgue su imposibilidad.

Careciendo de propensión hacia la amistad, establece vínculos y alianzas de forma contingente en función de sus intereses, pero lo hace de forma táctica y, por lo general, transitoria.

Uno de sus libros favoritos suele ser El arte de la guerra de Sun Tzu, que tiene más de dos mil años de antigüedad, que contiene, sobre todo, preparativos, estrategias de engaño, disposiciones tácticas, recursos necesarios…, todo ello para vencer al enemigo sin llegar a tener un enfrentamiento material directo, es decir, para conseguir su derrota psicológica. Este libro, por cierto es de los más citados por Robert Greene[i], que tiene otro manual con finalidad parecida.

Es fácil caer en la trampa de creer que estas personas se encuentran en sus relaciones como lo hacemos los demás. Lo normal es que estemos psicológicamente dentro de las relaciones y las vivamos de forma envolvente, sin embargo, ellas nunca están dentro de algo, sino que operan desde fuera de la relación sobre el objetivo haciendo creer lo contrario. Es decir, no se implican en las relaciones, ni sienten más empatía que la necesaria para saber violentar a su objetivo, aunque den la apariencia contraria.

En cuanto a su posición relativa al objetivo, es necesario quitarse el prejuicio de que, cómo su finalidad es el dominio y el control, operarán del mismo modo, es decir, mostrándose dominantes o desde posiciones de superioridad.

Es mucho más frecuente que operen, al menos en las primeras etapas del proceso de conquista, desde posiciones aparentemente serviciales, e, incluso, serviles; como personas que simplemente ayudan; aparentes admiradores y benefactores; víctimas desgraciadas que nos necesitan; personas enamoradas; encantadoras; dúctiles, dóciles, maleables…

Uno de sus objetivos a medio plazo es el aislamiento del objetivo. Se trata de monopolizar la relación con él, excluyendo todas las demás de forma paulatina, a menudo, mediante el engaño de hacerle creer ideas, más o menos románticas, de que dicha relación, no solo colma las necesidades de ambos, sino que cualquier otra es poco menos que despreciable.

Cuando tenga al objetivo claramente vinculado y no perciba riesgos de huida, comenzará a efectuar operaciones cada vez más manifiestas de control, posesión y hostilidad, modificando su posición hasta ponerse claramente por encima de su objetivo.

Resulta obvio que la aspiración del sujeto de poder no es coexistir, sino todo lo contrario. Tal vez su aspiración ideal consista en llegar a hacer cierta la expresión solipsista  «solo existo yo», dejando a todos los demás puestos a su exclusivo servicio, en meras labores instrumentales, pero sin existencia propia.

[i] GREENE, ROBERT; Las 48 Leyes del Poder; trad. Ana Bustelo; Editorial Espasa Calpe S.A., Madrid, 2002, obra que vino precedida en su publicación española de: Robert Greene; El Arte de la Seducción; trad.  Carmen Martínez Gimeno; Editorial Espasa Calpe S.A., Madrid, 2001

9 Comments
  • Rosalía on 09/04/2016

    Muy interesante artículo.

    ¿Para detectar la maldad de alguien cercano es necesario hacerlo sólo uno mismo o es más conveniente contar con alguien más?

    • Carlos J. García on 09/04/2016

      Cuanto más próxima es una relación, suele ser más difícil percibir con claridad cómo es verdaderamente la persona. Además, los sistemas interpersonales que discurren fundamentalmente en la intimidad, suelen contener fuertes vínculos de diversos tipos, algunos de los cuales pueden conllevar mermas de la sustantividad de una de las partes, lo cual empobrece la percepción del sujeto. La petición de ayuda exterior es obligada si la persona sufre alteraciones o anomalías características de un problema personal en el que su subjetividad está deteriorada. No obstante, aunque no llegue a estar tan afectada, si tiene cerca una o más personas en las que de verdad pueda confiar, no está de más hablar con ellas y tomar en cuenta sus opiniones.

  • Rosalía on 10/04/2016

    ¿Y qué pasa si la persona afectada no se da cuenta? ¿Tiene que ayudarla la persona de confianza o tiene que esperar a que la primera note algo, por lo menos?

    ¡Muchas gracias por tus artículos y la entrevista!

    • Carlos J. García on 11/04/2016

      La persona de confianza, antes de nada, tendrá que tener la certeza de que la figura en cuestión es anti-real, para lo cual, siempre o casi siempre, necesitará disponer de información de primera mano, no solo procedente de la persona afectada, sino, también, de la persona supuestamente anti-real. Por otro lado, no creo que hablar tranquilamente con una persona de confianza sobre un potencial problema, pueda ser contraproducente, si bien, hay que tener claro que no se trata de ejercer un contra-poder en ningún caso, pues eso no ayudaría en absoluto a aquella persona a la que se pretendería ayudar.

