¿Eres negacionista?
Copérnico (1473-1543), sacerdote católico polaco, se dio cuenta de que la tierra no era el centro del universo, sino que giraba sobre su propio eje y, también, alrededor del sol. Esta creencia era contraria a la ortodoxia de la Iglesia que consideraba que la tierra era el centro del universo, pero su doctrina no fue condenada por la Iglesia hasta la época de Galileo (1564-1642) posterior al Concilio de Trento. Lo cierto es que “Los empiristas modernos, —como afirma E.A. Burtt (citado por Russell[i]) —, si hubieran vivido en el siglo XVI, hubieran sido los primeros en burlarse de la nueva filosofía del universo”, es decir, hubieran estado conformes con la doctrina de la Iglesia, ante la evidencia disponible entonces. Copérnico fue criticado e, incluso ridiculizado, por Lutero y por Calvino. Tras Copérnico, Kepler (1571-1630) estableció las tres leyes del movimiento de los planetas.
Galileo (1564-1642), fue quien primero sostuvo que todo cuerpo, si se le deja solo, continuará moviéndose en línea recta con velocidad uniforme salvo que la acción de una fuerza exterior, ejercida sobre él, haga cambiar su velocidad o su dirección. Newton (1642-1727), le puso a este principio el nombre de “primera ley del movimiento”. Galileo, también estableció la ley de la caída de los cuerpos que afirma que todo cuerpo al caer libremente, lo hace con aceleración constante, salvo por la resistencia que pueda oponer el aire. Las diferentes masas de una misma sustancia, caen todas siguiendo el mismo principio. Más tarde se vería que incluso las de diferentes sustancias caen del mismo modo. Este autor también estudió el lanzamiento de proyectiles. Galileo fue condenado, primero, de forma privada en 1616, y, posteriormente (1633), de forma pública.
Isaac Newton, sintetizó y depuró las leyes establecidas por Copérnico, Kepler y Galileo, y enunció su ley de gravitación universal que afirmaba que “todos los cuerpos se atraen recíprocamente con una fuerza directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de las distancias”. Por la misma época se hicieron importantes descubrimientos en biología, magnetismo, química, matemáticas y otras materias científicas, aunque, el impacto cultural de Newton, fue mucho mayor que los de los otros investigadores.
En el siglo XX se produjo la nueva revolución científica de Einstein que cambiaba sustancialmente la teoría de Newton introduciendo la teoría de la relatividad y con ella la nueva geometría del espacio-tiempo, ampliamente divulgada.
En esta secuencia de acontecimientos se constata fácilmente cómo funciona la Ciencia, en especial la Física que se supone es la más rigurosa con permiso de las matemáticas.
La veracidad de las teorías científicas siempre ha de considerarse provisional a la vista de su propio progreso y de los grandes cambios que va introduciendo en ellas una actitud abierta al conocimiento que, por principio, lleva implícita la tarea fundamental de la discusión.
Ahora bien esas discusiones pueden centrarse en simples matices o en aspectos sustanciales acerca del funcionamiento de la naturaleza y de sus causas.
En el caso de los grandes modelos teóricos citados, hubo, hay y seguirá habiendo discusiones muy importantes por las que desde determinadas perspectivas se afirman hechos o interpretaciones, mientras por otras, se niegan, se corrigen o se mantienen posturas de incertidumbre.
Hay, por tanto, una dialéctica natural entre afirmaciones y negaciones que, siendo en un contexto de razón, suelen mejorar el conocimiento.
En este terreno, negar algo significa decir que no existe, que no es verdad o que no es como alguien cree o afirma.
Por otro lado, desde hace algunas décadas, se ha venido empleando el término negacionista para calificar a quienes sostienen actitudes que niegan determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes, especialmente el holocausto. (RAE)
Es mucho más reciente la evolución semántica de dicho término cuando se aplica, por ejemplo, al rechazo de la teoría del cambio climático o calentamiento global antropogénico, a causa del incremento de emisiones de carbono a la atmósfera.
