¿Hay algo fuera de la mente humana? (Realidad I)
¿Qué es la realidad? Parece mentira que, para tratar de adentrarnos en la noción de realidad, tengamos que empezar por fijarnos en la pregunta que da título al presente artículo. Esa es la pregunta que hizo Descartes y que dio comienzo a la extraña filosofía moderna.
La propia pregunta sirve al propósito de jugar a demostrar la existencia de la realidad, como si solamente pudiéramos creer en la realidad mediante algún tipo de demostración de estilo cartesiano, que inequívocamente estaría destinada al fracaso. Lo que extraña es que un geómetra del nivel de Descartes no supiera de antemano que un axioma, por definición, es indemostrable, debido a que se trata de una evidencia.
Como era de esperar, Descartes fracasó en su supuesto intento de demostración mediante sus meditaciones, si bien, el escenario que elaboró no parecía diseñado para tener éxito, sino, todo lo contrario, precisamente para acceder a un fracaso público y notorio.
Su conclusión es fácil de entender por todo el mundo. Según él, la existencia de la realidad depende la existencia de Dios, por lo que, si no se cree en Dios, no se puede creer que la realidad exista fuera de la mente humana.
Ahora bien, ¿acaso no es mucho más difícil creer en la existencia de Dios que en que haya algo fuera de la mente humana? La respuesta es tan obvia que su tesis conduciría a cualquier ateo a negar que existiera algo fuera de su propio pensamiento.
La existencia de seres y de cosas fuera de nuestra mente es evidente. Se trata del primer principio del realismo.
Lo primero de todo es que hay algo en vez de nada. A partir de ahí podremos empezar a investigar o a intentar demostrar tantos objetos como queramos. Sin eso, no quedaría nada por hacer.
Pues bien, prácticamente toda la filosofía moderna se funda Descartes, es decir, en negar o en poner en duda irrazonable que exista algo fuera del pensamiento humano. Tal es la esencia última del anti-realismo filosófico.
Hay que tener en cuenta que, según tales tesis, el propio cerebro humano, entendido como el órgano material que es, e, incluso, como el soporte biológico del pensamiento humano, está dentro del conjunto cuya existencia se niega. De ahí se accede a un idealismo absoluto, definido como la existencia autónoma y exclusiva del pensamiento humano.
Lo sorprendente de todo esto es que, esa larga secuencia de autores que han participado en dicha negación de la evidencia, ha desembocado en un mundo contemporáneo saturado de materialismo, en especial, de tipo biológico.
Actualmente, la moda consiste en afirmar todo lo contrario, es decir, que solo hay cerebro material y materia además de él, pero la mente humana, el pensamiento y, en general, todo aquello que es de naturaleza informativa, ha caído en desgracia y se niega o se pone en duda irrazonable, invirtiendo radicalmente la tesis cartesiana.
Ahora bien, resulta imposible entender un cerebro, humano o no humano —cuya constitución, estructura y funciones, responden a la imperiosa necesidad de procesar información— si creyéramos que está limitado al procesamiento de sustancias químicas y a actividades bio-eléctricas.
Si fuera así, estaríamos ante una suerte de servomecanismo auto-regulado que nos aislaría perfectamente de la información del medio circundante y de nosotros mismos. Además, resultaría inexplicable cómo sería posible el conocimiento, incluyendo el del propio cerebro, si el tipo de procesamiento que efectuara no fuera de tipo informativo.
Por otro lado, la mayor parte de las funciones cerebrales se tornarían absurdas si no trabajaran con objetos, o en relación con objetos exteriores. La comunicación; las relaciones interpersonales; el juego; la percepción no alucinatoria; el conocimiento; la valoración; la atención; la memorización; la existencia; el aprendizaje —que, por cierto es resultado de ir de sorpresa en sorpresa, ante los descubrimientos de cosas exteriores…
Todas las funciones de relación son intencionales, es decir, tienen un qué exterior a ellas mismas:
― Un enunciado, o lo es de algo, o no enuncia nada, y, por lo tanto no es enunciado.
― Una proposición, o es proposición acerca de algo, o no propone nada y entonces no es proposición.
― Una creencia, o es creencia en algo, o no es creencia.
― Un esquema de funcionamiento, o es de algún funcionamiento material al que se refiere, o no lo es.
― Una volición, o quiere algo, o no es volición.
― Una representación, o representa algo exterior a sí misma, o no es una representación…
De hecho, es posible que la esencia última de la realidad sea, precisamente, que haya algo en vez de nada. De ahí que, negar que haya algo, conlleve un nivel de violencia considerable contra la propia realidad.
Por otro lado, hay que preguntarse si los presupuestos de una filosofía cualquiera le permiten formular los problemas que plantea. En este sentido, Pietro Prini[i], expone la siguiente cita de Nicola Abbagnano:
«Ante toda filosofía, es preciso preguntarse si el concepto de realidad, al que llega, hace posible el “problema” donde ella nace. Si no lo hace posible, el resultado implícito, es siempre la vacuidad total e irremediable de la filosofía.»
En tal sentido, es preciso preguntarse si el concepto de realidad al que llegan las filosofías que niegan su existencia, hace posible el “problema” donde ellas nacen.
Un modo muy diferente de ver las cosas y al propio ser humano puede consistir en ver a éste como la única ventana que conocemos del universo, abierta a la intelección de la realidad.
[i] PRINI, PIETRO; Historia del existencialismo. De Kierkegaard a hoy; versión castellana de Antonio Martínez Riu del original de 1989; Editorial Herder S.A., Barcelona, 1992 (p. 235-236)
Voy escuchando comentarios, últimamente, de determinadas personas que no dejan de resultar curiosos y que vienen al caso. Por ejemplo, oí decir hace poco que «ya no sé si hay suelo dónde piso…», o el tan extendido de «todo es relativo», o «las cosas no son ni negras ni blancas».
Muchas veces esta gente que dice estas cosas, cuando tiene que tomar decisiones, toma muy en cuenta a la realidad, y a todo aquello que hay fuera de su mente. Sino no se podría explicar el que acierten muy a menudo en su toma de decisiones.
La pregunta que debemos hacernos, entonces, es ¿qué beneficio obtienen negando la realidad, si saben perfectamente que existe?