Blog de Carlos J. García

Cuando no se entiende nada…

Cuando no se entiende nada de lo que ocurre en una situación o en una sucesión de situaciones que forman la misma historia, se tiene una impresión más o menos intensa de perplejidad, irrealidad y absurdo.

Creo que hay muchas personas que carecemos del privilegio de entender lo que está pasando, que tenemos tales sentimientos más o menos conscientes y que necesitamos hacer algo al respecto.

En España, como sin duda en muchas otras partes del mundo, estamos ante una larga sucesión de situaciones, un conjunto de historias posiblemente enlazadas, que nos van conduciendo a una cierta desesperación cognitiva por centrar nuestra mirada en asuntos menores.

Desde hace mucho tiempo estamos tragando con hechos, disposiciones, leyes, manifestaciones, y, en general, con estados de cosas de enorme importancia, de los que no sabemos sus causas o sus motivos, ni tenemos idea alguna de lo que significan desde algún marco de referencia perceptivo o algún modelo teórico comprehensivo del conjunto.

Para nuestra propia tranquilidad intelectual habría que tratar de encontrar alguna salida.

Quienes sepan algo de Física recordarán lo que pasó a principios del siglo XX y finales del anterior.

Por entonces, las ciencias físicas solo tenían una única gran teoría acerca del mundo material que, básicamente, consistía en la visión aportada por Newton de un mundo que funcionaba mecánicamente según ciertas leyes físicas, cuyas previsiones se cumplían en todos los casos investigados.

Los aparatos de observación de la materia microscópica se fueron haciendo cada vez más precisos y en un corto espacio de tiempo empezaron a observarse hechos físicos que resultaban incomprensibles desde la Física Clásica.

Un grupo de físicos, encabezados por Einstein, Planck, Schrödinger y algunos más, reaccionaron ante sus propios estados de perplejidad, irrealidad y absurdo, del mejor modo posible: poniendo en cuestión los presupuestos del modelo teórico vigente, incapaz de explicar y dar cuenta de aquellos hechos que escapaban a su comprensión.

Su lógica fue sencilla: «Si desde el enfoque teórico que tenemos no podemos entender los hechos que ocurren, debemos elaborar otro que sea capaz de explicarlos y predecirlos».

Tal determinación excluía una posible negación de los hechos, hacer la vista gorda ante ellos, mirar para otro lado, o sostener una postura de soberbia intelectual aferrada a un modelo teórico que había alcanzado un enorme prestigio científico y social.

El caso es que, empeñados en tratar de comprender aquellos hechos esquivos, se pusieron a trabajar intensamente en la elaboración una nueva teoría científica que los pudiera describir y predecir, hasta que lo consiguieron. Así emergió la nueva teoría cuántica que ocupa el trabajo de la mayor parte de los físicos desde hace aproximadamente un siglo. Su fertilidad práctica, por otra parte, ha sido enorme.

Cuando no se entiende lo que pasa, hay que revisar los prejuicios, presupuestos y creencias responsables de que aquello no se entienda, tarea que no debe limitarse estrictamente al dominio científico, sino a todo asunto en el que dicha revisión pueda ser de utilidad para comprender y conocer lo que ocurre.

En España llevamos más de cuarenta años de hechos y acontecimientos en los que la proporción de los que resultan inteligibles va mermando de forma dramática. Ahora mismo estamos ante un conjunto de ellos que no terminan de estar nada claros vistos desde los presupuestos comunes que teníamos la mayor parte de la población y que nos son transmitidos por los grandes medios de comunicación.

Aunque tales hechos se encuentran dispersos entre todas las áreas de funcionamiento de la sociedad, me referiré al que más preocupa ahora a la mayor parte de la población, que es el referido a la soberanía nacional.

