¿De qué nos quejamos los españoles? Parte II
La inocencia poblacional, sumada a la total incertidumbre política ocurrida a la muerte del General Franco, sobre todo por el asesinato del presidente del gobierno Luis Carrero Blanco, efectuado dos años antes, supuestamente a manos de ETA y muy cerca de la embajada de EEUU en Madrid, daba lugar a una actitud generalizada de miedo al futuro inmediato y, por lo tanto, a una falta de confianza en que se encontrara el camino adecuado para salir del atolladero.
De todo esto se desprende que, si bien, lo que la mayoría de la población quería era que no pasara nada malo, es decir, en términos de la encuesta, “el continuismo”, también estaba dispuesta a hacer todo tipo de concesiones a los políticos militantes y durmientes para que no montaran una nueva guerra civil. Esto se traducía en que la mayoría de encuestados optara por la reforma política.
Ahora bien, dichas circunstancias se pueden considerar como una auténtica singularidad en materia política y, sobre todo, democrática.
Una población tratando de contentar a unos políticos, a los que desconoce completamente y percibe como una amenaza, pero que no la representan salvo en una mínima parte, adopta una postura favorable a ellos y en contra de sus propios intereses generales, salvo el de evitar una nueva contienda civil.
Con esa actitud, la población les permitió hacer una nueva legislación en la que se encontraran felices y renunciaran a volver a dañar a la propia nación española.
La Transición Española efectuada en dichas circunstancias llegó a convertirse internacionalmente en un paradigma ejemplar de paso pacífico de una Dictadura a una Democracia.
Incluso es posible que, en la percepción que tengan otras poblaciones extranjeras de lo ocurrido en España, intervengan ideas tan irreales, como la de que la población española de aquella época deseaba implantar un régimen democrático estándar como salida a la dictadura en la que vivía. Desde ahí se explicaría incluso la legalización del Partido Comunista de Santiago Carrillo.
Todo lo contrario. La población española tenía miedo a lo que pudieran hacer los políticos militantes y durmientes si no se les concedía lo que querían.
Obviamente, el salto de la ley a la ley, del que tanto se ha llegado a presumir, como mínimo es cuestionable y, con toda seguridad, fue lo de menos en orden a encontrar una salida a aquella situación.
Lo cierto es que mediante el proceso que se dio en llamar «la transición», se entregó el poder del Estado a los partidos políticos y no al pueblo español.
La Constitución de 1978 fue efectuada por los políticos para servir a los políticos y se incluyeron, dentro de ella, asuntos tan ajenos a la voluntad popular como el título octavo referido a la división del Estado español en diecisiete autonomías, con sus correspondientes cargos políticos más todas las servidumbres que acarrean, cuando, lo cierto es que no había evidencia alguna de que hubiera un deseo independentista en ninguna región española.
En las redacciones de las leyes preparatorias para la Constitución de 1978, e incluso, en la misma Constitución, no termina de estar claro en ningún momento si la soberanía política de la población española corresponde al pueblo español o si corresponde a los partidos políticos. A veces se confunde a ambos sujetos y a veces se los identifica.
¿Qué resultado podría haber ocurrido en el referéndum efectuado al respecto? Exclusivamente, la aceptación o el rechazo de la propuesta y éste último hubiera dejado al Estado sin salida alguna. Solo cabía esperar su aprobación y así sucedió.
En cuanto a la política interior española, llevada a cabo desde entonces por los dos partidos, PP y PSOE, que la han efectuado, ha contribuido al debilitamiento vertiginoso de la nación española, tanto por la vía de mermar la unidad nacional como por las cesiones de soberanía política, económica, cultural y jurisdiccional a diversos poderes exteriores.
La disgregación política de la nación, efectuada por varias comunidades autónomas con el consentimiento de los sucesivos gobiernos nacionales, que es claramente anticonstitucional, va acompañada de la presencia en el Congreso de muchos diputados de partidos separatistas y de otros cuya finalidad es poner fin al propio régimen constitucional de 1978.
España experimenta desde 2004 un golpe de estado permanente con múltiples factores, interiores y extranjeros, operando conjuntamente cuyo fin no es otro que el de disolver la nación española fundada hace más de quinientos años.
No solo es el ataque a su unidad política, sino que la disolución de su cultura de origen católico es llevada a cabo, tanto por PSOE que actúa como punta de lanza revolucionaria, como por el PP que conserva todas las alteraciones introducidas por aquel.
