Perder la razón, según Joachim Lafosse
À perdre la raison es una película del año 2012 del director belga Joachim Lafosse, exhibida en España con el título Perder la razón.
Viendo la película llegué a pensar que el guión estaba escrito por algún genio de la psicopatología con una capacidad enorme de comprensión de los trastornos mentales y sus causas. No obstante, al parecer, el guión que fue elaborado por el propio Joachim Lafosse junto a Thomas Bidegain y Matthieu Reynaert, está basado en la historia verdadera de Geneviève Lhermitte, nacida en Nivelle (Bélgica). Eso que se suele expresar diciendo que una película está basada en hechos reales, en vez de decir que se basa en algo que ha existido, o, sencillamente en hechos, y no en fantasías.
La película tiene como punto de partida una situación en la que el Doctor Pinget (interpretado por Niels Arestrup) convive con el joven marroquí Mounir (Tahar Rahim) al que se llevó a Bélgica de niño, le pagó todos los cuidados materiales y cuenta con el agradecimiento del joven y de su madre, que le visita viajando desde Marruecos de tarde en tarde.
En un segundo momento Mounir se enamora de Murielle (Émilie Dequenne interpreta este personaje central de un modo extraordinario) y ambos quieren casarse lo antes posible. Mounir se lo plantea a Pinget y éste trata de disuadirle de la idea argumentando que no se va a casar con la primera chica de la que se enamora.
No obstante, Mounir insiste y Pinget propone que, ante la falta de independencia económica de la pareja, Murielle vaya a vivir con ellos dos a su casa.
Además, Pinget le ofrece a Mounir trabajar en su propia consulta médica aceptando que este deje sus estudios.
La nueva situación sitúa a Murielle y a Mounir dependiendo totalmente de Pinget que, no solo paga todos los gastos de la pareja sino que, además, les hace regalos de todo tipo, incluyendo alguna joya.
La pareja, al poco tiempo empieza a tener hijos, llegando a tener cuatro casi seguidos, que quedan prácticamente al cuidado exclusivo de la madre mientras su padre y el doctor se dedican a la consulta médica. Además, Murielle ejerce su profesión de maestra con enormes dificultades para conciliar ambas tareas.
En un determinado momento, la pareja se percata de que dicha situación no es buena para ellos y deciden ir a vivir a Marruecos, pero cuando Munir se lo comunica a Pinget, este se ofende muchísimo acusándole de desagradecido hacia todo lo que él le ha dado y de querer abandonarle. Debido a esto Munir se echa atrás y se lo comunica a Murielle que lo acepta porque no le queda otro remedio.
A medida que pasan estos primeros años, por un lado, Munir va tratando peor a Murielle, hasta el punto de que ejerce violencia física y sexual sobre ella, deja de colaborar en el cuidado de los hijos, y ejerce un progresivo desprecio hasta el punto de que ella no recibe afecto alguno.
Mientras ella se ve totalmente desbordada por el cuidado en solitario de sus cuatro hijos, las tareas domésticas, y su propio trabajo (se supone que con un sueldo muy bajo), el Doctor Pinget, hace el papel de figura salvadora ayudándola de vez en cuando a cuidar de los niños, e, incluso, va a tratamiento con una psicóloga que él conoce.
En paralelo a esta situación, se informa de que Pinget se casó con la hermana de Munir, por la simple intención de que ella pudiera residir en Bélgica, mientras otro hermano de ellos está a la espera de que Pinget le busque otra mujer con la que poder casarse, para salir de Marruecos y residir, también, en Bélgica. Dicho hermano se siente discriminado en comparación con Munir, y le recrimina que en su pueblo se habla de que Munir y Pinget tienen una relación homosexual, lo que a él le pone en una situación difícil.
En el segundo de los viajes en los que la madre de Munir les visita, ésta tiene un sueño premonitorio de muerte, se encuentra muy debilitada y decide volver a Marruecos acompañada por Munir, no sin antes manifestar a Murielle un enorme afecto.
El contraste entre la falta total de afectividad de Munir hacia ella y el afecto que le muestra la madre de él en la despedida, va seguido de un estado de desolación, impotencia, aislamiento y absurdo de Murielle en el coche de vuelta a la casa tras dejarles en el aeropuerto.
Murielle llama desesperadamente a la psicóloga a pedir ayuda, aunque no se sabe bien si llega a conseguir hablar con ella. Sin embargo, una vez que vuelve a la casa, Pinget la está esperando, le exige que se siente a hablar con él y la acusa de haber vuelto a ver a la psicóloga sin habérselo dicho a él y de haberle mentido. Ella lo niega y abandona la conversación.
El final de la película no puede ser más trágico. Murielle da muerte a sus cuatro hijos, se intenta suicidar sin poder hacerlo y llama a emergencias a denunciar lo que ha hecho.
Descrita a grandes rasgos la película y sus avatares más significativos, pasaré a ofrecer una interpretación de la misma que no he podido encontrar entre quienes la han comentado.
De esta película se pueden encontrar bastantes críticas, y, la mayor parte, coincide en afirmar que, el origen de la destrucción que va sufriendo Murielle a lo largo del tiempo, se debe a un exceso de generosidad o de amabilidad del Doctor Pinget que acaba convirtiéndose en poder sobre la familia.