Uno de los presupuestos desde los que miramos tal asunto consiste en creer que, dado que el carácter unitario de una nación-estado es una de las características más importantes de su propia esencia, y que de ella dependen múltiples factores de enorme importancia que afectan a toda su población, los representantes legítimos de ésta tienen su conservación y defensa como una prioridad incuestionable.

Ahora bien, desde la implantación del actual régimen político, hace unos cuarenta años, la nación española ha ido cediendo soberanía a terceros sujetos a un ritmo vertiginoso.

La propia Constitución de 1978 con la implantación de las Comunidades Autónomas ya contiene una enorme brecha por la que la soberanía de la nación se derrama hacia las regiones del país. El propio nombre de Comunidad Autónoma, implica una división de la soberanía entre aquello que tienen en común todas las autonomías, que es la nación española, y aquello que aquellas se apropian que viene especificado pro sus Estatutos de Autonomía.

Para el consenso en la redacción de dicha Constitución no parece que dicho formato autonómico fuera una exigencia irrenunciable por ninguna fuerza política presente en aquellos momentos. Más bien, las exigencias iban en la dirección de la legalización del partido comunista, la organización democrática, etc., `pero no aquella.

No obstante, en aquella forma de cesión de soberanía podía haberse tenido en cuenta, por simple precaución, la necesidad de que los partidos políticos de ámbito autonómico, sin asentamiento nacional, no pudieran participar en las elecciones generales, de forma que no tomaran posiciones en las Cámaras del Parlamento Nacional. Al permitírseles dicha intromisión, su poder político en los asuntos de la nación española ha sido enorme y lo sigue siendo en la actualidad, cuando dicha ley electoral podría haberse cambiado por los partidos de ámbito nacional en cualquier momento si lo hubieran deseado hacer.

La cesión a las Autonomías de la responsabilidad de gestión de áreas muy sensibles que afectan a la propia nación, entre las que es paradigmática la educación, también ha sido decisiva en la pérdida de soberanía del estado.

Ahora bien, las mermas de soberanía, también se han debido a enormes brechas abiertas hacia el exterior de la nación. Cada vez que España se ha incorporado a organizaciones internacionales o mundiales cuyos modos de funcionar estaban sometidos a legislaciones de obligado cumplimiento por parte de los países firmantes, dichas legislaciones han ido formando parte el conjunto de los factores soberanos que se sobreponen a las legislaciones propias y, en caso de colisión, las anulan. El ejemplo más notorio es el de la Unión Europea. Pero no hay que olvidar la OTAN, todas las agencias de que consta la ONU, y otros muchos organismos internacionales más.

Lo que no se debe olvidar es que todas esas adhesiones de España a tales organizaciones, han sido efectuadas por los sucesivos gobiernos y, salvo en el caso de la OTAN, sin mediar consulta alguna al conjunto de la población.

Otro asunto importante en el asunto de la soberanía, es el económico. En este ámbito destacan tres factores fundamentales. El citado de la integración de España en la Comunidad Económica Europea. El volumen de deuda pública acumulada del Estado Español a favor de entidades internacionales o extranjeras. La falta de control suficiente por parte del Estado de las operaciones de las empresas multinacionales en España.

Si el estado no controla a las multinacionales, son las multinacionales las que controlan al estado.

Si el estado no puede poner límites a las legislaciones y regulaciones en muchas materias que le afectan decisivamente, que van más allá de las directamente económicas, a una organización supranacional como la UE, no es que haya perdido una cierta dosis de soberanía es que tiene abierta una vía de pérdida que no parece tener límites.

Si el estado no es capaz de poner límites a la deuda que es capaz de contraer con entidades extranjeras, el propio estado se encuentra en una situación de dependencia de sus acreedores. En buena medida esto es lo que ha pasado con las medidas impuestas por la UE durante la última crisis económica.

Ahora bien, ¿es el pueblo español, al que la propia Constitución reconoce como el sujeto de la soberanía nacional, quien ha tomado las decisiones acerca de todas estas fugas de autonomía e independencia nacionales?

