Blog de Carlos J. García

Las creencias estructurales de ser y de deber ser

El sistema de referencia informativo interno, que rige las actividades de relación que un ser humano genere y efectúe, contiene un subconjunto de creencias estructurales, que constituyen su forma de ser y de existir.

A su vez, en tal subconjunto de creencias estructurales, por un lado, se encuentran creencias cuyos enunciados tienen por objeto algo que es, y, por otro, creencias cuyo objeto se refiere a aquello que debe ser.

Ambos tipos de creencias se encuentran relacionadas y, de la conjugación de ambos, se desprenden las actividades de relación que la persona efectúe.

El primer conjunto de creencias, referidas a aquello que es, conllevan implícitamente el carácter verdadero de los enunciados que las conforman. Se supone que sus enunciados representan fielmente a los objetos a los que se refieren. Es decir que son ideas o formas que han sido extraídas de los objetos.

El segundo conjunto de creencias, referidas a aquello que debe ser, no contienen enunciados verdaderos, ni falsos, sino que aquello que enuncian sirve de contraste a lo que es, o a lo que no es, y, de tal contraste, se suelen derivar tendencias y actitudes a la acción. En tal sentido, se encuentran estrechamente relacionadas con las creencias referidas a lo que se debe, o no, hacer.

Dado que en algunos artículos anteriores ya he hecho algunas referencias a las creencias del primer tipo, en el presente me referiré a las del segundo.

Todo ser humano sirve a algo, es decir, emplea sus facultades en alguna dirección característica, que podría especificarse por su preferencia por unos estados de cosas en vez de por otros. Además, lo hace mediante una variedad de acciones, que no solo están en relación directa con la producción, más o menos eficaz, de tales estados de cosas, sino, también, con criterios referidos a las propias acciones.

¿Cómo cree una persona que debe ser ella misma?, ¿cómo cree que debe ser el entorno en el que viva?, ¿cómo cree que debe existir?, ¿qué cree que es legítimo hacer y qué no?…

Este tipo de preguntas se encuentran estrechamente relacionadas con las creencias que tenga referidas a quién o cómo es ella misma, cómo cree que es el entorno en el que vive, cómo es su propia existencia, qué puede hacer, etc.

Ahora bien, ¿qué tipo de vínculo hay entre ambos tipos de creencias?

En principio, podemos decir que, aquello que vincula a unas con otras, es algún tipo de criterio desde el que la persona desprenda juicios, que también creerá, al respecto de los estados de cosas, de sí misma, de lo que debe hacer, etc.

Pensemos, por ejemplo, en una persona religiosa cuyas creencias coincidan con aquellas que le proporciona su religión. En este caso, la propia religión le ofrece, además de una idea de Dios, un modo de mirar al mundo y a sí misma, un conjunto de normas de conducta, unas finalidades de su existencia y, generalmente, una comunidad de creyentes a la que pertenecer.

Mutatis mutandis, todo ser humano parece tener, o al menos, necesitar, alguna estructura congruente de creencias, con iguales o parecidos factores, dando forma a su modo de vida.

De hecho, es posible que las religiones tradicionales respondan a un cierto patrón natural de los componentes que un ser humano necesite tener para poder existir.

Fijándonos en los componentes referidos a las finalidades de su existencia y a las especificaciones acerca de la conducta, como decía antes, parece que se pueden definir en términos de que la persona sirva a algún fin. Es decir, parece que hay una causa final ―o más de una― rigiendo la propia existencia.

Dicho factor no puede considerarse un mero componente del ser humano, sino que, al operar como principio o determinante último de la persona y de su propia existencia, hay que entenderlo como un factor sustantivo que la constituye.

Además, estos principios o determinantes, que configuran la sustantividad,  son parte esencial del «yo» individual.

Ahora bien, su estructura formal, ¿verifica la que poseen las creencias? Creo que la respuesta es afirmativa, aunque hay que aclararla.

Decía, en un artículo anterior, que hay actividades de entrada de información y, también, las hay de salida o de formalización de algo exterior.

En el primer caso, la persona forma creencias acerca de aquello que es, mientras, en el segundo, las elabora acerca de la forma que debe dar a algo, ya sea de ella misma, de su existencia, de su conducta, o de algo exterior.

Antes de que la persona dé forma a algo, necesita disponer de ella en su propia representación. Si, en el primer caso, cree que un enunciado es verdad, en el segundo, lo que cree es que debe llegar a serlo, es decir que llegue a ocurrir aquello que cree que debe ser o hacer.

Las creencias que dependen de las causas finales, consisten en enunciados que especifican algo que debe ser y que tratarán de materializarse, mediante lo que la persona haga para conseguirlo.

A su vez, esas creencias de «deber ser», tienen la función de concretar las acciones necesarias que sirvan para la consecución de los fines que la propia persona cree que debe alcanzar.

De ahí que, parece haber una estructura jerarquizada de creencias sustantivas, con un papel fundamental en la constitución de la persona, y, por lo tanto, con las que ésta se identifica mediante su «yo».

Por otro lado, debemos hacer una consideración al respecto de la relación que guardan las creencias, de ser y de deber ser, con los dos tipos de operaciones mentales que distinguimos en un artículo anterior, cuyo título es Los fines de las operaciones mentales.

En dicho artículo dije que dichas operaciones se pueden clasificar en dos grandes categorías: las que extraen formas de las cosas, y aquellas destinadas a aportarles formas.

Al respecto, hay que decir que no se deben confundir, dichas categorías operacionales, con los dos tipos de creencias estructurales expuestas en el presente artículo, ya que ambos tipos de creencias influyen o determinan, ambas clases de operaciones, en interacción con los objetos.

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