El idealismo y el escepticismo
El realismo parte de la realidad para la formación de las ideas. La tarea de imaginar consiste en buscar o elaborar una idea para la cosa que se necesita tener en la mente, pero la mayor parte de las ideas vienen prácticamente formadas por las cosas a las que se refieren.
Las creencias son ideas a las que se atribuye o se ha atribuido un correlato real, lo tengan o no lo tengan de verdad.
Si en vez de tener o buscar una idea para que sirva a un fin real, se comienza por tener una idea sin fundamento real, a la cuál en un segundo momento se le atribuye dicho carácter, la idea se realiza artificialmente y se convierte en creencia, la cual producirá efectos funcionales como cualquier creencia con fundamento real correctamente establecida.
La relación entre las ideas y las cosas puede ser de tipo idealista o de tipo realista, según sea la persona que las efectúe.
Una persona idealista da prioridad a las ideas sobre las cosas, mientras una persona realista da prioridad a las cosas por encima de las ideas.
No obstante, hay que diferenciar las ideas con respecto a las cosas que son (las ideas gnoseológicas), de las ideas referidas a las cosas que deben-ser (ideas operativas o prácticas). Ambos tipos de ideas cumplen un papel inverso con respecto a las cosas.
Las ideas de las cosas tal como son, que resultan del conocimiento, son medios para representar las cosas a las que se refieren. En este caso, el sujeto es la cosa, mientras la idea es el objeto de la cosa.
Las ideas relativas a cómo deben ser las cosas, dan a éstas la utilidad de materializar tales ideas. En este caso, las cosas son el objeto de las ideas, mientras éstas son el sujeto de tales objetos.
Las ideas gnoseológicas no operan sobre la realidad de las cosas, sino que, respetándolas en todo lo posible, se constituyen en modelos y representaciones de aquellas, por lo que su cometido pasa por adaptarse o conformarse a las cosas tal como son.
Las ideas prácticas, por el contrario, se refieren a determinar o influir en las cosas por medio de las propias acciones. De hecho, tales ideas son necesarias para concretar las acciones que hay que hacer para operar de un modo u otro sobre los estados de cosas que haya que cambiar, o, incluso, conservar frente a posibles cambios no deseados.
Las ideas prácticas tienen el fin de materializarse en cosas, mientras las gnoseológicas son el resultado de hacerse según las formas que tengan las cosas.
Por otro lado, el idealismo filosófico niega que haya cosas, afirmando que lo único que hay son ideas, lo cual conduce inevitablemente a no diferenciar entre las ideas gnoseológicas y las prácticas, ni entre las ideas y las cosas.
Dada una idea, al idealismo le resulta indiferente si es de las cosas, es para hacer cosas o si es real con independencia de cosa alguna.
Ahora bien, el idealismo, al afirmar las ideas como lo único que existe, viene a admitir implícitamente que las ideas que se tienen son lo único real, dada la identificación generalizada entre existencia y realidad. Al ser reales todas las ideas, por ser ideas en un mundo sin cosas, las ideas de ser se confunden perfectamente con las de deber-ser, y, ambas, son independientes de cualquier cosa exterior, actual o potencial, pues nada existe ni existirá exterior a ellas.
Si se sostiene implícitamente que las ideas, sean las que sean, son reales, entonces todas las ideas se convierten en creencias, a las cuales la persona atribuye carácter real. Todo cuanto se pueda pensar, por muy imaginativo que sea, se creerá real.
Pero es que a este mismo resultado se accede si eliminamos al «yo» de las operaciones del conocimiento. La persona sin «yo» o con un «yo» anulado o desactivado de la conciencia, cree que aquello que imagina existe objetivamente, por cuanto no puede atribuir lo que piensa a ella misma, dado que no existe su «yo». Lo que piensa es objetivamente real.
En todas aquellas personas cuyas existencias conlleven el sacrificio de sus propios yoes, impera el idealismo sobre el realismo y, por tanto, las condiciones de la credulidad y la sugestión hacia sus propios pensamientos.
En tales condiciones, no es raro que dichas personas teman a sus propios pensamientos, especialmente a los que se refieran a sí mismas o a algo de sí mismas, como si de cosas temibles se trataran.
Ahora bien, si el objeto del temor es el propio pensamiento, la actitud de miedo a ese objeto activará la representación del propio pensamiento temido, aunque solo fuera para ponerlo bajo control o eliminarlo, por lo que, temer pensar algo, hará pensar exactamente eso, lo cual, si se une a que dicho pensamiento se cree real, tal creencia suscitará los sentimientos, las emociones y los estados mentales correspondientes a aquellos que produjera cualquier creencia fundada en el carácter real de su objeto.