Es obvio que, salvo el singular caso de la entrada en la OTAN en la que el PSOE cambió de postura de un “OTAN, de entrada no” a un “Sí a la entrada en la OTAN”, en muy poco tiempo, por razones aún desconocidas, el resto de estas mermas no le han sido consultadas.

Los gobiernos democráticos, que hemos tenido y tenemos, parecen ser los que tienen un grado de autonomía extremo, pero la tienen con respecto a la población a la que supuestamente representan.

La cuestión es si actúan con autonomía en relación a la población a la que se deben, asumiéndola para su libre albedrío, o si actúan bajo formas de heteronomía obedeciendo a otros poderes distintos de la población.

No parece una hipótesis válida la referida a que dichos políticos actúen por cuenta propia, dado que se supone que, ganarían más poder para ellos mismos, si preservaran la soberanía nacional para ser suplantada por la suya propia.

¿A qué obedecen entonces? Dado que dentro de la propia nación los diferentes grupos políticos compiten entre ellos por temas, llamemos menores, pero no hay grupo alguno con poder que defienda la soberanía nacional propiamente dicha, frente a divisiones internas y fusiones externas, se potencia la hipótesis de que en este terreno actúan por cuenta ajena.

Hay, por tanto, un posible fraude democrático de considerable envergadura en el conjunto del funcionamiento político de la nación española. La cuestión es si también lo hay en otros países con el mismo régimen o si ocurre en todos ellos.

Hay indicios que apuntan hacia esta última hipótesis. La fuerte emergencia de grupos de población en EEUU, en Francia, en Austria y en otros países, que se caracterizan por su nacionalismo estatal frente a la imposición de la supremacía de los poderes internacionales, ha dado lugar a la formación de partidos o a la elección de líderes políticos que defienden o aparentan defender las correspondientes soberanías nacionales. Las personas que forman dichos grupos son sensibles al debilitamiento de sus respectivas naciones y parecen reaccionar a dicha intuición.

Los movimientos nacionales significativos no se veían desde hace muchos años, aunque sí se percibían los nacionalistas regionales que van en la dirección opuesta. En España, concretamente, se han empezado a ver ahora en plena crisis del separatismo catalán.

Son muchas las personas que se ven defraudadas al percibir el debilitamiento de sus respectivas soberanías nacionales sin que aquellos que deberían protegerlas hagan nada al respecto.

Resulta asombroso ver como el actual presidente del gobierno español incrementaría su respaldo electoral fácilmente hasta, posiblemente, sobrepasar la mayoría absoluta en las próximas elecciones, si en la presente crisis  hubiera obedecido el mandato de la mayor parte de la población de que actuara eficazmente en contra del separatismo catalán, y, sin embargo, no ha actuado en esa dirección.

¿A quién ha obedecido, en vez de prestar la debida obediencia a millones de españoles de todo el territorio nacional, que se manifestaban en las calles a favor de la conservación de la soberanía nacional en Cataluña?

Hay muchísimos hechos en los escenarios, político, periodístico, institucional, social, cultural, educativo, etc., que resultan incomprensibles para muchísimas personas, a menos que se disponga de una nueva teoría acerca de lo que está pasando en el mundo.

En mi opinión, muchos de los pilares en los que se apoya el régimen que nos gobierna y el desenvolvimiento social, o son inadecuados o están fallando de manera estrepitosa.

¿Disponemos de un régimen democrático en el que los representantes cuiden esmeradamente sus programas políticos y sus ejecuciones para atender las verdaderas demandas y necesidades de la población? Si nuestros políticos no sirven al conjunto de la población, entonces, no hay otra forma de ver el asunto, salvo la de que tales políticos se sirven de la población para cualesquiera sean los fines que persigan.

En este orden de cosas, la utilización de la población comienza por desarrollar políticas educativas que sean cualquier cosa menos realmente formativas en términos de realización personal y social. No parecen desear que la población esté bien formada para fundar una verdadera democracia en una población soberana.

