La identidad personal y el conocimiento de uno mismo
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La identidad personal es el conjunto de significados contenidos en las creencias que una persona alberga acerca de sí misma.
Ahora bien, es necesario diferenciar la identidad personal, entendida como un sistema de creencias, del conocimiento propio de uno mismo. Éste se refiere al conjunto de ideas verdaderas que representan a la propia persona o a diversos aspectos de la misma.
A menudo, al contrastar los significados de las creencias que constituyen la identidad personal, con aquellos otros, de las ideas que se refieren a lo que sabemos de nosotros mismos, podemos encontrar concordancias, pero, también, discordancias.
Es decir, lo que uno sabe acerca de sí mismo, en contraste con lo que uno cree de sí mismo, ofrece diversas posibilidades que oscilan desde una elevada semejanza hasta unas marcadas diferencias.
Por poner un ejemplo ilustrativo, cabe citar algunos tipos de delirios referidos a la propia identidad personal que ocurren en diversos tipos de psicosis.
En tales casos, poco importa lo que la persona sepa acerca de sí misma. Su imperiosa necesidad de creer una determinada idea acerca de sí misma, determinará que la crea, por mucho que tenga poco, o nada, en común con el conocimiento de que disponga al respecto.
No obstante, la generación subjetiva de creencias ―debido a diversos problemas internos que padezca una persona― cuando trata de encontrar una salida existencial a la misma, no es el único modo por el que, las creencias acerca de uno mismo, puedan encontrarse muy distantes del auténtico ser o del propio modo de ser.
Basta con creer sólidamente en alguien (o en algo que opere como un fuerte emisor de información) para que, los mensajes que contengan información relativa a nosotros mismos, puedan adquirir, dentro de nosotros, rango de creencias.
Además, dado que cualquier información de la que dispongamos no posee eficacia alguna sobre nuestras actividades, salvo que adquiera el rango de creencia, el mero conocimiento de nosotros mismos no será de mucha utilidad, si no llega a adquirir dicho rango.
La mayor dificultad para acceder a un sistema propio de creencias, en el que se encuentre representado un conocimiento verdadero acerca de uno mismo, se encuentra, precisamente, cuando el actual sistema de creencias del que disponemos, se constituye en un obstáculo para que podamos llegar a creer el conocimiento que hayamos adquirido.
- – Al respecto de las diferencias que hay entre las creencias y el conocimiento, es recomendable la lectura de dos artículos publicados en este mismo blog: Creer y conocer: diferencias y relaciones; y, La lógica de las creencias.
Por lo tanto, parece que, lo más recomendable para poder avanzar en el conocimiento de uno mismo y convertir en creencias dicho conocimiento, con el objeto de acceder a una identidad personal más verdadera, consiste en detectar las propias creencias que componen la actual identidad personal, revisarlas y, sobre todo, descubrir por qué razón o razones las creemos.
Al hacerlo, no sería raro descubrir que muchas de ellas son mensajes que hemos recibido de otras personas a lo largo de la vida; personas que contaban con nuestra confianza y, por tanto, con el crédito suficiente como para que, aquella parte de sus mensajes que nos tenían por objeto, los convirtiéramos en creencias acerca de nosotros mismos.
Por otra parte, es necesario diferenciar cómo creemos ser, lo cual remite a nuestra actual identidad personal, de cómo creemos que debemos ser, lo cual, a veces, se ha denominado como «ideal del yo». No es difícil tender a confundir ambos capítulos, si bien, la conveniencia de su distinción es relevante cuando, de lo que se trata, es de hacer más verdaderas las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos.
Ahora bien, ¿tiene sentido hacer este tipo de trabajo intelectivo con la única finalidad de conocer mejor cómo es uno mismo y disponer de una identidad más verdadera?
En general, dicha finalidad sería más que suficiente para hacer una revisión de las creencias pertinentes, dando lugar a ciertos incrementos de la propia realización personal.
No obstante, cuando se consigue abrir la puerta a un incremento de conocimiento acerca de uno mismo, con el añadido de que este se conforme como una identidad personal mejorada, lo previsible es que los componentes sustantivos del «yo» también mejoren, congruentemente, en términos de una mejor adecuación a la realidad.
Los dos componentes esenciales del «yo» ―la identidad personal y la sustantividad― presentan relaciones recíprocas muy estrechas, por lo que, las modificaciones en uno de ellos, generalmente, producirán efectos en el otro de manera concomitante.
Además, una de las pocas maneras que hay, de modificar la propia sustantividad de manera consciente y reflexiva, consiste en detectar y reconocer cuáles son los determinantes últimos que, teniendo estructura de creencias de deber ser, deber hacer, o deber conseguir, determinan nuestra voluntad y nos mueven a la acción.
Por lo tanto, un examen sustancial de la propia identidad personal debe poner de manifiesto cuáles son esos determinantes que nos mueven. Sin dicho conocimiento, la propia identidad personal se encontrará privada de uno de los aspectos fundamentales que nos caracterizan.
La inserción en la identidad personal, de creencias verdaderas acerca de la propia sustantividad personal, abrirá la puerta a su posible desarrollo, e, incluso facilitará la previsión de nuestro propio comportamiento en futuras situaciones, lo cual nos aportará un mayor margen de libertad para optar reflexivamente entre diversas posibilidades de acción.