Desde que murió Franco y comenzó el cambio de régimen en España, ya han transcurrido 49 años, un periodo cuya esencia no se aleja mucho de ser un proceso revolucionario de sustitución cultural, con consecuencias de enorme gravedad que padecen, no solo la población y la propia sociedad, sino lo que es todavía peor, la propia nación española.
Entre las muchas anomalías que están ocurriendo hay una que destaca por encima de todas las demás por graves que sean. Se trata del imperio de un relato de cuño ideológico, impuesto a la población desde todas las instancias que influyen sobre ella, ya sean periodísticas, políticas, educacionales, económicas, etc., cuya esencia está cargada de falsedades tremendamente dañinas que distorsionan el devenir de la historia reciente del siglo XX y lo que llevamos del XXI, todo ello en relación con la guerra civil de 1936, la posguerra y las muchas consecuencias que colean en la actualidad.
El problema principal aunque no el único, al establecerse el régimen democrático que tenemos, fue la legalización del PSOE, un partido históricamente criminal, con la idea errónea de que se trataba de un partido normalmente democrático, a pesar de su demostrada belicosidad histórica.
El modo más relevante que ha empleado dicho partido para su blanqueamiento, es la Ley de Memoria Histórica aprobada en 2007 por el gobierno de Rodríguez Zapatero y, posteriormente, con el nuevo impulso dado por Pedro Sánchez Castejón aprobando la Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática con el apoyo de Unidas Podemos, PNV y Bildu, con este último, que es continuación del grupo terrorista ETA por otros medios, indispensable para la aprobación de la ley.
No obstante, debemos mencionar que los expresidentes del Gobierno, Felipe González y Mariano Rajoy, se pronunciaron contundentemente en contra de la tramitación de dicha ley.
Dicha ley se basa en el establecimiento de una versión sesgada del levantamiento de 18 de julio de 1936 y de la subsiguiente guerra civil, como puede apreciarse textualmente, en su Artículo 1.3, que expone lo siguiente:
« Se repudia y condena el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior dictadura franquista, en afirmación de los principios y valores democráticos y la dignidad de las víctimas. Se declara ilegal el régimen surgido de la contienda militar iniciada con dicho golpe militar y que, como consecuencia de las luchas de los movimientos sociales antifranquistas y de diferentes actores políticos, fue sustituido con la proclamación de un Estado Social y Democrático de Derecho a la entrada en vigor de la Constitución el 29 de diciembre de 1978, tras la Transición democrática.»
A poco que se investigue, lo que se expone y se sanciona legalmente en dicha ley, como algo indiscutible, se encuentra refutado por auténticos historiadores.
En la actualidad, el “democrático” PSOE, liderado por Pedro Sánchez, apoyado con sus afiliados, simpatizantes y votantes, está llevando a España a su destrucción por todas las vías posibles y, especialmente, por su incitación y apoyo a los separatismos catalán y vasco que aspiran a romper la unidad de España.
Además, está culminando el proceso de controlar todas las instituciones del estado y los medios de comunicación, poniéndolos al servicio de sus intereses, lo cual incluye al Tribunal Constitucional que es, en la práctica, anticonstitucional, validando todo lo que al gobierno le interesa.
Ahora bien, lo más grave en lo que se funda esa “memoria democrática” es, en una absoluta benignación del Frente Popular, y de una simétrica malignación de la figura de Franco.
Resulta difícilmente comprensible que la mentalidad de la población española, en materia ideológica o religiosa, que había conformado unas condiciones de paz, prosperidad, unidad y esperanza, desapareciera del mapa ideológico, mediando cinco años de la UCD, y, estructuralmente, a favor del liberalismo o, más bien, materialismo, de la derecha política representada por Alianza Popular, primero y, por el Partido Popular después, del socialismo del PSOE, y de la política secesionista de las provincias catalanas y vascas.
Además, teniendo en cuenta que todo aquello que hizo posible, la transición del régimen anterior al actual, se fundó en el óptimo estado de la población española a mediados de los años setenta, el absoluto borrado de todo aquello resulta especialmente incomprensible.
No solo eso, sino que los furibundos ataques del socialismo y del comunismo desde el poder del estado, contra el régimen anterior y contra su Jefe de Estado, Francisco Franco, llegaron a incluir la profanación de su tumba del Valle de los Caídos, televisada en directo, y su enterramiento en el cementerio del Pardo, en contra de los deseos de sus familiares.