Dicha teoría es de una complejidad extraordinaria en todos sus componentes descriptivos, causales y predictivos, todos ellos dignos del enorme debate científico que se está produciendo en estos años.
Hay científicos que la afirman y otros que la niegan en todo o en alguna de sus partes, si bien, los medios de propaganda, excluyen a estos últimos de sus comunicados sin que dicha exclusión vaya acompañada de legitimación alguna.
No obstante, el problema es de enorme trascendencia dado que conlleva una valoración explícita de la maldad del incremento del CO2 en la atmósfera, valoración que también es muy discutible, ya que su incremento puede tener relación directa con la proliferación de la vida en el planeta.
Ahora bien, aparte la complejidad de la teoría en discusión y de la discutible valoración negativa de sus efectos, hay otro factor de enorme trascendencia para la población que se refiere a los enormes esfuerzos económicos que debemos hacer para cambiar los combustibles fósiles por energías renovables.
Las limitaciones de emisión de carbono se han establecido en cupos para las diferentes naciones que se han comprometido a llevar a cabo dicho cambio energético, cupos a partir de los cuales, las emisiones tienen un coste económico adicional para quienes las efectúen.
La cuestión es que como, de hecho, los cupos son insuficientes para la actividad normal de los sectores industriales que producen las mayores emisiones, se ha generado un nuevo mercado de compra de derechos de emisión, cuya demanda es superior a la oferta, lo cual encarece directamente toda energía que, como la electricidad, emplea parcialmente dichos combustibles, mientras las energías renovables de por sí ya implican, por lo general, un encarecimiento de las mismas que repercuten en las facturas de los consumidores.
En definitiva, la energía se está encareciendo de modo desorbitado y es la población general la que la tiene que costear por medio de sus facturas y de nuevos impuestos, directos e indirectos.
Así que, de una teoría científica muy discutible pero cuya discusión está siendo prohibida de facto, se desprende un perjuicio sobre la población general a la que nadie ha preguntado qué prefiere, si padecer una condición de pobreza energética o, por el contrario, mantener las emisiones de CO2 tal como estaban, asumiendo la culpabilidad del desastre planetario que heredarán sus nietos.
Sin embargo, en otro terreno relativo a la contaminación medioambiental, como es el de los residuos plásticos que contaminan todos los océanos y pasan a la cadena alimenticia humana por medio de la pesca, nadie parece tomarse en serio la erradicación de su empleo masivo por todas las industrias que los utilizan como recipientes.
Se le pide al consumidor que los recicle, pero no se prohíbe ni su producción ni su empleo por parte de las grandes industrias. Así que el problema vuelve a recaer en la población general.
En lo que respecta al negacionismo, parece ser que hay negacionismos y negacionismos de muy diversa índole, según sean los intereses de quienes gobiernan el mundo actual.
En lo que respecta a la energía nuclear cuyos accidentes han sido ocasionales y mucho menos terroríficos de lo que se suponían, la ideología única ha decidido que está muy mal emplearla para beneficiar a la población general, pero los grandes poderes tienen a bien mantener unos enormes arsenales de bombas nucleares en determinadas naciones privilegiadas y que, solo un grupo de ellas, vencedoras de la II Guerra Mundial, son las que casualmente conforman el comité de seguridad de la ONU.
En estos casos, como en otros muchos, parece que no cabe aplicar el término de negacionistas a quienes sostengan que no es para tanto contaminar los océanos con plásticos o que no está mal poder destruir gran parte del planeta de un plumazo y diezmar a la población mundial con apretar un simple botón de un ordenador.
Tal vez habría que preguntar a la población alguna vez, acerca de asuntos gravísimos que la conciernen, por medio de papeletas que contengan las dos opciones SÍ y NO, siendo la emisión de ambas palabras igualmente respetable.
Por otro lado, hay formas sutiles de negacionismo que pasan desapercibidas a la población, debido a que nadie informa de los hechos que están ocurriendo.
