Blog de Carlos J. García

¿Podemos creer en algo?

Hay cinco negaciones que convergen en un punto crucial para cualquier ser humano que consisten en la obstaculización de todo el proceso de conocimiento de la realidad exterior a cualquier idea que tengamos acerca de ella.

  • No hay cosas en el mundo, y, en caso de que las hubiera, no se podría saber nada de ellas.
  • Hay simples apariencias o fenómenos que percibimos pero que no se corresponden con las verdaderas existencias de las supuestas cosas.
  • Las sensaciones que tenemos en los órganos sensoriales no proceden de esos supuestos fenómenos o apariencias, sino que se originan en dichos órganos y se las atribuimos a ellos sin razón alguna.
  • Las percepciones que hacemos a partir de tales sensaciones, por las que suponemos que vemos las cosas, son plenamente subjetivas y, por tanto, alucinatorias.
  • El conjunto de creencias que tenemos acerca de la existencia de una realidad exterior constituyen un simple delirio pragmático o utilitarista.

Según tales dogmas, no hay realidad; no hay verdad; las apariencias verdaderas son lo mismo que las falsas; todo es subjetivo; nuestro cerebro nos engaña; nuestra vida ha de atenerse a meras convenciones sociales; no podemos creer nada salvo por el interés o la conveniencia de creerlo.

Tras tales dogmas hay otro conjunto de ellos que operan como supuestos de los primeros:

  • El cerebro humano es un órgano que se ha originado de manera aislada de toda realidad exterior a él, por lo que resulta perfectamente inútil para tratar de conocerla. Se trata de un mero ganglio para la producción de automatismos nerviosos, en el que, por algún tipo de superstición, creemos que nos abre a la realidad exterior.
  • Por alguna razón que desconocemos, los sabios como Kant saben mucho más que el resto de la humanidad acerca de las cosas exteriores, de ahí, que tengan la certeza de que no son lo que son, ni lo que creemos que son, sino meros fantasmas incognoscibles.
  • Nuestros órganos sensoriales son fábricas de producción autónoma de sensaciones subjetivas y no necesitan en absoluto que haya estímulos externos emitidos por las cosas para que tales sensaciones se produzcan dentro de ellos.
  • Las funciones cerebrales de procesamiento informativo, memorización, análisis, síntesis, localización, identificación, organización, clasificación y asignación de verosimilitud a los datos de las sensaciones, no hacen tales operaciones para que sepamos de qué estímulos proceden las sensaciones que experimentamos, sino que su función principal es equivocarnos para que nuestra percepción se funde en datos falsos.
  • Los centros neurológicos en los que se asienta el lenguaje no han sido desarrollados para enriquecer la entrada de información y de ideas más allá de las meras sensaciones, sino que funcionan como inventores de palabras sin sentido real alguno y de estructuras gramaticales que no tienen relación alguna con lo que existe en el mundo.
  • Todo ser humano está absolutamente incapacitado para distinguir cuándo una apariencia es falsa y cuándo es verdadera, ya que las apariencias no se corresponden con las cosas que las emiten, ni tampoco pueden ser producidas intencionalmente para tratar de engañar la percepción del observador.
  • Los datos que recibe el cerebro no son datos de nada más que de sí mismos, es decir, no son datos (dados por las cosas) sino burbujas auto-creadas de nada sin referencia alguna de la que pudieran proceder.
  • El ser humano no puede ir más allá de las apariencias ni, tampoco, más allá de su propia subjetividad. Se encuentra aislado y encerrado en sí mismo experimentándose él mismo en formas de conciencia exclusivamente alucinatorias.
  • A falta de realidad, la sociedad es la encargada de producir la ilusión común de una conciencia colectiva a la que el individuo puede acogerse para salvarse de su insoportable aislamiento.
  • El ser humano vive y puede vivir sin realidad alguna, ni externa a él, ni de él mismo. Todo empieza y acaba en él, y, fuera de él, no hay nada salvo lo que él mismo invente.

 

La demolición de la realidad empezó siendo una especie de juego filosófico y una manera de derribar dogmas discutibles para irse constituyendo, paulatinamente, en el nuevo dogma indiscutible: «la realidad no es nada, el hombre es todo».

Pongámonos por un momento en los supuestos de que la realidad es nada y de que el hombre no la necesita para nada. Tras ellos nos encontramos en una condición que ni el propio Hume desearía: la ausencia absoluta de creencias, tanto las referidas a la realidad como al propio hombre.

Es más, tales supuestos se encuentran vinculados: por no creer en la realidad, no podremos creer en nosotros mismos ni, como es lógico, en la sociedad o en cualquier  agregación alguna de seres humanos. Tratar de salvar la sociedad para que sustituya a la realidad es tan ridículo como tratar de comerse un helado virtual.

Toda creencia es un nexo de unión entre el individuo que la porta y aquello exterior a lo que se refiere. Pero es que no hay ningún otro nexo posible entre las ideas que tenemos y la realidad extra-mental que es su correlato.

Las creencias son la sustancia de la que se nutre nuestra propia constitución, por lo que más vale que las tengamos y que las tengamos reales. Si son reales, nos hacen reales y, si ni lo son, nos desrealizan, pero es que sin ellas solo podemos aspirar a ser alguna modalidad de dibujos inanimados.

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1 Comment
  • Ignacio Benito Martínez on 10/12/2017

    Es curioso, cuando en ciencias de la naturaleza sale el sistema de relación del ser humano, me acordaba de aspectos como los que nombras en este artículo. El ser humano tiene unos sentidos que le ponen en relación con todo lo que hay exteriormente… le permiten saber si la comida que ve se puede comer, por donde debe caminar si se le presenta la alternativa de pasar por encima de un barranco a través de una cuerda o buscar un puente… si unas simples tijeras sirven para cortar hilos en vez de ponérselas de decoración en el pelo tal cual si fueran una diadema…
    Es decir, está claro que hay muchísimas cosas en común entre lo que alberga nuestro cerebro y nuestros sentidos y aquello que hay fuera de nosotros mismos, para que podamos cambiarlo y usarlo de una u otra forma. Da la impresión de que está todo pensado para que nos relacionemos con el exterior de forma satisfactoria. No habría coherencia ni posible relación con el exterior si no hubiese nada en común con él…
    Las cosas no parecen creadas al azar, porque si no, no habría coherencia entre las cosas, los objetos, las personas, etc. El hombre ha llegado a construir muchas cosas porque ha entendido aquello que está fuera de su cerebro, si no, no lo hubiera podido hacer.
    Tal coherencia entre uno mismo y los demás es lo que no quieren admitir muchos individuos en esta sociedad, que dicen que somos seres aislados. Lo repugnante, es que algo que se estudia en tercero de primaria, como la función de relación de las personas con el exterior, sea cuestionado por unos cuantos ideólogos que quieren reelaborar la forma de pensar hasta llevar al ser humano a su destrucción. Quizás la metafísica sea lo más importante que exista…
    Están quitando la filosofía de secundaria, hecho ampliamente llamativo.

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