Blog de Carlos J. García

El dilema entre creer en uno mismo o creer en otro

Las creencias pueden clasificarse de varias maneras diferentes, una de las cuales, de especial relevancia, puede hacerse distinguiendo entre creer en X, o creer Y.

Cuando nos referimos a creer en X,  dicha X se refiere a algún sujeto, persona, o entidad, en la que depositamos nuestra confianza, abriendo la posibilidad de que podamos apoyar o sustentar en ella, algo importante. Son creencias, por ejemplo, del tipo “Creo en mi amigo Juan”.

Por otra parte, las creencias del tipo creo Y, o creo que Y, se refieren a enunciados o proposiciones (Y) a las que atribuimos fundamento real. Por ejemplo, “Creo que la nieve es blanca”.

A su vez, ambos tipos de creencias pueden encontrarse en estrecha relación.

Por un lado, tenemos creencias del tipo creo que Y, de donde creo en X. Por ejemplo, “Creo que Juan es buena persona, por lo que creo en mi amigo Juan”.

Por otro lado, tenemos creencias del tipo creo en X, de donde ceo que Y. Por ejemplo, “Creo en mi amigo Juan que me dice que la nieve es blanca, por lo que creo que la nieve es blanca”.

Por lo tanto, cuando tenemos creencias del tipo creo en X, entre esas cosas importantes que hacemos depender de X, podemos encontrar la propia validez, realidad o veracidad, de la información que X nos ofrezca.

La función implícita de las creencias consiste en representar la realidad o aquello que existe, de manera fundada realmente en los objetos de las mismas. En última instancia podríamos decir que en lo que creemos es en la realidad ―con relativa  independencia de lo que cada cual entienda por realidad.

En este ámbito, el término en significa, no solo un lugar dentro del cual estar, sino la radicación misma de todo cuanto acontezca, en nuestra representación, y en la formalización de aquello que deseemos o que hagamos, por lo que, en última instancia, la realidad en la que creemos, posee esa función sustantiva.

Volviendo a las creencias del tipo creer en alguien, en una entidad, etc., ocurre lo mismo, o algo muy parecido, con la preposición en. En estos casos, a aquellas personas o entidades en las que creemos, les atribuimos un papel equivalente al de la realidad.

Vienen a ser realidades que, por atribuirles dicha función sustantiva, reciben el crédito o la confianza que tiene o que reconocemos a la realidad.

De ahí que, la información que emitan y que nosotros recibamos de ellas, la convertimos en creencias propias, sin mayores análisis o consideraciones.

Además, el papel sustantivo que les otorgamos a dichas entidades en relación con la formación de nuestras propias creencias, y, dado el peso que poseen estas sobre nuestras operaciones psicológicas, tales entidades vienen a ser una suerte de sustantividades adicionales a la propia sustantividad, contenida en el «yo».

Es decir, aquellas personas o entidades que nos informan y a las que damos crédito, participan activamente en la formación de nuestras propias creencias, las cuales, en mayor o menor grado, influirán sobre nuestro pensamiento, nuestra voluntad, nuestro modo de percibir determinadas cosas, etc.

Ese crédito que les damos, depende de muchos factores diferentes según el tipo de relación que establezcamos o tengamos establecido con ellas.

Sin extenderme en dicho asunto, se comprenderá que el crédito que demos a un familiar cercano, se puede fundar en factores completamente distintos al crédito que le demos, por ejemplo, a un empleado de una multinacional, o a un tertuliano televisivo.

Ahora bien, supongamos que determinados mensajes que nos envían esas personas en las que confiamos, entran en colisión con las creencias que ya tenemos almacenadas en nuestro propio sistema de referencia interno.

Ya sean contrarios, opuestos, incongruentes, o simplemente incompatibles, con lo que ya creemos, nuestro propio sistema de referencia generará una alerta ante dichos mensajes, que nos moverá a detectar y analizar el conflicto.

Ante la disyuntiva de retirar el crédito a la fuente emisora del mensaje incompatible, o retirárselo al propio sistema de referencia interno, en general, se lo retiraremos a dicha fuente.

No obstante, si nuestra creencia en dicha persona es fundamental, en relación con una gran parte de las creencias que albergamos en nuestro propio sistema de referencia, el hecho de desacreditarla, implica desacreditar una buena parte de nuestro propio sistema, lo cual equivale, en cierta medida a desacreditarnos a nosotros mismos en esa misma medida.

