Blog de Carlos J. García

De Sartre a la actualidad: la libertad, la existencia y la negación de la esencia

Hay ámbitos en los que la pedagogía social posee una eficacia más elevada que en otros diferentes, soliendo coincidir con asuntos que, para el ser humano común, resultan más placenteros o superficialmente más atractivos.

En la actualidad, la propaganda rebosa del mensaje de que cada uno de nosotros estamos ante un enorme campo de opciones disponibles, un campo que se renueva continuamente con amplias posibilidades de múltiples elecciones, cualquiera de las cuales podemos adoptar con idéntica probabilidad.

¿Hay algo dentro de un ser humano que le determine a hacer lo que hace, a elegir lo que elige, a preferir una cosa a otra, o significarse por un cierto estilo de vida, etc., etc.?

¿Hay algo en los seres humanos que nos influya o determine a existir  de ciertos modos?, ¿se nos puede reconocer tras lo que hacemos?, ¿somos en cierto grado, previsibles?…

Creencias, temores, valores, principios, gustos, preferencias, recuerdos, expectativas, instintos, traumas, fidelidades, ¿pueden definirnos a cada uno de una cierta manera o influirnos en la producción de nuestros actos?

Según una amplia rama del existencialismo militante, todo eso no influye en absoluto en nuestros modos de existencia, sino que es la existencia lo que posee vida propia, al margen de la propia esencia, de quién o como sea cada cual, o de las hechuras ontológicas de la propia personalidad.

Según la doctrina vigente de la libertad, cada uno puede elegir, de entre todo lo que se le ofrezca, cualquiera de las opciones que tenga a su alcance, sin que ninguna de ellas quede restringida o eliminada por causa alguna, ni interna, ni externa. Todas valen igual para todos y cada uno de quienes simplemente las conciban.

Todo se ha convertido en una opción más entre opciones, lo cual demuestra la radical y absoluta libertad humana, que viene dada por la privación de factores que causaran u obligaran a cada cual a comportarse de una cierta manera o a optar según alguna razón que residiera en la propia persona.

En este terreno, invadido de ingeniería social igual que otros muchos, no solo trabajan activamente los divulgadores de ideas y creencias, sino que, de forma previa, los laboratorios filosóficos destinados al efecto, ya cumplieron sus cometidos con anterioridad.

Una de las obras más significativas de Jean-Paul Sartre (1905-1980)[i], que fue, y sigue siendo, muy publicada, titulada El ser y la nada, contiene tesis gravísimas acerca de  una cierta relación entre el ser y la libertad.

Según Sartre, aunque no sólo según él, el hombre se inventa a sí mismo a partir de la nada en que consiste y, por lo tanto, con absoluta libertad, mientras su esencia es el efecto de lo que va haciendo. Por ello afirma que su existencia precede a su esencia.

Según dicho autor, el hombre es libre, no solo por la ausencia de determinaciones externas que pesen sobre él, sino que también es libre de determinaciones internas, de su propio pasado y de modelos que, supuestamente, debiera seguir.

Además, la libertad llega al extremo de que consiste en la elección del propio ser esculpido como proyecto del propio ser. En este orden de cosas, la libertad es la textura de la nada en que consiste el ser humano.

Parece que a Sartre le produjo un cierto desagrado el ser en sí, macizo e impermeable, como le ocurre al protagonista de su novela La náusea[ii], al contemplar una raíz de castaño cuya presencia en el parque le parece absurda.

En El ser y la nada,  Sartre hace un análisis combinado de la mala fe y del ser, en los siguientes términos: «¿Qué ha de ser el hombre en su ser, si ha de poder ser de mala fe? […]  (ibíd., p.89) Si el hombre es lo que es, la mala fe es para siempre jamás imposible y la franqueza deja de ser su ideal para convertirse en su ser; pero, ¿el hombre es lo que es?;….»

El autor lo resuelve negándolo y diciendo que el hombre se imagina lo que es y que juega a serlo, aunque, al respecto de la mala fe, concluye que solo puede salir de la nada en la que el hombre consiste: «La condición de la mala fe es que la realidad humana, en su ser más inmediato, en la infraestructura del cogito prerreflexivo, sea lo que no es y no sea lo que es.» (ibíd., p.101)

Tras afirmar que la acción es el sujeto de aquello a lo que creemos que se sujeta y que, por lo tanto, es enteramente libre ―“La acción decide acerca de sus fines y de sus móviles, y es la expresión de la libertad”. (ibíd., p.464)― hace una reflexión acerca de la libertad humana:

«Pero la libertad no tiene esencia. No está sometida a ninguna necesidad lógica; de ella debería decirse lo que dice Heidegger del Dasein en general: “En ella la existencia precede y determina a la esencia”. La libertad se hace acción  y por lo común la alcanzamos a través de las acciones que ella organiza con los motivos, móviles y fines que implica. Pero, precisamente porque esa acción tiene una esencia, se nos aparece como constituida; si queremos remontarnos a la potencia constitutiva, es menester abandonar toda esperanza de encontrarle una esencia. Esta, en efecto, exigiría una nueva potencia constitutiva, y así hasta el infinito. ¿Cómo describir, pues, una existencia que se hace perpetuamente y que se niega a ser encerrada en una definición? La propia denominación de “libertad” es peligrosa si ha de sobrentenderse que la palabra remite a un concepto, como lo hacen ordinariamente las palabras. Indefinible e innombrable, la libertad ¿no será también indescriptible?” (ibíd., p. 464) […]Soy, en efecto, un existente que se entera de su libertad por sus actos; pero soy también un existente cuya existencia individual y única se temporaliza como libertad. […] Así, mi libertad está permanentemente en cuestión en mi ser; mi libertad no es una cualidad sobreañadida ni una propiedad de mi naturaleza: es, exactísimamente, la textura de mi ser; y, como mi ser está en cuestión en mi ser, debo necesariamente poseer cierta comprensión de la libertad. (ibíd., p. 465) […] El hombre es libre porque no es sí-mismo, sino presencia ante sí. El ser que es lo que es no puede ser libre. La libertad es precisamente la nada que es sida en el meollo del hombre y que obliga a la realidad-humana a hacerse en vez de ser. Como hemos visto, para la realidad-humana ser es elegirse; nada le viene de afuera, ni tampoco de adentro, que ella pudiera recibir o aceptar. Está enteramente abandonada, sin ayuda ninguna, de ninguna especie, a la insostenible necesidad de hacerse ser hasta el mínimo detalle. Así, la libertad no es un ser: es el ser del hombre, es decir, su nada de ser. Si se empezara por concebir al hombre como algo pleno, sería absurdo buscar después en él momentos o regiones psíquicas en las que sería libre: ello equivaldría a buscar vacío en un recipiente previamente colmado. El hombre no puede ser ora libre, ora esclavo: es enteramente y siempre libre, o no lo es.» (ibíd., p. 467)

Parece ser que pocos han sido tan claros como Jean-Paul Sartre, para vincular la nada con la libertad, por un lado, y el ser con el determinismo, por otro. A este respecto, al menos, dicho autor no se anda con medias tintas y afirma con rotundidad que si hay ser, no hay libertad y que buscarla dentro del ser sería una quimera. Esta oposición entre la realidad y la libertad es tan radical que, precisamente, para poder decir que el hombre es libre, primero hay que demostrar que es nada y esto es a lo que Sartre dedica buena parte de su obra.

En este sentido, no solo está la tesis de que el hombre es nada y por eso es libre, sino que la libertad misma también es nada, pues se identifica la libertad con la nada que el hombre es ―así, la libertad no es un ser: es el ser del hombre, es decir, su nada de ser.

El empeño en inyectar dentro del humanismo la negación de la realidad humana, no solo deja al hombre fuera de la realidad, sino que a la realidad la deja sin hombres. Como, por otro lado, al percibir el ser en sí, parece que admite realidades no humanas, se desprende que no niega la realidad exterior al hombre sino que lo que niega es la realidad del hombre [la realidad-humana]: «ésta debe ser un ser que puede realizar una ruptura nihilizadora con el mundo y consigo mismo.» (ibíd., p. 465).

En definitiva, parece que de lo que se trataría es de imaginarse ser y jugar a serlo, pero si serlo.

Tal vez, no solo haya un vínculo irrompible entre el determinismo y el ser, sino que también lo haya entre la nada y algún otro modo de determinismo, que no es precisamente el real sino su inversión.

Parece obvio que si el hombre fuera esencialmente libre, es decir, nada, viera con pavor la posibilidad de estar dentro de la realidad y determinado por ella. Inevitablemente autores como Sartre parecen percibir la realidad como una tiranía de la que abominan para salvar la nada ontológica en libertad.

El problema de un ser (que no es) que se ve obligado a imaginarse ser y jugar a serlo, pero sin serlo es extremadamente serio. Un problema adicional, es el de que ese hombre, celoso de su libertad, no debe ver las cosas como son verdaderamente, pues esa simple visión, también le limitaría su libertad.