Por ejemplo, los trágicos episodios de maltrato, persecución y/o exterminio contra los cristianos y especialmente contra los católicos, no han cesado desde los orígenes del cristianismo en Roma y han ocupado buena parte de la historia de Occidente, si bien continúan de plena actualidad en una diversidad de naciones.
Al menos 340 millones de cristianos se enfrentan a la persecución en todo el mundo[ii]. En la página web de Puertas abiertas puede verse la lista de países en los que se practica, fundamentalmente debida a la opresión comunista, el extremismo islámico y diversas formas de totalitarismo.
¿Alguien está al corriente de todo esto por los medios de comunicación habituales? ¿Acaso no son negacionistas consumados todos esos medios que desprecian u ocultan deliberadamente la existencia de tales atrocidades?
Ahora bien, siendo la imputación de negacionismo algo que rara vez es verdad y que acaba injuriando a multitud de personas que tenemos la costumbre de emplear la recta razón, en vez de la razón torcida[iii], dicha práctica se combina con el empleo de multitud de falacias semejantes, como son: la imputación de fascismo a quienes discrepen en cualquier dogma ideológico por trivial que sea; la inversión sistemática de los roles de víctimas y verdugos (la víctima es la causa de que el verdugo la agreda, como cuando el que recibe una pedrada es culpable por recibirla); la destrucción disparatada de todas las costumbres de una civilización como la que hemos disfrutado; situar en el oficio de nuevos legisladores a quienes destruyen los estados de derecho; mentir por sistema; ocultar a la población lo que debe ser transparente; encadenar contradicciones en instantes casi sucesivos; llamar izquierda a los nuevos ricos que comulgan con los más ricos del planeta; la demolición de la naturaleza del ser humano; llamar conspiranoicos a quienes descubren conspiraciones (como de hecho está pasando con el virus chino); la censura galopante en internet…
Se debe decir que Afirmar y Negar son funciones naturales de la mente humana, lo mismo que Amar y Odiar, y otros muchos pares de contrastes semejantes que permiten adoptar actitudes sensatas ante entornos, hechos o situaciones que trascienden para bien o para mal a quienes se ven afectados. Prohibirlas es tanto como desarmar al ser humano ante todo aquello que el oprobioso poder pretenda ocasionarle.
[i] RUSSELL, BERTAND; Historia de la filosofía; trad. de Julio Gómez de la Serna y Antonio Dorta del original en inglés; RBA; Barcelona, 2005
[ii] Ver página web de la ONG Puertas Abiertas: https://www.puertasabiertas.org/
[iii] Ver el artículo de este mismo blog, titulado La razón torcida o la inversión de la razón.
Carlos gracias por este gran artículo que describe perfectamente lo que está ocurriendo en el mundo. ¿ Cómo será es futuro que nos espera con esta gran dictadura? A mí a veces me da miedo.
Todos debemos contribuir en lo que podamos para evitar que se consolide o, al menos, que tenga la menor implantación posible.
Gracias por el comentario.
como siempre muchas gracias por tus acertadas opiniones
Muchas gracias Concha.
Hola. Muy de acuerdo. Pero es que además hay algo sutil en ese término. El sufijo ‘ista’ del griego y latín, ist en inglés, heredado del francés, hace referencia a un oficio.
La ingeniería social añade este sufijo a quienes niegan o simplemente dudan de sus dogmas, porque quiere presentarlos como fanáticos cuyo oficio es negar cualquier cosa que sostenga el poder para ocuparlo ellos. Es decir, no se sujetarian a un análisis racional, sino ideológico.
Si paralelamente se ha «adornado» al opositor con atribuciones de fascismo, totalitarismo, se mete en el mismo saco a cualquiera que no participe de ese oficio, sino que simplemente se limite a usar su razón y discrepe racionalmente de esos dogmas.
Siempre ha habido malos pero hoy tienen más poder que nunca porque nunca ha habido más tontos.