En estos casos, es fácil que se formen escisiones dentro del propio sistema de creencias, o que se generen disposiciones divididas en diversos sentidos, que debiliten la unidad esencial del propio ser.

Otro problema destacable ocurre cuando, ante un conflicto de sustantividades de las que dependen las creencias de una persona, de las cuales la esencial es el propio «yo», lo que se pone en juego es la prevalencia del «yo» frente al otro sujeto.

En tal caso, las creencias que tienen al «yo» como fundamento, e, incluso, como objeto, pueden ser puestas a prueba bajo diferentes operaciones hostiles que la otra persona efectúe sobre ellas, como, por ejemplo, su desacreditación.

En tales casos se abre la posibilidad de que una persona tenga que elegir entre confiar en su propio «yo» o confiar en la otra persona, dada la emergencia de una incompatibilidad insuperable entre ambas sustantividades.

El conflicto se resolverá de forma favorable a la sustantividad más fuerte de las dos, lo cual, sobre todo en la infancia, suele ser la del otro sujeto que, generalmente, coincide con la figura de seguridad.

Ahora bien, ese resultado, conllevará para la persona hostigada, la pérdida de confianza en sí misma, es decir, la creencia de que ella misma no es una realidad en la que fundar las propias creencias y, consiguientemente, las propias actividades de relación. Tal es uno de los fundamentos principales de la inseguridad personal en tanto alteración estable de la personalidad.

2 Comments
  • Ignacio Benito Martínez on 08/05/2016

    Me encantó el artículo, no había percibido nunca el tema de las creencias así de claro. Quizás en las creencias se encuentren las claves del cambio, y de una mayor realización personal. Entiendo por lo tanto, que para estar bien, cuanto más representen las creencias la realidad, mejor estará mentalmente una persona, sin haber otra solución para mejorar. De todas formas: ¿cuesta mucho tiempo y esfuerzo desacreditar creencias falsas? Lo digo porque parece claro que los cambios en el ser humano, son lentos. Me imagino que dependerá de la cantidad de creencias reales que uno tenga albergadas en su sistema de referencia interno, y que cuanto más real sea éste, si posee 5 creencias falsas, mejor que sí tiene 15. No sé, y luego te quería preguntar: ¿cuántas creencias troncales piensas que rigen nuestra actividad? Me imagino que puede haber creencias más importantes que otras. Tema apasionante éste, y muy poco estudiado, porque esto así tal como lo has descrito, no lo escuché nunca.
    Realmente, la psicología debiera de solucionar problemas mentales, personales, etc. Y la verdad es que la mayoría de terapias, pueden cambiar alguna actitud, pero no llegan al tronco, a la esencia de las personas, y en el fondo, no cambian nada. Desde luego, los sujetos anti-reales, no van a cambiar; los irreales, tienen un cambio lento y difícil; los que tienen privaciones de realidad, estando constituidos en su mayoría de manera real, creo que sí que pueden cambiar, aunque parece claro que todo cambio cuesta trabajo (no vale con leer en los posos del café).

    • Carlos J. García on 08/05/2016

      Trataré de responderte en el mismo orden en que planteas las preguntas:
      1) Efectivamente la clave, tanto del cambio como de su ausencia, se encuentra en las creencias nucleares que se encuentran en el sistema de referencia interno de la persona.
      2) Estar bien es importante, aunque depende en gran medida del grado de realización que tiene la persona, lo cual es equivalente al volumen de creencias reales que la configuran.
      3) Es cierto, la mayoría de los cambios reales son lentos.
      4) La realización, cuando se efectúa, es un proceso continuo a lo largo de toda la vida de la persona, aunque se puede intensificar, si se dedica la atención necesaria a promoverla o mejorarla.
      5) Cuanto mayor sea el grado de realización de la persona, tanto más se facilita la continuación del propio proceso.
      6) Según mi experiencia, la cantidad de creencias troncales que definen la esencia de una persona, no creo que pasen de diez en ningún caso, aunque haya otras muchas ramas secundarias, terciarias, etc., que conectan con ellas.
      Gracias por el comentario. Te deseo todo lo mejor en tu propia realización.

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