Los objetos de estudio y los métodos de investigación
La verdad debería ser el principio necesario y suficiente para hacer ciencias rigurosas, lo mismo que para hacer filosofía, metafísica o cualquier disciplina destinada al conocimiento y a sus posibles aplicaciones.
Además, no es tan difícil ni inalcanzable una posible definición de la verdad. En uno de los libros de la obra Realidad y psicología humana expuse que la verdad acerca de algo coincide con lo que eso es.
Dicho en otros términos, si nos ponemos ante, por ejemplo, un árbol, y conseguimos percibir todas sus propiedades características, la verdad es eso mismo que percibimos. Si después de percibirlo, se lo decimos a alguien, o simplemente lo enunciamos mediante proposiciones o cualquier modo de representación, entonces, decimos que dichos enunciados son verdaderos por cuanto significan aquello que el árbol es.
Dado que todo esto es de aplicación, no solo a un árbol, sino a cualquier objeto al que apliquemos nuestra función de conocimiento, resulta obvio que se trata de un modo general de efectuar dichas operaciones, sujetándolas a aquello que las cosas son, y no a lo que nosotros pudiéramos imaginar sin atenernos a ellas.
El conocimiento real solo se puede hacer fundándolo en las cosas y en sus propiedades y adoptando métodos en función de las mismas. Es decir, el método hay que hacerlo depender de cuáles sean las cosas que sean investigadas.
Por el contrario, cuando primero se establece un determinado método, tal como ocurre en las ciencias positivas, y luego se aplica a todos los objetos por igual, con independencia de aquello que sean cada uno de ellos, se cometen graves errores.
Ni lo seres humanos ni sus actividades de relación con el entorno son susceptibles de ser investigados con metodologías de las ciencias positivas. Éstas sirven para estudiar objetos físicos o estrictamente materiales, pero no para estudiar objetos que no estén determinados por leyes naturales.
Cualquier simple conducta humana es mucho más compleja que un objeto material. Al estar producida y gobernada por determinantes informativos, como, de hecho, son las creencias, que, a su vez, escapan completamente a la determinación de las leyes naturales, jamás podremos investigarla mediante metodologías elaboradas para la investigación de objetos materiales.
Por ejemplo, un individuo que está determinado a cumplir todas las leyes de su país, efectuará una sucesión de comportamientos a lo largo de su vida, que solo podrán ser comprendidos por alguien que conozca dicha legislación exhaustivamente.
Lo mismo ocurrirá con otro individuo que esté determinado a verificar todos los preceptos de una determinada religión. Salvo que quien trate de conocerle sea, a su vez, un experto conocedor de dicha religión, será muy difícil, por no decir imposible, que pueda explicar o pronosticar sus conductas.
De hecho, ningún científico que limite su campo de investigación a las leyes naturales podrá llegar a conocer, ni a tales individuos, ni las creencias que les rigen, ni, obviamente, sus comportamientos.
No obstante, sin llegar a tales prototipos de personas, cabe pensar que todo ser humano alberga un complejo sistema de creencias que determina o influye fuertemente en sus actividades y comportamientos.
Tales sistemas pueden provenir de sus propios orígenes culturales, de sus experiencias de aprendizaje a lo largo de sus etapas formativas, de la ideología dominante que hayan adquirido o de cualquier otro foco formativo e informativo que hayan experimentado.
La cuestión de fondo es que, tales sistemas de creencias, no son sistemas de leyes naturales, ni nada parecido a ellos, sino simple información inmaterial, albergada en sus respectivos cerebros, capaz de determinar lo que piensan, lo que hacen o lo que sienten cuando interaccionan con aquello que les rodea.
Sería deseable que la psicología que estudia la conducta humana llegara a conocer a los seres humanos mediante el conocimiento de sus creencias, y, consiguientemente, pudiera servirles de ayuda para que ellos mismos llegaran a conocerlas con todas las implicaciones que, en cada caso, conlleven.
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