Blog de Carlos J. García

La defensa de España frente a sí misma

Técnicamente España padece una esquizofrenia sociopolítica desde que penetró en ella el espíritu liberal de la Revolución Francesa, de tal modo que, la mitad aproximada de la población se sumó al mismo mientras, la otra, permaneció fiel a la tradición.

Además, en cierto modo, la monarquía borbónica también asumió ese mismo conflicto en vez de tomar partido por su obligación histórica de fidelidad al espíritu católico, que la caracterizó desde su fundación e, incluso, antes.

Por otro lado, también caló la vertiente socialista o comunista ya incubada en dicha revolución por Gracchus Babeuf [i].

En este orden de cosas el referido conflicto se duplicó ya que, por un lado, estaba el conflicto progresismo-tradicionalismo y, por otro, el conflicto liberalismo-socialismo dentro del progresismo.

Esto dio lugar a una confusión acerca de qué era o es, la denominada derecha política, pues igual vale dicho término, para significar el liberalismo frente a la izquierda socialista, como para designar el tradicionalismo frente a los modos políticos del progresismo.

Esto, por cierto, sigue confundiendo actualmente a la población, por ejemplo, en cuanto a la designación de derecha cuando se incluye tanto al PP como a VOX, por oposición al socialismo, siendo el PP un partido progresista mientras que VOX es, más bien, tradicionalista. No obstante, el PP es mucho más próximo al PSOE, por el progresismo de ambos, frente a los cuales estaría VOX en su papel tradicionalista.

Parece ser que la población española actual de derechas, o, al menos una parte de ella, cree votar a la derecha cuando vota al PP a pesar de que este partido es prácticamente igual de socialdemócrata que el PSOE.

Lo cierto es que el PP parece haber tenido secuestrada a la población española de derechas, desde prácticamente el inicio del actual régimen democrático, que le ha dado progresismo en vez de tradicionalismo, que era lo que dicha población entendía como derecha.

Por otra parte, este fenómeno de que la mayor parte de la población que actualmente se dice de derechas vote al PP, parece deberse a la propaganda emitida contra VOX, tanto por el PSOE como también, aunque algo menos, por el PP.

Lo trágico de dicha propaganda es que siendo en su mayor parte, simplemente un cúmulo de falsedades y mentiras, hay un porcentaje excesivo de la población de derechas que cree que es verdadera, o, tal vez, no le importa en absoluto que sea mentira, lo cual puede ser, incluso, peor.

En estas últimas elecciones generales, VOX ha empezado un peligroso declive que, posiblemente y a no mucho tardar, apunte a su desaparición que es exactamente lo que quieren los dos grandes partidos socialdemócratas que se turnan en el gobierno de España, casi siempre comprando el apoyo de algún que otro partido separatista.

Ahora bien, como he oído decir a Elvira Roca, el problema permanente de España, no es el pueblo español sino sus líderes salvo honrosas excepciones.

La población sigue aplaudiendo a los actuales monarcas en cuanto salen a la calle, a pesar del vacío de poder de la monarquía instaurada en la Transición.  Además, España se sigue considerando un Reino cuando lo cierto es que se trata de una República defectuosa camuflada bajo dicho nombre, cuyo máximo poder se encuentra concentrado en el Presidente del Consejo de Ministros, es decir, sin tener siquiera un Presidente de la República con los poderes que ostenta en las repúblicas de otras naciones, lo cuales podrían contrapesar los que ostenta el Gobierno.

Así que,  sin tener un rey efectivo; con la parte más alta de la judicatura como es el Tribunal Constitucional puesta por el propio gobierno; con el reparto de los jueces del Consejo General del Poder Judicial, entre PSOE y PP; con el control exhaustivo de todas las instituciones del Estado, con el entreguismo de soberanía nacional dada a Bruselas y siendo el Presidente del Gobierno un auténtico depredador con su alma vendida al diablo, cuya función ejecutiva para hacer cumplir las leyes, efectúa de un modo totalmente arbitrario según sean sus intereses, España no puede tener peor Estado y, para colmo, desaparecido en las regiones sublevadas en las que mandan los peores gerifaltes provincianos.

Todo este conjunto de anomalías políticas y de secuelas sociales, con las que está tragando la población desde la Transición democrática, con los enormes perjuicios de todo tipo que recaen sobre la población general, sólo pueden subsanarse cuando esta se plante ante todas ellas y tome la decisión de rehacer este régimen político, partiendo de cero, reinstaurando una nueva monarquía aristocrática apoyada por la mayoría del pueblo español.

La inmensa mayoría del pueblo español que refrendó la Constitución de 1978 era tan apolítica que hubiera firmado su propia defunción sin saber en absoluto lo que estaba firmando. Nadie que yo conozca se leyó aquel texto constitucional, elaborado por políticos aspirantes al poder y que, en absoluto, explicaron lo que dicha Constitución contenía, ni los enormes peligros en los que ponía a España. Igualmente, tampoco sé de nadie que se leyera el tratado de adhesión a la Comunidad Económica Europea, ni supo de los peligros de pérdida de soberanía que implicaba para España. Lo mismo podríamos decir del cambio de moneda, de la peseta al euro.

Por lo tanto, no sería ilegítimo en absoluto, promover un nuevo periodo constituyente, si bien, no de la mano de los partidos políticos, sino de una amplia organización de fundaciones civiles e instituciones que detenten un verdadero prestigio por su amor a España.

Ahora bien, esto no se podría dejar en manos de una izquierda que pacta con todos los enemigos de la patria y que, por tanto, también es su enemigo.

Tal vez VOX deba dejarse de complejos para hacerse un hueco, en el actual entramado de partidos de la ortodoxia democrática, para convertirse en una fundación que impulse una auténtica refundación de España con el exclusivo fin de salvarla.

[i] BABEUF, GRACCHUS; El manifiesto de los plebeyos y otros escritos; trad. Victoria Pujolar; Ediciones Godot; Buenos Aires, 2014

 

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