El hombre que es algo no es libre. El hombre que es libre no es algo. El hombre que es libre de sí mismo, es un esclavo del entorno, pero no por ello es, sino que se configura como mero existente sin ser, o como una existencia sin esencia propia, lo cual da lugar a formas existenciales radicalmente anómalas.

Para Sartre, el ser del hombre es nada. Dice al respecto: «… el ser por el cual la nada adviene al mundo debe ser su propia Nada. Y ha de entenderse por esto no un acto nihilizador, que requeriría a su vez un fundamento en el Ser, sino una característica ontológica del Ser requerido. Falta averiguar en qué delicada y exquisita región del Ser encontramos ese Ser que es su propia Nada. (ibíd., p. 58) y continúa: …¿qué debe ser el hombre en su ser para que por él la nada advenga al ser?…. La libertad humana precede a la esencia del hombre y la hace posible; la esencia del ser humano está en suspenso en su libertad. Lo que llamamos libertad es, pues, indistinguible del ser de la “realidad humana” El hombre no es primeramente para ser libre después: no hay diferencia entre el ser del hombre y su “ser-libre”. (ibíd., p.60) […] … yo soy el que seré, en el modo del no serlo. Soy llevado hacia el porvenir a través de mi horror, y este se nihiliza en cuanto que constituye el porvenir como posible. (ibíd., p.67)

Dicho esto, Sartre decide que el determinismo psicológico no es más que una excusa, e incluso el fundamento de toda excusa. ¿Excusa de qué? No lo explica. Al respecto dice lo siguiente:

«El determinismo psicológico, antes de ser una concepción teórica, es primeramente una conducta de excusa o, si se quiere, el fundamento de todas las conductas de excusa. Es una conducta reflexiva respecto a la angustia; afirma que existen en nosotros fuerzas antagonistas cuyo tipo de existencia es comparable al de las cosas; intenta llenar los vacíos que nos rodean, restablecer los vínculos entre pasado y presente, entre presente y futuro; nos provee de una naturaleza productora de nuestros actos y de estos actos mismos hace entidades trascendentes, los dota de una inercia y una exterioridad que les asignan su fundamento en otra cosa distinta de ellos mismos y que son eminentemente tranquilizadoras porque constituyen un juego permanente de excusas; niega esa trascendencia de la realidad humana que la hace emerger en la angustia allende su propia esencia; al mismo tiempo al reducirnos a no ser jamás sino lo que somos, reintroduce en nosotros la positividad absoluta del ser en sí y, de ese modo, nos reintegra el seno del ser. Pero ese determinismo, defensa reflexiva contra la angustia, no se da como una intuición reflexiva. No puede nada contra la evidencia de la libertad, y por eso se da como creencia de refugio, como el término ideal hacia el cual podemos huir de la angustia. Esto se manifiesta, en el terreno filosófico, por el hecho de que los psicólogos deterministas no pretenden fundar su tesis sobre los puros datos de la observación interna. (ibíd., pp. 75-76)

¿De verdad cualquier acción o cualquier modo de ser, es una mera opción que se elige con absoluta libertad? Y, si no es así, ¿por qué razón se nos trata de convencer de que lo es?

Es obvio que nos encontramos ante una rama ideológica más de cuantas niegan a la propia psicología, al ser humano y a la realidad humana, gestando un falso humanismo que niega al propio hombre.

¿Quién puede encontrarse a gusto en un contexto social que afirma sistemáticamente que cada uno de nosotros no somos nada, que por eso somos absolutamente libres, que todo es una simple opción radicalmente independiente de la propia esencia personal, y, que, en definitiva, uno ha de negarse a sí mismo para alcanzar una cierta armonía con los demás?

 

[i] SARTRE, JEAN-PAUL; El ser y la nada: Ensayo de ontología fenomenológica; trad. de Juan Valmar; Eds. Altaya; Barcelona, 1993

[ii] SARTRE, JEAN-PAUL; La náusea; trad., Aurora Bernárdez del original La nausée publicado por Editions Gallimard, París, 1946; rev. Miguel Salabert; Alianza Editorial S.A., Madrid, 1994

3 Comments
  • Sergio Delgado on 13/09/2016

    Hola Carlos, muy interesante el artículo que relaciona “la libertad y la nada”, que es quizá como se debería llamar el libro de Sartre para no confundir al lector, que es lo que quiso.

    Por lo que entiendo planteas que su existencialismo defiende que la esencia del ser humano es la libertad, algo que justifica las tropelías que defendía Sartre como el terrorismo y las revoluciones, y que Albert Camus tanto criticó e hizo que se enfrentara a él.