En esa misma línea, si muchos medios de comunicación emiten una escasísimo volumen de información verdadera, acerca de todo aquello que necesite saber la población para formar sus juicios y adoptar sus actitudes con fundamento real, y, en su lugar, emiten dogmas, programas de evasión, opiniones indiscriminadas acerca de lo divino y de lo humano, o, lo que es peor, se ciñen a políticas editoriales o periodísticas destinadas a manipular a los espectadores, entonces, tales medios no sirven a la población sino que se sirven de ella.

Tampoco tales empresas parecen desear que la población esté bien informada para operar de manera cabal en un régimen democrático.

Volviendo al asunto de la revolución teórica ocurrida en la Física hace un siglo, el estado de enfermedad crónica, y tal vez, presente ya en sus orígenes, en el que se encuentra el actual régimen político, demanda imperiosamente una revisión completa de los presupuestos que se nos transmiten, que son precisamente aquellos desde los que no podemos comprender nada de cuánto ocurre.

Necesitamos hacer y disponer de una teoría que se ajuste estrechamente a los hechos observables en el terreno político y social. En segundo término, su posible validación no dependerá de nada más que de su potencial predictivo de nuevos hechos que, o se ajustarán a ella o la refutarán. Necesitamos comprender todo lo que está pasando para que llegue un momento en el que no tengamos que padecerlo.

2 Comments
  • mariamcasares on 19/10/2017

    Hola Carlos. Pues parece una tarea mucho mas compleja que en el caso de la Física. Sobre todo cuando es tan dficil acceder a la información real, y tampoco es posible preguntarle directamente a Rajoy o a otros políticos, periodistas…: «Perdone, y a usted ¿que le motiva a comportarse de este modo?¿A qué intereses sirve?». Y aunque fuera posible y obtuvieramos una respuesta, no sería información objetiva. Se necesita tener criterio para juzgar los hechos y las respuestas, y de momento, parece que algunos andamos bastante perdidos.
    Quizá ocurra como en la Física y se necesiten mentes privilegiadas capaces de ver más allá de los hechos, que desarrollen esa nueva teoria real de los hechos.
    Mi pregunta es ¿la gente le daría credito en esta «era de la información» en la que que por cada afirmación en una dirección hay otra en la dirección contraria?¿qué posibilidades hay de que esa teoria acertada de lo que está pasando cale en la sociedad y nos ayude a darle un nuevo rumbo a la política y a la sociedad?
    Quizá soy un poco pesimista. Saludos!

    • Carlos J. García on 20/10/2017

      Hola María. En esta época los poderes que más influyen a la población están muy bien informados acerca de ésta. Además la propaganda que emiten hacia ella es clara, nítida, persistente y llegamos a oírla hasta la saciedad. Es decir, el poder comunica mucho y se informa sin límites. Sin embargo, por un lado, la población está muy mal informada a pesar de que parezca todo lo contrario: no es lo mismo ver y escuchar las noticias que emiten los medios, que informarse y conocer algo que de verdad sea importante. Por otro lado, la influencia que la población ejerce sobre los diferentes poderes está muy lejos de lo que sería razonable. En resumen, el poder se informa y da forma, mientras la población ni se informa ni da forma a las decisiones que adopta el poder.
      No creo que se trate de que sean necesarias mentes privilegiadas. Al fin y al cabo hay muchos más datos políticos, sociológicos, económicos, etc., de los que disponían y disponen los físicos acerca de la materia. Más bien se trata de tomar una perspectiva correcta y examinar unas cuantas hipótesis que se deriven de todos esos datos, por lo que más bien es cuestión de un trabajo pendiente. En cuanto a informar a la gente acerca de resultados de ese tipo de investigaciones, sin duda, creo que es lo más difícil de todo. Un saludo.

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