¿Es un mito la maldad pura?
Un mito es alguna de estas tres cosas [i]: 1) Una leyenda simbólica cuyos personajes representan fuerzas de la naturaleza o aspectos de la condición humana…, 2) Una representación deformada o idealizada de alguien o algo que se forja en la conciencia colectiva…, o, 3) Una cosa inventada por alguien, que intenta hacerla pasar por verdad, o cosa que no existe más que en la fantasía de alguien.
Aquellos autores que afirman que el mal puro es un simple mito, sostienen tesis como las siguientes:
- El bien y el mal forman parte de la naturaleza humana y se encuentran en todos los miembros de la especie.
- No existen malos muy malos que carezcan de un sentimiento de bondad, ni buenos muy buenos que carezcan de un sentimiento de maldad.
- No hay nadie tan malo que inflija daño a otras personas de forma deliberada.
- No hay nadie tan malo a quien le mueva un sentimiento de placer vinculado a causar daño.
- Las víctimas de los malos, rara vez son víctimas inocentes.
- Cualquiera de nosotros es capaz de causar un mal inmenso, e, incluso, un genocidio…
Algunas de estas tesis brotan de ciertas interpretaciones de lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial con el genocidio nazi, y de algunos experimentos —como los famosos, de Milgram y Zimbardo— en los que, personas corrientes, son capaces de infligir graves daños a otras personas, prácticamente, sin motivo alguno.
En tales interpretaciones no parece que se tenga en cuenta la gran diferencia que puede llegar a haber entre la conducta de una persona actuando bajo sus propios determinantes y, la conducta de esa misma persona, cuando se encuentra incluida en un grupo organizado cuyo fin es causar algún mal, y, además, actuando bajo coacción y engaño.
El «yo» que mueve a una persona en circunstancias normales, puede quedar anulado en su capacidad de producir acciones, cuando es sometido a presiones extraordinarias por un poder exterior, que pasa a ocupar su cometido en la determinación de la conducta. En tal caso, la verdadera conducta de la persona es sustituida por otra, que no es más que la materialización existencial del sujeto de poder en el ejercicio de su violencia.
Tal vez se podría afirmar que, la maldad del sujeto de poder, instrumentaliza y conforma acciones ajenas para cometer sus fechorías, pero, en ningún caso, que esa persona se convierta en mala, o saque a relucir algo malo que resida en ella, puesto que hablando con propiedad, dicha persona deja de existir en tal situación.
Ahora bien, no se trata de justificar lo que cada cual haga en todo momento y situación, sino que es necesario hacer una evaluación de la fuerza del «yo» de cada persona, para saber hasta qué punto puede resistir la violencia de un sujeto exterior destinada a derrocarlo y sustituirlo por los determinantes del propio poder.
Uno de los problemas epidémicos de la actual civilización parece radicar, precisamente, en que, lejos de fomentarse mediante una correcta educación, la fuerza del yo de las personas, y la presencia de sólidos principios morales en la parte sustantiva del mismo, parecen promocionarse variadas formas de dependencia y debilidad ontológicas, junto a la ausencia de principios morales.
La auténtica maldad, no solo puede estar causando alteraciones y anomalías de funcionamiento en casos individuales, sino que también puede causar privaciones humanas en materia formativa, susceptibles de debilitar a muchas personas de la población que tome como objetivo.
Por otro lado, si suponemos que en una persona, residen conjuntamente, un principio del mal y uno del bien, en orden a poder afirmar que todo el mundo es capaz de hacer el mal y hacer el bien, indistintamente, crearemos una seria dificultad para poder explicar cualquiera de sus conductas, que tenga alguna implicación moral, por leve que esta sea.
La parálisis del asno de Buridán ante una elección imposible entre los dos caminos que se le abren, se quedaría corta frente al conflicto insoluble que se generaría en el sistema de creencias de la persona en cuestión, con el consiguiente bloqueo funcional.
A este respecto hay que precisar que muchas personas podemos hacer algunas cosas malas a lo largo de nuestra vida, lo cual no significa necesariamente que nuestro determinante en materia moral sea la maldad, sino que podemos obrar por ignorancia, dependencia, alteraciones, bajo seducción… Son muchos los defectos personales que pueden explicar algunas malas acciones.
Hay que distinguir entre hacer algunas cosas malas, con fines diferentes al de causar el mal, de obrar siempre que sea posible, bajo el determinante de la maldad, lo cual, por cierto, puede incluir una gran cantidad de acciones aparentemente buenas por mero imperativo táctico.
Ahora bien, ¿cuál puede ser la razón de afirmar que la maldad pura es un mito y que todos los seres humanos albergamos un demonio dentro de nosotros, capaz de surgir en cualquier momento de nuestra vidas?
En el caso de que lleguemos a creer dicho mensaje, el resultado inmediato es la malignación de nuestra propia identidad personal; la imposibilidad de poder juzgar a nadie como alguien malo, o como alguien bueno; la justificación de toda maldad humana, por ser atribuida a la naturaleza de especie; envolvernos nosotros mismos en una estructura obsesiva motivada por el pánico a convertirnos, de pronto y sin previo aviso, en un Mr. Hyde, en un genocida nazi o estalinista, en un asesino en serie, o en cualquier otra figura aterradora.
Es curioso que, todas estas consecuencias y algunas más, producto de la creencia de que la maldad pura es un mito, forman parte de un serio problema psicológico que padecen muchas personas inocentes, causado por la malignación arbitraria de su identidad personal, efectuada por personas en las que, de niños, tuvieron que confiar.
[i] Véase entrada de la palabra “mito”; MOLINER, MARÍA; Diccionario de uso del español. Edición abreviada; Editorial Gredos, S.A.U., Madrid, segunda edición, 2008
Cuando una persona no conoce algo evidentemente es incapaz de introducirlo en su modo de ver la vida, en su modo de proceder. Gracias Carlos por abrirnos los ojos.
Una sugerencia: En tu novela El psicólogo, una de las adolescentes a las que tratan de ayudar los dos protagonistas, reacciona ante el ataque a su identidad volviéndose perfeccionista, entre otras cosas. Pienso que sería un tema interesante para tratar en una de tus entradas.
Muchas gracias, un saludo.
Gracias Alfredo. Trataré de hacer un artículo sobre la relación entre identidad personal y perfeccionismo. Un saludo