Está tan extendida la creencia de que, para juzgar que hay maltrato a una persona, ha de haber violencia física o verbal contra ella, que no se suelen subrayar de forma suficiente diversos indicadores[i] que se refieren al maltrato psicológico: desvalorización; hostilidad; indiferencia; intimidación; imposición de conductas; culpabilización o bondad aparente.
Ahora bien, en el caso que nos ocupa, el Doctor Pinget no aplica ninguna de tales operaciones de maltrato sobre Munir, o, si lo hace, es de tal modo que no resulta relevante para explicar, ni la condición, ni la conducta, de este.
Lo que hace Pinget con Munir, tras llevárselo con él a corta edad a Bélgica, es comprarlo, seducirlo, vincularlo a él, privarle de independencia personal y de autonomía, es decir, impedir que se desarrolle como persona, y que, a la postre, carezca de personalidad propia. Su conducta acaba siendo el resultado de deberse íntegramente a su dueño y una mera extensión de la voluntad de éste.
En este caso, Pinget efectúa una apropiación indebida de un ser humano a quien, por ese mismo hecho, le arrebata toda posibilidad de que desarrolle su propia esencia personal. Además, el modo de hacerlo reside en la privación indebida del uso de sus facultades naturales. Para ello opera de forma negligente en su formación, le sobreprotege y le sustituye en la ejecución de una variedad de tareas que debería hacer él.
Por lo tanto, Pinget opera de dos modos diferentes en la relación existente entre Munir y Murielle. Por un lado, les pone unas condiciones de vida totalmente determinadas por él, y, por otro, opera manejando las actitudes y las conductas de Munir hacia Murielle.
En segundo término, actúa directamente sobre Murielle, con operadores de maltrato que incluyen desvalorización, indiferencia, intimidación y culpabilización, a los que se suman, su sustitución en el cuidado de los hijos, el secuestro psicológico de su marido, el encierro en el supuesto hogar del que no les deja salir, todo ello envuelto en una bondad aparente, sobre todo, cuando Munir está presente en las situaciones.
Desde el momento en el que Munir comunicó a Pinget que quería casarse con Murielle y este se opuso, y, en un segundo momento, cuando aquel le comunica que la pareja quiere irse a Marruecos y él le responde con un chantaje moral, en el que le hace explícita la hipoteca que tiene hacia él, parece quedar claro que, no iba a tolerar que el joven tuviera vínculo afectivo con nadie que no fuera él mismo, y que no le iba a permitir que rompiera el vínculo con él, ni, obviamente, que se separara de él.
La presencia de Murielle era un obstáculo para la exclusividad de la relación que Pinget quería con el joven y la película termina con la eliminación de Murielle y de los cuatro hijos, que era, en definitiva, el fin de toda la operativa desplegada por Pinget.
En cuanto a la conducta de hostilidad manifiesta que Munir va desarrollando progresivamente hacia Murielle a lo largo de la historia, no parece tener más explicación que el hecho de que Munir, sustantivamente vinculado por Pinget, va absorbiendo el odio de éste hacia la joven e identificándose con él, lo cual expresa de forma torpe, lo mismo que Pinget hace con guante blanco.
El equívoco del que puede provenir la creencia de que quién da bienes no puede ser malo, parece proceder de una utilización errónea del verbo dar.
En el caso de Pinget hemos visto que efectúa apropiaciones indebidas, privaciones indebidas y diversas formas de trato destructivas que efectúa, aparentemente, a base de generosidad.
Lo cierto es que el verbo dar se puede utilizar, igualmente, para regalar un bien sin pedir nada a cambio, para dar dinero mediante una hipoteca a un cliente de un banco, para dar un veneno, para dar un caramelo a un niño y secuestrarlo o para dar cualquier cosa.
Ahora bien, en cada uno de esos casos, sería muy útil especificar los verbos correctos: regalar, hipotecar, envenenar, engañar, secuestrar, etc., y, reservar el verbo dar, para los casos en que la dación no quede como una mera fracción de una operación más amplia que ella misma.
Independizar la dación de sus fines, sus intenciones, sus causas, sus actitudes, y, en general, la trama en la que se encuentra, lleva implícita una superficialidad de extrema gravedad que facilita el engaño.
No hay amores que matan, ni excesos de generosidad que terminen en la acumulación de poder, sino poderes que se apropian de las personas que les interesan y que matan a quienes no les interesan, si bien, haciendo esto último sin mancharse las manos.
[i] POZUECO ROMERO, J.M., MORENO MANSO, J.M., BLÁZQUEZ ALONSO, M, y GARCÍA BAAMONDE, E. (2013). Psicópatas integrados/subclínicos en las relaciones de pareja: perfil, maltrato psicológico y factores de riesgo. PAPELES DEL COLEGIO. VOL. 34. ENERO-ABRIL. 32-48
Que importante es ser consciente de esto y que difícil es percibirlo, son tantas las artimañas empleadas por la destrucción que hay que tener un nivel de conciencia siempre despierto.