  • Carmen on 10/04/2016

    Hola Carlos, muchas gracias por tu blog, me parece tremendamente interesante.
    Respecto a este último artículo, me gustaría hacerte dos preguntas:
    – ¿Consideras que cualquier forma de poder está ligada a la maldad? Creo que cualquier forma de ejercer poder implica privar de libertad en cierta medida a otros individuos, pero ¿cómo si no podría organizarse la sociedad?.
    – Por otro lado, entiendo la recomendación de estar alerta antes las personas ‘anti-reales’, pero ¿no son precisamente estas personas ‘anti-reales’ quienes más ayuda necesitan?.

    Muchas gracias!

    • Carlos J. García on 11/04/2016

      En mi opinión, en tu primera pregunta, creo que interviene la ambigüedad en la que ha caído nuestra cultura al respecto del término “poder”. Dicho concepto tiene su antónimo en la noción de autoridad, el cual, por cierto ha sido corrompido con significados asociados a algunas palabras con dicha raíz. Por ejemplo, el término “autoritario”, parece sinónimo de una forma de poder que opera tratando de controlar la conducta ajena de manera directa, y, a menudo, se denominan “autoridades” a quienes simplemente ejercer el poder. Lo que caracteriza la autoridad es la integridad moral y la competencia facultativa, lo cual impide efectuar cualquier forma de prevaricación, que es lo que mejor caracteriza al poder. Cualquier persona con cierta capacidad para discernir entre diferentes formas de ser, cuando tiene ante ella una verdadera autoridad en el asunto de que se trate, lejos de oponerse a ella, la tomará de ejemplo y actuará en consecuencia. No se puede entender fácilmente como, por ejemplo, una autoridad judicial, pueda ser denominada como poder judicial. En cuanto algo se convierte en poder, deja de ser, en esa misma medida, autoridad. Además, la autoridad no suele funcionar ordenando a otros lo que deben hacer, sino dando ejemplo, sirviendo a otros para que mejoren, etc., en un sentido similar a cómo se supone que debe ser un buen jefe con sus subordinados: ayuda a todos y cada uno de ellos, y les coordina correctamente, para que trabajen mejor.
      Por otro lado, no se puede confundir la violencia con el mero uso de la fuerza, cuando ésta resulta imprescindible. Es diferente privar de libertad a alguien cuya conducta es destructiva, para sí mismo o para otros, incluyendo el uso de la fuerza, que atacar a dicho ser, de cualquier forma que se pueda considerar. En el primer caso se limita su existencia, mientras, en el segundo, se destruye a la persona, y esto último es lo que pretende el poder sistemáticamente. En definitiva, creo que cualquier forma de poder, propiamente dicho, es dañina para el ser humano. En orden a aclarar la noción de ser, tal vez resulte recomendable la lectura de un artículo anterior de este mismo blog cuyo título es “Ser o no ser”.
      Respecto a tu segunda pregunta, lamento tener que decir que, según mi experiencia, una persona anti-real propiamente dicha nunca quiere cambiar, ni se presta a intentarlo, aunque en ocasiones ofrezca la impresión contraria. Cuando, por error, se trata de ayudarla, todo cuanto se le dé, pasará a engrosar sus recursos y no servirá para otra cosa más que para incrementar su poder sobre terceros. Los bienes que se le den, sean del tipo que sean, se convierten en males para aquellas otras personas que tome como objetivos.
      Me viene a la memoria la obra “Tito Andrónico”, atribuida a Shakespeare, en la que define con exactitud la maldad de uno de sus personajes, de nombre Aarón. Cuando se le pregunta “¿No sientes remordimientos por actos tan atroces?, Aarón responde: “[…]En una palabra: he llevado a cabo mil cosas horribles, con la indiferencia que otro pone en matar una mosca; y nada, en verdad, me ha causado dolor, sino el sentimiento de no haber podido cometer otros diez mil”.
      La única manera verdaderamente eficaz, de mermar la presencia del poder en una población es potenciando el ser de cada uno de sus miembros, incrementando su integridad moral, reduciendo sus déficits, ayudando a superar sus privaciones, facilitando sus desarrollos facultativos, culturales, intelectuales, etc., y poniendo a su disposición toda la información que necesiten para conocer, tanto la esencia de la maldad, como los enormes beneficios, primero individuales y, en segundo lugar, sociales, que produce la moral real.
      Gracias por tus interesantes preguntas.

  • Celia on 12/04/2016

    Magnífico post: no se puede decir más en menos espacio de un tema tan vasto y complicado. Las preguntas también muy bien traidas cuyas respuestas redondean aún más la cuestión.

Deja un comentario