La ceguera causada por la visión imperante de la vida
Los medios de comunicación de masas, no solo ofrecen informaciones concretas acerca de algunos hechos de los que ocurren en el mundo.
Si clasificáramos los temas de los que tratan, con obstinada reiteración, en sus diversas categorías tendríamos una colección de carpetas como las siguientes: tecnología, salud física, política, ciencia, delitos, deportes, economía, crónica rosa, tiempo atmosférico, evasión, y, tal vez, algunas pocas más.
Además, los programas de opinión, cuyo paradigma son las tertulias, se destinan a emitir las opiniones de los tertulianos acerca de esos mismos temas que sean noticia.
Tales medios, justifican la elección de las noticias ceñidas a tales categorías, mediante el gran tamaño de las audiencias que consiguen con ellas. Pero la hipótesis de un público neutral, que no se encuentre influido por esos mismos medios, es insostenible.
De hecho, cuando se habla de “opinión pública”, no es posible distinguir si tal expresión se refiere a la opinión de la gente que recibe la información o a la opinión de los medios que la propagan o la generan.
La cuestión es que, esa decena de categorías, copan un porcentaje altísimo de los temas que tratan tales medios, y, como resultado, gran parte de la población centra su atención en ellos, habla de ellos, o piensa sobre ellos.
¿De qué tratan tales categorías?, ¿cuáles son sus objetos? Herramientas; cuerpo humano; luchas por el poder; instrumentos; dinero; evasiones; gente a la que los propios medios hacen famosa, y no mucho más.
Ese conjunto temático, refleja una visión del mundo, de la vida, y, sobre todo, del propio ser humano, que omite, pretiere y oculta, otras muchas de las posibles, estando respaldada por un enorme poder que se emplea a fondo en la producción artificial de un nuevo formato de hombre.
Ahora bien, ¿qué otras visiones se podrían promocionar? Desde luego, hay muchas categorías entre las que elegir y, de sus posibles combinaciones, saldrían perspectivas muy diferentes a la que impera hoy en día.
En vez de tecnología, aquella que se emplee a fondo en exponer todo lo que podemos hacer mediante el uso exclusivo de nuestras propias facultades.
En vez de salud física, se podría abrir el campo de la salud social, de las múltiples causas no orgánicas de la mala salud, o del impacto de la violencia psicológica en la salud mental.
En vez de luchas por el poder, se podría promocionar una sociedad que, renegando de todo poder, establezca las relaciones humanas de ser a ser.
En vez de dar lucimiento a los avances en instrumentación científica, se deberían cuestionar los presupuestos que imperan en la ciencia, a la hora de elegir sus objetos y sus medios de investigación.
En vez de hablar de economía como un fin, se deberían abordar las causas de la misma, y, en vez de poner el dinero como un objetivo, se podría examinar a fondo qué es, en última instancia, el dinero.
En vez de promocionar la inmensa mayoría de los medios de evasión, se podrían exponer las causas que determinan la necesidad de la propia evasión.
En vez de hacer famosos de forma artificial, se podría promocionar una ingente cantidad de personas normales cuyos méritos son reales.
No obstante, esos reenfoques de los temas que se imponen hoy en día, no bastarían, en absoluto. Se podrían agregar bastantes más.
Se podrían poner en la primera línea de interés, investigaciones acerca de qué es la vida, pero no en un sentido descriptivo, sino en el quid de la misma, en la propia esencia de esa condición cuya existencia no es trivial, sino sorprendente.
Se podría dar importancia a una antropología, no cultural, sino diferencial con respecto a otras especies, que tratara de aclarar la estructura real del ser humano y sus verdaderas necesidades debidas a la misma.
También se podría poner fin al monismo materialista, fisiologista y genetista, como modelo único de ser humano, y aclarar el enorme papel que juegan la información y las creencias en la producción de la actividad humana y en la propia constitución del ser humano.
En fin, se echan de menos visiones auténticamente históricas de los hechos que ocurren, análisis de la propia civilización en la que vivimos, la defensa de la propia naturaleza humana, qué factores contiene esta civilización, capaces de destruir el planeta en menos de un siglo…
La filosofía general, la estética, las teorías del conocimiento, la ética, la historia, la antropología, la metafísica, la historia de las religiones, la filosofía de la historia, etc., no deberían ser consideradas como especialidades para grupos minoritarios de entendidos en las materias, sino todo lo contrario. Si a algún tipo de entidad correspondería su divulgación, es a ese cuarto poder en que consisten los medios de comunicación de masas.
¿Podrían hacerlo? Si son capaces de esculpir la visión de su amplísimo público, mediante la reiteración de una visión irreal de la vida y del hombre, ¿cómo no iban a poder hacerlo si ofrecieran una visión real?
En todo caso, como mínimo, podrían abstenerse de monopolizar una única visión y, en su lugar, ofrecer varias, muchas o, todavía mejor, explicar las razones que les mueven para divulgar, precisamente, aquella que divulgan.
Con todo esto, lo que está en juego es mucho más importante de lo que pudiera parecer. Se trata de promocionar sociedades cultas, o de hacer todo lo contrario.
Melville J. Herskovits[i], define la cultura del siguiente modo:
«La parte del ambiente edificada por el hombre, la cultura es esencialmente una construcción que describe el cuerpo total de creencias, comportamiento o conducta, saber, sanciones, valores y objetivos que señalan el modo de vida de un pueblo. […] en el análisis final la cultura comprende las cosas que el pueblo tiene, las cosas que los individuos hacen y lo que éstos piensan.» (p. 677)
Según dicho autor, la cultura se deriva de los componentes biológicos, ambientales, psicológicos e históricos de la existencia humana.
De esto se sigue que, una civilización que se derive exclusivamente de componentes biológicos y ambientales, pretiriendo los psicológicos y los históricos, no puede ser considerada propiamente como una población culta.
Además, su definición de cultura empieza por especificar el cuerpo total de creencias que señalan el modo de vida de una población.
Ahora bien, las creencias imperantes, pueden ser producto longitudinal del conjunto de la población, o, por el contrario, venir dadas por una minoría. Cuando esto último ocurre, surge la duda de si tales creencias forman parte de una cultura o si, por el contrario, impiden su natural desarrollo.
[i]HERSKOVITS, MELVILLE J.; El Hombre y sus Obras. La ciencia de la antropología cultural; trad. de M. Hernández Barroso del original de 1948; Fondo de Cultura Económica; México, 1952 (Herkovits, M. J., Op. cit., HO)
Y no sólo los medios de comunicación, la ley de educación es un horror y está hecha a propósito para que los niños abandonen los estudios, al igual que los libros de texto que son imposibles.
A los borregos se les maneja mejor. ..