Lo posible y lo imposible
Una condición necesaria, aunque no suficiente, para que algo se pueda considerar real, es que sea posible. Lo imposible, es irreal.
Ahora bien, lo posible o lo imposible, se pueden referir a dos cosas distintas: al ser y a la existencia. Además, en ambos casos, hay que considerar las creencias necesarias para hacer operaciones sobre aquello que es o que existe, a las que nos referimos con las expresiones “deber ser” y “deber existir”, respectivamente.
¿Qué significan los términos posible e imposible?
Está claro que algo es posible cuando efectivamente puede ser o puede existir. Sin embargo, el hecho de que algo sea imposible se puede deber a dos asuntos distintos.
Aristóteles ha distinguido estos conceptos en su Metafísica [i] del siguiente modo:
«Imposible es aquello cuyo contrario es necesariamente verdadero. […] Lo posible se da, en un sentido, cuando no es necesario que su contrario sea falso. En otro sentido es lo que es verdadero y en otro sentido lo que puede ser verdadero.» (pp. 236-237)
En primer lugar, cuando algo que era posible, ha llegado a ser o a existir, ha pasado de la condición de ser posible a la de ser algo necesario, es decir, a ser algo verdadero. En este caso, la posibilidad deja de ser, por el hecho de su actualización en términos de ser o de existir.
En segundo lugar, algo es posible, cuando puede ser o existir, sin que lo contrario sea necesariamente imposible.
Para que algo llegue a ser, o, cuando ya es, llegue a existir, es necesario que se den unas condiciones o requisitos, previos, que lo produzcan.
Cuando decimos que algo es necesario podemos entenderlo de dos modos diferentes. El primero, en el sentido de que algo es necesario para que exista algo otro. El segundo, el de que algo es necesario en sí mismo, porque no puede no ser o no puede no ocurrir, es decir, cuando se dan todas las condiciones para su existencia o para que sea lo que es.
No obstante ambos sentidos se pueden conjugar de un modo satisfactorio. Cuando se dan todas las condiciones necesarias para que algo sea o exista, entonces lo que se torna necesario es el ser o la existencia de ese algo, y, todas aquellas condiciones que lo han hecho ser o existir, pasan a un segundo plano.
Se traspasa el carácter necesario de los requisitos o condiciones previos al hecho o la constitución del ser en sí, que se torna él mismo necesario en tanto no puede no ser o no existir, habida cuenta de que ya ha llegado a ser o a existir.
Cuando sólo hay una posibilidad, aquello no es una posibilidad sino una necesidad. Para que algo sea posibilidad ha de pertenecer a un conjunto mayor que ella misma.
Examinando estos asuntos desde otra perspectiva, se abre un nuevo aspecto de la lógica de las relaciones «causa → efecto».
Como decía en un artículo anterior de este mismo blog, titulado La generación de las causas y la producción de sus efectos, las causas son complejas, y se generan por la acumulación de condiciones necesarias hasta que el estado de cosas verifique la condición de ser suficiente para la producción del efecto.
Obviamente, dicha acumulación de los factores necesarios para que un estado de cosas llegue a producir un determinado efecto, requiere que ninguno de tales factores necesarios se haya perdido en el proceso de constitución de la causa.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando se da un subconjunto, más o menos amplio, de todas las condiciones necesarias para formar la causa que determine un efecto, pero aún faltan por concurrir una o más de ellas, para que se complete?
En tales casos, podemos decir que, cuando los factores que faltan para que se complete la causa, son, en sí mismos, posibles, también son posibles otros factores que, sumados a los que ya hay, podrían dar lugar a la formación de causas diferentes y, por lo tanto, a efectos diferentes.
La condición de posibilidad emerge, precisamente, porque, los estados de cosas que actualmente existen, no llegan a ser causas completas que determinen efectos, sino que son factores o piezas, a los que si se añaden otros nuevos, pueden dar lugar a una diversidad de efectos diferentes.
Así, los diferentes sistemas presentes en el universo y sus posibles interacciones, generan campos de posibilidades de ser y de existir, de amplitud variable, y cuando de ellos se deriva el completamiento de causas, de tales posibilidades, en cada caso, solo queda una, que se convierte en la determinación de un hecho necesario.
Llevando estas consideraciones al terreno humano, podemos decir que, por ejemplo, un niño que tiene por delante toda una vida, se caracteriza por tener un inmenso campo de posibilidades, referidas, tanto a su modo de ser, como a su existencia, lo cual es debido a que su formación y su realización se encuentran muy incompletas.
A medida que va viviendo, creciendo, formándose o realizándose, él mismo se va completando, y, al mismo, tiempo, cerrándose posibilidades de ser y de existir.
Ya de adulto, y, sobre todo, a edades avanzadas, tales campos de posibilidades se merman, y, en su lugar, lo que se plasma es una historia de determinación del propio ser y de la propia existencia, que han adquirido unas propiedades necesarias y concretas.
Los procesos de apertura de campos de posibilidades y los de reducción de los mismos, hasta la determinación de aquello que llegue a haber, que ocurren sin cesar y a lo largo de todos los caminos posibles, son una de las características más propias de la realidad y de su dinamismo.
[i] ARISTÓTELES; Metafísica; trad. rev. por Paloma Ortiz García; 3ª reimpresión; EDITORIAL GREDOS S.A., Madrid, 1994