La sutil ingeniería social de la segunda mitad del siglo pasado ha dado paso a una simple estrategia de confrontación identitaria, a cuenta de burdas falacias cientificas, porque el ser humano ha llegado a un grado de despersonalización critico. Cualquier mentira, por muy irracional que sea, ya es fácilmente creída no a cuenta de la verdad sino de la ideologia…sin sospechar siquiera que esas mentiras sí llevan a una destrucción.. ya muy avanzada.
Añadir el sufijo ista reduce el conocimiento a un oficio para obtener el poder, y las ideas ya no se analizan sino que son meros símbolos de marca de rebaño a las que, o te adhieres o las niegas. Su veracidad no importa. Solo tu adhesión al rebaño ideológico de turno.
Por último, constatar que muchos ciencificos se han rendido al poder coercitivo y apenas quedan ya Galileos, Servets, Copernicos, Giordanos Bruno valientes. Ya no se quema al disidente,no porque el poder sea piadoso, sino porque el ingeniero social conoce bien el efecto boomerang del mártir. Basta cancelarlo: difamarlo y silenciarlo.
El conocimiento científico ya no es tal, sino «cientifista». La verdad ni existe, ni importa. Ahora se compra. Y los malos nadan en dinero y poder.
Hacer pues referéndums «sí o no», no arregla nada en mi opinión. Solo mostrará cuántos individuos integran cada rebaño. En materia de conocimiento no existen consensos sino esfuerzo e investigación de la verdad. No es un oficio, es la única actitud realmente humana que, si fuera mayoritaria, no daría cabida a este sinsentido.
Un abrazo
Los fanáticos son exactamente quienes no admiten refutaciones reales de sus tesis ideológicas, pero como siempre, los anti-reales invierten todo lo real, e imputan la identidad falsificada de ser “los malos” a quienes atacan por el simple hecho de oponer resistencia. El poder siempre juega del modo más sucio que se le ocurre.
Tu afirmación de que “Siempre ha habido malos pero hoy tienen más poder que nunca porque nunca ha habido más tontos”, es tremendamente cierta, comienza cuando se niega el principio de la verdad, tal como dices, y se dispara cuando la “educación” es de todo menos contribución a la realización personal de quienes se supone que están en formación.
Si a ese factor se une la supresión de la honradez, de la honestidad, e impera el “todo vale” para conseguir fines materiales, en todas las disciplinas incluyendo las científicas, esa discapacidad cognoscitiva se multiplica hasta disolver la conciencia personal de los individuos y se accede a funcionalidades de rebaño.
Es obvio que Occidente está en una etapa de decadencia acelerada de la cultura que fue.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
Muy buen comentario. Excelente.
Me alegra mucho de que te haya parecido excelente el comentario de ignacio.pliego@gmail.com. Sin duda es así.
Gracias por tu aportación.
Buenas tardes Carlos
Como siempre, excelente articulo una vez mas para hacernos pensar. Como bien dices, afirmar y negar son funciones naturales de la mente humana. Tenemos que tener esa capacidad de posicionamiento ante los hechos. Creo que el problema viene cuando el negacionismo se trata de una conducta irracional con el único objetivo de rechazar la Realidad una vez ha sido verificada. Decía Descartes «para investigar la verdad es preciso dudar en cuanto sea posible de todas las cosas». La duda nos lleva al conocimiento y nos acerca a la Realidad en la que queremos estar los Seres Reales. ¿Qué intereses se esconden detrás de los negacionistas cuya posición es inamovible y pretenden trasladar a los demás, en especial, a los Seres Reales?. Un abrazo Carlos.
El negacionismo lo ejercen quienes acusan en falso a otros de ser negacionistas, quienes niegan la realidad, y quienes sostienen que sus actitudes, posturas o ideologías anti-reales, son verdaderos dogmas que nadie tiene derecho a cuestionar. Desde el momento en que el poder ataca la realidad pierde todo crédito para juzgar a las personas reales.
Muchas gracias, Jesús, y otro abrazo para ti.