«Posverdad» y Realidad
Posverdad, tiene el honor de haber sido elegida, en su equivalente inglesa post-truth, como la palabra del año 2016 por el diccionario inglés Oxford. Por su parte la Real Academia Española de la Lengua ha decidido incluirla en el Diccionario este mismo año 2017, tal como informó su Director, Darío Villanueva.
No obstante, la noticia más relevante se refiere a que, tal como afirma Darío Villanueva, hay bastantes ejemplos que demuestran que hoy en día se acepta que «lo real no consiste en algo ontológicamente sólido y unívoco, sino, por el contrario, en una construcción de conciencia, tanto individual como colectiva».
Se trata de la constatación de que unos cuantos conceptos, elaborados en laboratorios filosóficos y puestos en manos de expertos propagandistas, primero aterrizan sobre el pueblo llano, éste los usa, luego se reconoce su existencia, y, por fin, entran en los diccionarios en términos tan creativos como puede ser la palabra posverdad.
Ahora bien, cuando se usa una palabra, se le supone un significado referido a algo que existe, lo cual encierra cierto peligro cuando se extiende su uso y engrosa sus significados.
La palabra posverdad, que es una simple conjunción de la partícula pos y la palabra verdad contiene un significado etimológico que es el que, las personas que no entren a buscarlo en el diccionario, podrían creer que tiene: algo así como algo más que la verdad, más importante que la verdad o, algún descubrimiento científico moderno acerca de la verdad.
En su uso común la palabra Verdad se refiere a la correspondencia de un enunciado con aquello a lo que se refiere. Algo es verdad cuando la idea de una cosa representa fidedignamente a la cosa, y, no lo es, cuando la idea referida a una cosa no la representa tal como es.
Esto es algo muy serio. Entre otras muchas cosas, la salud mental depende de la veracidad que tengan nuestras ideas.
Cuando se dice que lo real no consiste en algo ontológicamente sólido y unívoco, se justifica la supuesta veracidad de un conjunto de ideas con referencia a algo real tan grande como se quiera, que no son ideas de las cosas, sino ideas de los sujetos que las tengan o utilicen.
La mayor parte de la filosofía occidental tiene por objeto la realidad y, en segundo lugar, el conocimiento que hagamos o podamos hacer de ella. Hay enfoques realistas y también los hay de otros muchos tipos.
Pondré dos ejemplos de los que no son realistas.
El idealismo niega que haya algo real fuera de la mente humana, es decir, niega la existencia de un mundo extra-mental. Por tanto, el mundo solo es una idea de la mente. Llevado esto a un extremo práctico, se traduciría en que cada vez que creamos ver algo ahí afuera debemos creer que nos lo estamos inventando, es decir que alucinamos. Según el idealismo toda la humanidad o casi toda vivimos en un estado alucinatorio permanente.
Otra doctrina no realista es el subjetivismo. En ella se defiende que no hay una realidad objetiva. Si entendemos que la realidad es todo aquello que es algo en sí o de suyo con independencia de la mente humana, el subjetivismo niega dicha definición y sostiene que hay tantas realidades diferentes como sujetos humanos. Sigue al pie de la letra el camino trazado por el sofista Protágoras: «Tal como aparece para mí cada cosa, así lo es para mí y tal como te aparece a ti, así lo es para ti: porque hombre eres tú y hombre soy yo». (Teet., 152 a)
En esta aseveración se funda el mundo de la opinión, que comprende las apariencias sensibles y todas las creencias que se fundan en ellas, al que se atribuye carácter de realidad tal como se presenta, y, por tanto, negándose a investigar la relación entre las meras apariencias y las cosas tal como son.
Dicha afirmación va acompañada sistemáticamente de otro aserto que sostiene que las opiniones de cualesquiera personas que se consideren presentan el mismo valor o son igualmente valiosas.
De ahí que una persona podrá creer con toda tranquilidad que, su opinión al respecto de cualquier cosa, es igual de válida (o lo que es más grave, igual de real) que lo que diga o piense cualquier otra persona.
Idealismo y subjetivismo se sitúan en posiciones muy parecidas ante lo real, por cuanto entronizan al pensamiento humano al estatus de ser real, por sí mismo, sea cual sea su contenido o significado.
Tal vez muchas personas se ven seducidas por la idea de que todo su propio pensamiento es, ni más ni menos, real, sin percatarse de que, si dicha creencia se extiende a todo el mundo, la noción misma de realidad queda depreciada hasta su radical disolución.
Alguien que crea tales ideas podría pensar un poco más allá para darse cuenta de que, una vez admitida, ella misma será lo que cualquier otra persona piense que ella es. Si alguien piensa que es buena, es buena; si alguien piensa que es mala, es mala, etc.
Ahora bien, si a dichas opiniones les concede igual valor, ella será buena y será mala, lo cual, por ser una contradicción, es imposible, lo que la convierte en que no será nada, ni al respecto de eso, ni al respecto de ninguna otra cualidad.