Como dice el refrán, hombre prevenido vale por dos, sobre todo, cuando de lo que se trata es de conocerse uno mismo, prever las tendencias y actitudes que gobernarán nuestras acciones, y, obrar en consecuencia.
Dada la complejidad teórica que reviste la exposición efectuada, pondré un ejemplo ilustrativo que, espero, no produzca el efecto colateral de mermar la amplitud de los conceptos expuestos.
Supongamos que una madre ha efectuado múltiples operaciones para que su hija confíe ciegamente en ella, la vea como la bondad personalizada, protectora de los males que la puedan acechar en el mundo, etc., de manera que la hija dependa sustantivamente de la madre, asumiendo como propios los determinantes que su madre le ha hecho creer.
Además, para adquirir tal grado de confianza de su hija, la madre le ha hecho creer que es la niña más capaz e inteligente de todas; que le da y le ha dado todo, poniéndose a su exclusivo servicio; que merece conseguir lo mayores logros en todo lo que se proponga; salir beneficiada en todas las relaciones que establezca, etc.
En este tipo de educación, típicamente seductora, quedan benignadas las dos figuras implicadas dentro del sistema de creencias de la hija. Es decir, la hija creerá que su madre es la mejor del mundo y, también, que ella misma, es especial y se merece todo lo bueno que le pueda pasar a lo largo de su vida, y, también, conseguir todo aquello que se proponga.
Por lo tanto, los determinantes de su voluntad y de sus acciones, definidos por los fines de éxito social, profesional y económico, inculcados por su madre, son perfectamente congruentes con una identidad personal benignada presidida por las creencias anteriormente expuestas.
Si la hija, cuando accede a ser adulta, se percata de que, su vida hasta dicho momento, le ha ofrecido multitud de datos que discrepan de las creencias y de las expectativas que le inculcó su madre, se encontrará en un estado de cierta perplejidad ante la inevitabilidad de sus propios fracasos, e, incluso, creyendo, en el fondo, que el mundo ha sido injusto con ella.
Dicha persona, puesta ante la tarea de intentar realizarse, no tendrá otra solución que descubrir la presencia en su propio sistema de creencias, de todo ese conjunto de mensajes emitidos por su madre, y el vínculo de dependencia generado por esta, mediante estrategias de seducción.
De hecho, descubrir en primer lugar, la esencia de la persona que ha inyectado los mensajes irreales que conformaron el propio sistema de creencias, es lo que permite poner entre interrogantes la validez de las creencias adquiridas por dicha vía.
En un segundo momento, será necesario que haga uso de un espejo diferente y mucho más real en el que mirarse, para tratar de efectuar un verdadero conocimiento del estado de sus propios determinantes, las razones de las previsibles malignaciones derivadas de sus fracasos, y de otros avatares similares, ocurridos con su correspondiente incidencia en su primitiva identidad personal.
Cuando se trabaja reflexivamente con la propia identidad personal, lo que cabe esperar es que, los dos componentes del «yo», tiendan a realizarse conjunta y simultáneamente.
Tal parece ser el proceso lógico que subyace a la propia realización personal, que como es de esperar, pasa por la comprensión de uno mismo.
Nota.- Puede consultarse una ampliación del presente artículo bajo el título Precisiones a la identidad personal y el conocimiento de uno mismo, dentro del presente blog.
Lamentablemente no puedo, por falta de tiempo, desarrollar todo lo que me sugiere este interesante artículo. He de limitarme a frases lacónicas que espero que puedan resultar suficientemente significativas.
No creo que «La identidad personal es el conjunto de significados contenidos en las creencias que una persona alberga acerca de sí misma.». Lo que yo soy no puede depender de lo que yo, u otros, crea/n que soy.
El conocimiento que «yo» tenga acerca de mi «yo» (sea eso lo que sea) seguramente ha de estar influido por mi habilidad para conocer o por mi excesiva severidad, o indulgencia, al valorarme o por la asunción de creencias estereotipadas.
Por otro lado el «yo» que quiero conocer es «algo» dinámico. Hay algunos elementos de mi «yo» que entiendo que permanecen inalterables de forma que en todo momento sigo siendo el mismo. Otros elementos son cambiantes, muy cambiantes; en concreto cada poco tiempo renovamos TODAS nuestras células, de forma que, materialmente hablando, somos completamente distintos del «original».
En resumen, no parece nada fácil eso de conocerse a sí mismo, lo cual no exime del derecho-deber de avanzar en dicho conocimiento al tiempo que uno ha de conformarse con un progresivo autoconocimiento no exento de dificultades.
Saludos muy cordiales.
@JFCalderero
Como es habitual, tus comentarios enriquecen los artículos del blog y requieren respuestas que pueden esclarecer muchos puntos de interés. Dada la extensión y el posible interés que pueda tener mi respuesta, la expongo en el artículo del blog que publico hoy mismo. Muchas gracias
Muchas gracias, Carlos, por tomarte tanto interés en tu respuesta como para dar lugar a un nuevo artículo. Estaré pendiente.
Ya sabes que te sigo habitualmente. Me gustan mucho tus artículos, son muy interesantes y siempre abren nuevos horizontes. Aprendo mucho.