¿Conformismo o rebeldía?
Cuando una persona se debate con cierta frecuencia entre la adopción de las opciones del conformismo o la rebeldía, el estado de cosas en que vive es digno de ser analizado.
En ambos casos, se trata de adoptar una, entre dos actitudes de respuesta a algo exterior, es decir, ante determinadas situaciones que operan como estímulos que invitan a tomar una postura en respuesta a algo que ocurre y se nos presenta como una cierta imposición.
En general, las actitudes de rebeldía son mucho más frecuentes, a lo largo de la adolescencia, que en la infancia o en la edad adulta.
Tal hecho parece debido a la necesidad de afirmación del «yo» adolescente que se encuentra en proceso de conformación y de consolidación. En este caso, el adolescente necesita confirmar que aquellas acciones que emite, salen de él, y no de otros sujetos del entorno.
De ahí que, en general, su rebeldía sea simple instrumento de afirmación sustantiva y de su propia identidad personal, ingredientes indispensables para elaborar un «yo» con el que poder existir de adulto.
Aparte de estas actitudes de rebeldía, hay otras muchas variedades, que no son simple manifestación de un desarrollo normal, sino que pueden venir dadas por circunstancias anómalas de tipo familiar o social.
En la misma adolescencia, por ejemplo, en ciertos casos de desestructuración familiar que dejan al niño-adolescente en entornos sin protección familiar alguna, en los que ha de sobrevivir con sus escasos medios, se suele introducir en sus actitudes un cierto componente de resentimiento hacia su familia, o hacia la sociedad, que puede conllevar niveles elevados de oposición hacia todo, o casi todo, lo social.
Ahora bien, en tales casos, no solo se puede observar rebeldía, sino, también, actitudes tendentes a las luchas por el poder en círculos, generalmente, marginales.
Por otro lado, también hay muchas situaciones propicias en las que los adultos, nos debatimos entre la rebeldía y el sometimiento, ante determinadas imposiciones que nos vienen dadas desde el entorno social.
En estos casos, al menos teóricamente, ya no cabría considerar la presencia de una necesidad de autoafirmación como en la adolescencia para adoptar posturas de rebeldía, pero entran en juego aspectos nuevos que no suelen darse en aquella etapa.
Un ejemplo paradigmático del dilema «sumisión-rebeldía», en la edad adulta, se encuentra expuesto en el opúsculo, titulado Del deber de la desobediencia civil [i], de Henry David Thoreau.
Thoreau, escribió Walden y dicho opúsculo, a mediados del siglo XIX, unos treinta años antes de que se aboliera definitivamente la esclavitud en su país, EEUU, y mientras éste hacía una guerra contra Méjico de la que se desprendió la pérdida por este país de amplios territorios, que pasaron a ser incorporados por EEUU.
Hay que recordar que, la Carta de la Independencia de las colonias inglesas de América, constituyó un alegato o proclama en favor de la libertad de los pueblos oprimidos, e, incluso, la afirmación del deber de la rebelión del pueblo contra los gobiernos tiránicos.
La fuerte crítica que hace el autor al gobierno americano, en el citado opúsculo, tiene como trasfondo la percepción de una traición de dicho gobierno a los valores que se esgrimieron en dicha Carta, habida cuenta de la permanencia de la esclavitud ―en tal documento afirma que en ese momento la sexta parte de la población de su país es esclava― y de una guerra injustificable contra Méjico.
Además afirmó que cuando un gobierno traiciona los principios de una población, ésta no solo tiene el derecho a la desobediencia civil, sino el deber de hacerla.
Thoureau afirma que los gobiernos, por mucho que tengan una mayoría de votantes que les respalden, si gobiernan sin atenerse a la integridad de los principios, son los principios los que deben prevalecer y no las leyes o decisiones políticas. En las propias palabras de Thoureau, «Este pueblo debe dejar de tener esclavos y de hacer la guerra a Méjico, aunque le cueste la existencia como pueblo.» (op. cit. p. 287)
Aparte de escribir dichas obras, Thoureau se negó a pagar algunos impuestos y pasó un breve periodo de tiempo encarcelado, pero, lo cierto es que consiguió ilustrar y hacer pública una forma del dilema entre la sumisión y la rebeldía, que hoy en día, sin embargo, brilla por su ausencia.
¿Por qué es así? En la actualidad, se ha llegado a un punto en el que ya no parecen importar en absoluto las razones que tengamos las personas a la hora de votar, pero importa cada vez más cuántos sean los votos. Se da por hecho el establecimiento pleno de la sumisión a los dictados del número y no de las razones.
Ahora bien, si en EEUU la esclavitud era un bien en 1850, ¿por qué se consideró, también democráticamente, un mal, treinta años después y hasta la actualidad?, y, si otra mayoría volviera a opinar que es un bien, ¿se volvería a legalizar y, entonces, a todos nos tendría que volver a parecer un bien?
El problema que subyace a los posibles conflictos de determinación de las propias actividades de relación de la persona, es la posibilidad de pérdida o merma de su propia autonomía moral que, de ocurrir, le deja bajo condiciones de heteronomía, ejercida por factores exteriores que operen en la determinación de sus actividades de relación, perdiendo su condición de ser en sí.
No estaría de más, reflexionar acerca de las propias actitudes de conformidad o disconformidad con lo establecido, aunque solo fuera por una cuestión de averiguar lo que uno mismo piensa o cree de cuanto se le pone encima.
Venga todo esto a colación del gravísimo problema que tienen los refugiados que huyen de la guerra, del hambre y el horror, en conexión con las decisiones que, sobre ellos, se están tomando en Europa.
[i] THOREAU, HENRY DAVID; Walden. Del deber de la desobediencia civil; trad. del original Walden: or, Life In the Woods (1854); On the Duty of Civil Disobedience (1849); Parsifal Ediciones; Barcelona, 1997
Una reacción de enfado ante la exigencia de cumplir una norma que no tiene ni pies ni cabeza, ¿es una forma de rebeldía?
La rebeldía consiste en no cumplirla, y si se adopta tal actitud, no tiene que ir acompañada de enfado necesariamente. De hecho, sería más fácil llegar a enfadarse cuando se cumple, en contra de los propios principios.