Añadamos a esto que, ese creacionismo intrínseco a la creencia de que el propio pensamiento es la realidad, con la consiguiente disolución de la realidad, implica vivir en una incomunicación inter-subjetiva absoluta. Esta otra consecuencia es tan alienante como lo es la asunción de que uno mismo es nada debido a las infinitas contradicciones derivadas de ser todas las posibles opiniones ajenas acerca de uno mismo.
Si con el idealismo la persona vive en una alucinación permanente, íntimamente asociada a la destrucción de ella misma, con el subjetivismo ocurre exactamente el mismo resultado que es la idéntica destrucción del yo.
Vista así, la posverdad tal vez sería mejor definirla, no ya como el engaño que puede causar en alguien decirle una mentira, lo cual no estaría desacertado, sino como la condición del hombre contemporáneo en la que se disuelve a sí mismo por destruir la realidad.
MUY IMPORTANTE CUESTIÓN. ¡¡¡CUÁNTA ESTUPIDEZ, DIOS MÍO!!! URGE COMBATIR ESTO. PRIORITARIO En caso contrario, todo vale. PELIGROSÍSIMO.
Por eso, estoy trabajando intensamente en la profundización y difusión, a nivel teórico y práctico, en la difusión del sentido crítico.
Muchas gracias por este interesantísimo contenido.
Saludos cordiales,
@JFCalderero
Sin duda, hay que tratar de hacer lo posible por contrarrestar la propagación de ideas que conducen al suicidio de la humanidad. Como bien dijo Zubiri, el hombre es un animal de realidad. Si se destruye la realidad se destruye al hombre. La mayor parte de la gente no tiene la menor conciencia de lo que esto significa, pero cada vez hay más indicios de que el ser humano va perdiendo dicha esencia a marchas agigantadas. Los movimientos anti-metafísicos que operan de forma subterránea en nuestra cultura son de una intensidad extrema y se proyectan sobre todas las disciplinas a través del empirismo, el racioalismo, el subjetivismo, el materialismo, el idealismo… como auténticos tentáculos que dificultan seriamente el acceso a la realidad. Un cordial saludo para ti.
El concepto de posverdad al que hace referencia el artículo no lo conocía como tal pero es justo lo que está sucediendo en todos los campos del conocimiento y en el de las relaciones sociales donde si transmites alguna idea o pensamiento que no forme parte de lo comunicado por los sistemas de comunicación masiva eres una persona rara o equivocada, el otro siempre tiene que tener razón o la tenemos que tener los dos, cualquier cosa que se diga es verdad-mentira, todo a la vez, jamás entran en conversación donde exista el análisis de la realidad.
Buenas tardes, pues la psicología no se queda atrás en esta negación de la realidad. Y con las llamadas «terapias de cuarta generación» se niega abiertamente y agresivamente la existencia de la realidad. Los problemas se definen en resultados, como la consecución o no de los objetivos (sean cuales sean), y no están en la persona, sino en el entorno.
A mi me parece un delirio trasladado a la psicología,a la misma que lleva décadas empeñada en demostrar que es una ciencia. Supongo que consideran que la sociedad ya está tan corrompida que está preparada para asumir este tipo de mensajes.
Saludos a Carlos y a todos.
Ya fue grave poner al ser humano bajo el conductismo radical, supuesta ciencia experimental de la conducta humana de la que salían no terapias, sino métodos de adiestramiento impropios de algo que se pudiera llamar psicología. La obsesión por hacer una psicología positivista se llegó a colar entre los principios fundamentales de la psicología profesional hasta bien entrados los años 80 del siglo pasado. Habida cuenta de sus fracasos en muchas de sus aplicaciones, se abrió la mano al tándem pensamiento-conducta, bajo el supuesto de que el pensamiento causaba la conducta y que había que cambiar el pensamiento para cambiar la conducta “inapropiada” por el motivo que fuera. Aquello, que sin duda alguna incluía un factor causal inobservable y a-científico, tampoco funcionó como se esperaba, pero sirvió para romper los límites científicos de la psicología. Rotos esos límites, solo queda de la ciencia inicial el control científico de los resultados de las intervenciones que se efectúen, es decir, alguna cifra estadística que sugiera alguna posible utilidad, pero las propias técnicas no derivan de modelo teórico alguno que tenga las cualidades de ser un auténtico modelo teórico riguroso hecho para conocer al ser humano, sus funciones y sus relaciones. A partir de ahí, se puede meter en el probatorio de las técnicas cualquier cosa: meditación trascendental, intención paradójica, aceptación y compromiso, mindfulness, budismo zen, o cualquier otra cosa que se le ocurra a alguien, a ver si funciona. Creo que habrá “técnicas” (lo cual suena bien hoy en día) para dar y tomar, y muchas más generaciones de ellas, hasta que, algún día, alguien empiece a interesarse de nuevo por la realidad y lo que esta palabra significa para el ser humano.
Saludos a ti y gracias por el comentario.