La izquierda despiadada, rozando sus momentos estelares que provocaron la guerra civil, parece que alcanza sus últimos objetivos “democráticos” con su reciente golpe contra España y contra la población española, de manos de un PSOE que está al frente del poder, gobernando casi 27 años de los 41 desde que se proclamó presidente del gobierno Felipe González en diciembre de 1982, con alguna alternancia del PP que también ha gobernado el tiempo restante, catorce años y medio.
No obstante creo, que uno de los problemas de fondo, radica en que esa izquierda ha contaminado a la supuesta derecha del PP hasta compartir en buena medida su ideología progresista, lo cual explicaría que el PP haya conservado un gran volumen de la legislación promulgada por el PSOE y sus aliados, en vez de haberla derogado cuando ha tenido oportunidad de hacerlo.
En definitiva, la política española es, en más de su noventa por ciento, progresista, con lo que esto conlleva.
Ahora bien, muchas personas no llegan a comprender que, la ideología del progresismo, no tiene nada que ver con la prosperidad ni, tampoco, en gran medida con el progreso.
Cuando la izquierda se refiere al progresismo se refieren implícitamente a una mentalidad surgida de la Revolución Francesa, que rompe radicalmente con el tradicionalismo, la religión, las estructuras políticas precedentes, y, en general, con la mentalidad conservadora.
A mayor progresismo, mayor destrucción de las estructuras sociopolíticas, religiosas e ideológicas que constituyeron la historia de España y de Europa hasta dicha revolución.
Ahora bien, lo que ideológicamente caracterizó al régimen anterior fue, precisamente, que era conservador en el más amplio sentido de la expresión. Y lo fue, sin medias tintas: Religión católica, moralidad, justicia, paz, orden social, patriotismo, etc.
De ahí que sea completamente lógico que estos partidos progresistas que gobiernan y han gobernado en el actual régimen, repudien al régimen anterior, operen con una mentalidad materialista, pasen de la moral, no defiendan a España, etc., en mayor proporción el PSOE que el PP, aunque éste no se libra de serlo.
Por otro lado, también hay que percibir con claridad la táctica de la izquierda de demonizar a VOX, que es el partido menos lejano del tradicionalismo, no vaya a ser que la población española descubra todo lo que se le ha sustraído en el actual régimen.
También debemos mencionar que, echando una mirada a los inicios de la transición, como, por ejemplo, con la algarabía de cánticos como el de “Libertad sin ira, sin ira libertad, y si no la hay, sin duda la habrá”, que suena a “Tonta, si no pasa nada”, no parecería en absoluto que el objetivo de esta democracia era, ni más ni menos, que la izquierda por fin se resarciera de haber perdido la guerra civil contra la España tradicional.
Es posible que sea precisamente ese hecho en el que se funda la tremenda beligerancia que caracteriza a la izquierda y, la violencia política inmaterial con la que pretende romper España, exactamente igual que la de sus enemigos foráneos.
En síntesis, dicho todo lo anterior, no se debe culpar solamente a las izquierdas y a sus aliados separatistas de todo lo que está ocurriendo en esta etapa casi terminal de la historia de España. La mal denominada derecha tiene, al menos, tanta responsabilidad como aquellos, aceptando con una actitud de extraordinaria pasividad todo cuanto llevan sus opositores.
Y lo más grave de todo, originario de este proceso desastroso, se puede identificar por su complicidad con la izquierda en sus actitudes negativas hacia el régimen anterior. Franco y su régimen fueron lo mejor que le había pasado a España desde el siglo XVIII, lo cual se puede argumentar con multitud de datos incuestionables de enorme relevancia.
Era lógico que la izquierda sostuviera una enorme animadversión contra Franco por sufrir una derrota sin paliativos.
Por último debemos citar una «Declaración de militares por la figura del Generalísimo»[i] en la que un total de 181 militares, Generales, Jefes y Oficiales, han manifestado mediante la declaración que han hecho pública su queja más explícita en contra de la campaña de acoso y derribo que contra la figura histórica del Generalísimo Franco que ya dura demasiado; figura militar y como estadista cuya valía no se puede discutir salvo si se quiere reescribir sectariamente la mayor parte de la historia de España del siglo pasado:
«DECLARACIÓN DE RESPETO Y DESAGRAVIO AL GENERAL DON FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE SOLDADO DE ESPAÑA»
«Después de los permanentes ataques a la persona del General Franco desde su muerte, borrando sin prisa pero sin pausa todo vestigio de su quehacer por España en los momentos históricos que le tocó vivir, la izquierda política y todos sus medios afines han desatado una campaña sin medida y difícilmente comprensible, salvo por su empeño visceral de revancha para borrar medio siglo de nuestra Historia, mediante el intento final de hacer desaparecer definitivamente al principal artífice de que esa Historia no desapareciera.