La actitud de control del propio pensamiento, derivada del miedo a pensar ciertas ideas, causará dicho pensamiento. El contenido del mismo, al considerarse real, provocará reacciones emocionales concomitantes a él, las cuales contribuirán a malignar más aquello en lo que se originan, que es el pensamiento: La malignación así incrementada renovará las correspondientes actitudes de control; todo ello formando un bucle cuya retroalimentación solo cederá ante el agotamiento, debido al elevado gasto de energía, mental y emocional del proceso.
El miedo causa la actualidad de lo temido y esto produce reacciones de malestar que se atribuyen a su causa, etc., pero lo cierto es que las ideas, por sí mismas no causan absolutamente nada.
A las personas idealistas no les viene nada mal una dosis de escepticismo general y un sentido crítico acerca de sus propias ideas.
Las ideas que no procedan de las cosas es mejor dejarlas a un lado y reconocer el auténtico valor de las ideas que han sido hechas a partir de las cosas mismas, tal como son.
Lo primero y lo primario es la realidad, mientras las ideas son simples medios para tratar de incorporarla a la propia mente. En ningún caso se deben poner las ideas por encima de las cosas, ni mucho menos, regalarles a las ideas correlatos reales que solo la credulidad les proporciona.
¡Maravilloso artículo! Curiosamente es bastante actual, aunque no salga a debate en ningún medio. Actual porque el idealismo está muy de moda. Hay muchas cosas del artículo que no las veía claras. Me encantó. Yo diría que para leer varias veces.
Es que el idealismo está configurando en gran medida la atmósfera informativa en la que vivimos inmersos. Es posible que muchas personas ni siquiera se den cuenta de eso, ni del antropocentrismo anti-real que se respira. Me alegro de que te gustara.
En una persona en la que impera el idealismo sobre el realismo, escribes que el miedo a sus propios pensamientos va a hacer existir estos cuando se produce una actitud de control sobre el pensamiento. Si algún sujeto exterior logra introducir en una persona en la que impera el idealismo que crea algo irreal del tipo «te van a echar del trabajo porque no vales para hacer un cometido como este» o «vas a fracasar en una relación de pareja», o «no eres nada sin mi», u otros muchos ejemplos que se puedan pensar…
Siendo estos pensamientos falsos, pero temiéndolos esta persona, por lo que escribes en este artículo entiendo que ese temor hará que se establezca una actitud de control hacia lo temido y que estos pensamientos cobren vida, por así decirlo.
Entiendo que este tipo de pensamientos son los que originan la locura, el malestar, la infelicidad, etc. Siendo estas formas de pensar irreales, aunque entiendo que pueden generar tal angustia que al final incluso el temor a ellos puede hacer que se conviertan en reales, y que estas cosas sucedan, ya que se les dan valor de realidad.
Da la sensación de que estos son pensamientos obsesivos, y que se entra en un bucle muy nocivo para el sujeto… no sé como lo ves tú esto…
En general el idealismo sostiene que no hay realidad. Que solo hay pensamiento. Dado esto, una persona plenamente idealista sería incapaz de distinguir los pensamientos verdaderos de los falsos, pues tales enunciados remiten a su relación con las cosas que existen fuera de la mente. Si no hay nada fuera de la mente, el pensamiento adquiere rango de «realidad» única pues resulta indistinguible e incontrastable con sus referentes, suponiendo que se refiera a algo.
El problema no consiste en los pensamientos propiamente dichos, sino en que determinados pensamientos adquieran la estructura de creencia. Una idea pasa a ser creencia cuando la persona le atribuye fundamento real. La credulidad de una persona, su sugestionabilidad, su inocencia, una fuerza del yo débil, etc., si son elevados, pueden hacer que conviertan en creencias las ideas falsas que reciba de otras o ideas producidas por sus fantasías o temores a raíz de aquellas. De ahí que una persona que arrastre un temor estable hacia algo, por el que tiende a pensar en que eso mismo que teme puede suceder, genere mucho pensamiento irreal que cree que se podría materializar y ese mismo miedo dé lugar a actitudes de control para que no se materialice. Pero lo raro sería que, precisamente, a pesar de pensar obsesivamente en ello, dichos pensamientos pasara a materializarlos. Lo esperable es que no haga acción alguna que produzca dicho efecto. La única excepción ocurre con las emociones asociadas al miedo, que no son acciones sino reacciones. Por ejemplo, si una persona tiene una actitud de miedo a generar determinados estados emocionales, sus intentos para controlarlos podrán incrementar la posibilidad de que los padezca, pues las propias actitudes de control generan emociones a veces muy intensas. Lo que no ocurre, en general, es que una idea por el mero hecho de creerla se convierta en algo existente fuera de la mente: creer que existen los centauros no los produce materialmente. En fin, el tema es mucho más extenso de lo que parece. Habría que hablar del pragmatismo y otras corrientes, pero en este mismo blog puedes encontrar algunos artículos relacionadas.