La deuda
En épocas no tan antiguas se daba por hecho que un pueblo conquistado perdía todo el derecho a su propia soberanía, por lo que quedaba sojuzgado, avasallado y subyugado por el conquistador.
No obstante, en tiempos pasados, la lamentable condición del pueblo conquistado ocurría tras el abatimiento de una guerra manifiesta que se había luchado y perdido.
Hoy en día los pueblos que acceden a la condición de vasallaje lo hacen sin tener la menor noción de haber perdido guerra alguna, ni tampoco saben qué les llevó a esa condición.
Mucha gente no parece saber que la noción de persona es la de un auténtico ser en sí mismo, de naturaleza racional, que lleva en sí el principio de su acción y que tiende por sí mismo a su fin propio. El vasallaje, sea individual o colectivo, arrebata, a quien cae en él, su propia condición de persona. Así, cuando es conquistada pierde su condición de persona.
Su larga experiencia a lo largo de los tiempos, ha enseñado al poder formas mucho más sutiles y eficaces para subyugar a las personas. Entre ellas se encuentran las de tipo económico que incluyen el endeudamiento, la compra de voluntades, el timo, el fraude, la estafa, etc., que debilitan el propio autogobierno y dañan la esencia de las personas.
Personas incautas, inocentes o poco formadas pueden ser presas fáciles de esos modos sutiles de violencia, pero hay que preguntarse si los gobernantes de una nación pueden tener tales carencias como para permitir, consentir o promover que la nación que gobiernan pierda la mayor parte de su soberanía mediante el endeudamiento de la propia nación, que pone a sus acreedores extranjeros como los auténticos gobernantes de la misma.
Además, con la pérdida de la soberanía también se pierde la propia identidad, por lo que es como si la nación conquistada dejara de existir de facto y se convirtiera en una provincia caracterizada por lo que hagan de ella sus nuevos dueños.
Actualmente España debe a acreedores extranjeros una cifra superior al 100% de su PIB anual, lo cual asciende a una cifra escalofriante, pero eso no parece importarle mucho a nadie, aunque sea la clave de que nuestros legisladores vean condicionada su labor a dicho endeudamiento.
Por mucho menos, no hace demasiados años, a un deudor de una simple libra en Inglaterra se le imponía una grave pena de cárcel a cumplir en alguna isla recóndita de su imperio.
Trasladando estas consideraciones al terreno individual, parece que para la mayoría de la gente no sería muy recomendable la compra a crédito, las hipotecas, la ceguera selectiva de las consecuencias de adquirir préstamos, las tarjetas de crédito, etc., que, a la larga, conducen a ciertas formas de esclavitud y de pérdidas personales que superan con creces el valor de las cosas que se adquirieron con ellas.
Ahora bien, el primer paso para no caer en esa trampa consiste en evitar caer en otra que la precede. Se trata de poner cierta resistencia a caer en las infinitas tentaciones del consumo que día a día los grandes genios profesionales del mercadeo diseñan al efecto.
La relación que hay entre ser persona y ser deudor es de simple inversión.
Hola Carlos, es muy interesante la reflexión que haces sobre como nos endeudamos sin darnos cuenta… y como está tu reflexión muy de actualidad con lo que le está sucediendo a la vecina endeudada Grecia, donde los pensionistas apenas pueden recibir su pensión después de 40 años de trabajo. Confío en que los españoles nos demos cuenta antes de la trampa del endeudamiento como personas y como nación.