    Si la esencia del ser humano es la libertad, no hay nada que le determine y si nada le determina, en vez de “ser” algo (real), será anti-realidad. Con este texto y lo que apuntas en Realidad y Psicología humana, estoy comprendiendo que el engaño durante los últimos tiempos desde la anti-realidad es hacer creer en la necesidad fundamental del ser humano es la libertad, de “ser libre”- que lleva al ser humano a “ser nada”-, en vez de la necesidad fundamental de la determinación por la realidad, de “ser determinado por algo” – que lleva al ser humano a “ser algo”-. Una perspectiva orienta hacia la nada, y la otra hacia la realidad.

    En este sentido ahora comprendo mejor que la libertad siempre tiene que ser relativa, el ser humano puede ser libre de algo, pero a su vez necesariamente debe estar determinado por algo, “atado por algo”. Si soy libre de algo soy “nada” de ese algo, no me conforma nada respecto a ese referente, por lo que ser libre completamente me haría ser nada completamente, me dejaría a la deriva, no me determinaría, ni me conformaría, ni me “realizaría” nada.

    En consulta se suele ver los conflictos que genera el concepto de libertad, o la necesidad de libertad que se percibe tanto en la cultura. Creo que cuando la persona padece un sufrimiento se fija sobre todo en cómo liberarse de algo (liberarse de los sentimientos y emociones negativas, liberarse del trabajo, las cargas, las obligaciones, incluso liberarse de la pareja, familia…), pero no se suele fijar en lo que quiere que “le determine”, a lo que atarse, a lo que sujetarse, a lo que “con-formarse” (como aquello que me conforma, que me hace ser). Se ve una fuerte necesidad de “liberarse” pero no de “con-formarse”, que es lo que haría desarrollar al ser. Ese ir liberándose (de sujetos externos, como es cuando la persona se va independizando de las figuras parentales) e ir “con-formándose” (con la realidad) sería el desarrollo ontológico, la realización, y cuando hay problemas en ese doble proceso (liberación de lo que no es uno mismo y sujeción a la realidad) es cuando se generan problemas psicológicos. En este sentido se está muy lejos del pensamiento de Séneca “Obedecer a Dios es libertad”. En la cultura “conformarse”, aceptar, dejarse gobernar por la realidad es visto como algo negativo, incluso como de “perdedores” o de poco luchadores.

    A este respecto, una influencia de las creencias sartrianas sobre la libertad creo que se podría ver en algo que está muy de moda dentro de la psicología relacionado con el valor del éxito social, como es el “Coaching”, que conecta con los mensajes de tener que luchar y no “conformarse”. Los mensajes de “liberarte”, de moverse por metas superando los obstáculos (que al final esos obstáculos serían personas o incluso los propios principios que puedan “parar” a la persona), de “llegar a ser lo que deseas y sueñas” y no permitir que nada te detenga, están calando muy hondo en la cultura, y solo hay que ver como ejemplo este vídeo que casi lo han visto un millón de personas y que tiene tanta aceptación y seguidores. https://www.youtube.com/watch?v=1fNBE2VVwSw

    Un vídeo que da miedo o motiva según desde donde se mire, desde la realidad o la anti-realidad

    Por cierto, hay un autor interesante, un psicólogo y psicoterapeuta, Manuel Villegas Besora, que plantea la psicopatología desde el desarrollo moral (siguiendo un poco la visión de Piaget y Kohlberg), con diferentes libros sobre este tema y tiene varios artículos que escribe sobre “las psicopatologías de la libertad”.

    Como decía, muy buen artículo para seguir reflexionando sobre la idea de libertad, que tanto ha sido utilizada, como buen reclamo, para engañar al ser humano. Lo mismo ha ocurrido con la idea del amor.

    • Carlos J. García on 12/10/2016

      No solo estoy de acuerdo contigo sino que compruebo la lectura tan fértil que, en el tema de la libertad, has efectuado de los libros I y II de la obra Realidad y psicología humana. Te felicito por ello. Además, también me parece fértil el enfoque de psicoterapia que comentas, dado que se centra de forma nuclear en un desarrollo sustantivo conforme a la realidad.
      Por otro lado, creo que es cierto lo que comentas referido a la nueva profesión de entrenadores personales encauzada hacia el desarrollo de habilidades para alcanzar metas, como si los entrenados fueran galgos o caballos de carreras, en vez de personas. Muchas gracias por tus abundantes aportaciones en este comentario.

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