Ante tal campaña, militares de todas las graduaciones en situación de retirados y por tanto con pleno derecho de libertad de expresión, manifestamos y firmamos con esta declaración, la defensa de la figura militar del General Franco, hoy vilipendiada hasta extremos inconcebibles, sin ninguna objetividad, basados en la tergiversación de la Historia y con unos fines espurios que sonrojan a cualquier estudioso de la verdad histórica.
Lo hacemos amparados en el cumplimiento de lo expresado claramente en el artículo 21 de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, aprobadas por Real Decreto 96/2009 de 6 de Febrero: “Los miembros de las Fuerzas Armadas se sentirán herederos y depositarios de la tradición militar española. El homenaje a los héroes que la forjaron y a todos los que entregaron su vida por España es un deber de gratitud y un motivo de estímulo para la continuación de su obra.”
A los empeñados en descalificar de forma absoluta y sin paliativos la conducta de un militar ejemplar para todos los soldados: retirados, en activo o por venir, les recomendamos la lectura sosegada y objetiva de la Hoja de servicios del General Franco. Nada más concreto y sin veleidades literarias que su redacción para expresar como Francisco Franco, desde el joven Segundo Teniente de 17 años, hasta los 33 como General de menor edad de Europa, siempre solicitó los puestos de mayor riesgo y fatiga, disciplinado, subordinado y siempre preocupado por los soldados a sus órdenes, a los que mandaba con el ejemplo, fue herido de gravedad en combate y ascendido varios empleos por méritos de guerra. A la llegada de la II República, independientemente de la forma de cómo se proclamara, fue leal a la misma, cerró por mandato superior la Academia General Militar que dirigía y a las órdenes del Gobierno de la República dirigió la acción militar que sofocó la sublevación de Asturias en 1934, provocada por la oposición de la izquierda y preludio del Frente Popular y posterior Guerra Civil. Llegado aquel momento crucial para la supervivencia de la Nación española, asumió la responsabilidad que le entregaron sus compañeros de Armas para ejercer el Mando único de la España agredida y asediada por el comunismo internacional aceptado y adoptado por el Frente Popular.
De los años posteriores a la contienda, se cuentan ahora sucesos que sacuden la sensibilidad de los más fuertes. Incluso aquellos que puedan atribuirse a hechos reales, se les matiza con episodios faltos de autenticidad y se esquiva la situación del momento en que acaecieron con el fin de criminalizar cualquier actitud por justa que fuera.
A los que con tal finalidad actúan, solo les recordaremos que pocos documentos definen con tanta objetividad la personalidad del interesado como lo hace la Hoja de servicios de un militar, que relata las circunstancias vividas día a día por el soldado, sin más contenido que los hechos y actitudes mostradas a lo largo de cada año.
Por todo ello defendemos la imagen militar del General Franco, claramente definida en su Hoja de Servicios y dada la personalidad en ella reflejada, desaprobamos muchas de las acusaciones que se vierten en estos momentos contra el con el único fin de que las nuevas y futuras generaciones ignoren y si es posible desprecien un periodo importante de su propia Historia, tratando de justificar con ello un falso progreso que oculta la realidad del actual desmoronamiento territorial de la Nación y la manifiesta desigualdad entre los españoles.
Ante tal situación los firmantes de esta Declaración, solicitamos a los directores y actores de esta campaña infame, retomar la verdad histórica en sus exposiciones de motivos y terminar con su perversa pretensión de exhumar los restos de Franco y la posterior transformación o destrucción del símbolo de la reconciliación que le alberga junto a tantos combatientes de la Guerra Civil.
Igualmente, publicamos esta declaración como desagravio al daño causado por los empeñados en descalificar a un soldado como el General Franco, cuyos documentados servicios a la Patria hacen que se le deba la gratitud correspondiente a la vez que son motivo de respeto para todos los militares que ahora firmamos esta Declaración y los que más adelante deseen adherirse a la misma así como para aquellos que por imperativo legal no pueden hacerlo.»
1/agosto/2010
[i] https://www.xn--elespaoldigital-3qb.com/manifiesto-militares-figura-generalisimo/