¿Qué son las creencias?
Somos lo que creemos y hacemos lo que creemos que debemos hacer.
Dentro de la corriente más extendida en la actualidad de psicología práctica, que ha dado en llamarse “modificación de conducta”, hay un autor de gran relieve que echa de menos una definición de creencia. Michael J. Mahoney[i] dice lo siguiente:
“Es lamentable la ausencia de una definición clara de “creencia”, lo cual ha sido una costosa disculpa para la modificación de conducta. Obviamente tal disculpa nos libera de la culpa de ignorar tales hechos y, efectivamente, desalienta las operaciones experimentales que podrían dar origen a una definición. Nuestra negligencia y terca posición defensiva acerca de las autopercepciones científicas, desde hace tiempo requiere de un nuevo examen. Si el “verdadero” empirista debe alguna fidelidad, es a la descripción de las regularidades en la experiencia. Pocos se atreverían a negar que las creencias constituyen un factor en estas regularidades.” (p. 246)
Estamos formados y constituidos por creencias. Nuestras creencias determinan nuestras actitudes y aquello que pensamos, sentimos y hacemos.
Si tratamos de conocernos a nosotros mismos hay que descubrir qué creemos. Si intentamos conocer a otros, igualmente tendremos que averiguar qué creen ellos.
No obstante, la estructura de las creencias es de tal modo que, no es que las tengamos dentro de nosotros, sino que son ellas las que nos tienen.
Una vez que un ser humano ha completado su desarrollo orgánico y la elaboración de la estructura fundamental de su sistema de creencias es cuando se puede considerar adulto.
Ahora bien, las creencias, siendo ideas, no son simples ideas, sino que consisten en algo más. Una creencia consta, al menos, de dos componentes: a) el componente puramente formal y, b) la actividad asociada a él.
De hecho, Ortega[ii] acuñó una distinción muy interesante entre dos clases de ideas. Unas, a las que denominó ideomas eran simples ideas sobre algo sin que quien lo piense, lo acepte o lo rehúse, sin embargo, otras, en tanto funcionalmente efectivas en la vida humana, las denominó draomas.
Ortega dice textualmente lo siguiente:
“No hay vida humana que no esté constituida por ciertas creencias básicas y montada sobre ellas a las que no se llega por un acto de pensar ni siquiera por razonamiento sino que las creencias son los continentes de nuestra vida e incluso ideas que somos. Con las ideas-ocurrencias las sostenemos, las producimos, las propagamos, etc., pero con las creencias no hacemos nada sino que simplemente estamos en ellas. En la creencia se está, y la ocurrencia se tiene. Toda nuestra conducta, -afirma Ortega-, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas. Sin embargo, los pensamientos no poseen en nuestra vida valor de realidad.”
Todo ser humano parece estar regido por las creencias que residen en él o por actividades de otros entes que, a su vez, están determinadas por las creencias que a ellos les configuran.
De hecho todo ser humano parece presentar una necesidad imperiosa de formalizar sus actividades, y, por lo tanto, la necesidad de generar creencias con las que formalizarlas.
Las semejanzas y diferencias realmente significativas entre miembros de nuestra especie conciernen a sus respectivos sistemas de creencias que influyen fuertemente o determinan sus formas de ser y de relacionarse con los otros miembros, el mundo natural, e, incluso, las cosas mismas.
En próximos artículos desarrollaremos este tema fundamental.
[i]MAHONEY, MICHAEL J.; Cognición y modificación de conducta; trad. del original de 1974 de Alfredo Ardila; rev. técnica Xóchiti Gallegos B.; Editorial Trillas, S.A. de C.V., México D.F., 1983
[ii]ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: Ideas y Creencias; Revista de Occidente en Alianza Editorial; Alianza Editorial; tercera reimpresión; Madrid, 1997
Como tu muy bien lo ilustras en el libro 1: “La naturaleza humana” de tu obra “La naturaleza real del ser humano y sus alteraciones”, sin duda nos regimos por las creencias o determinantes insertados en nuestro ser en las edades tempranas de nuestra existencia. Me llama la atención que no hay conversación que mantenga con alguien respecto del origen de las distintas personalidades que no tenga que oir sobre la decisiva influencia genética en nuestros comportamientos. Tal idea ha cuajado de una forma tan absoluta en nuestra cultura que lleva a pensar si tras esta concepción tan materialista no se esconde en realidad una firme voluntad de esta misma cultura de mantenernos en una ceguera total sobre quiénes somos y lo que somos. Es curioso, de nada sirve que incluso autores como Jörg Blech en “El destino no está escrito en tus genes” cuestionen ya la impronta de los genes y postulen tesis a la inversa.
Ahora bien: ¿Cómo saber que creemos lo que creemos? Desde luego, no es tarea fácil.
Efectivamente, mirar al ser humano, a la naturaleza en general, y a cuanto nos rodea, desde unos presupuestos materialistas, puede considerarse una especie de ceguera funcional que impide ver aquello que somos nosotros y, también, la propia vida.
El tremendo empeño que ponen aquellos que se dedican a mantener y divulgar un sistema de creencias, que perjudica seriamente nuestra identidad personal y nuestra identidad como especie, debe ser producto de grandes intereses completamente ajenos a la filosofía y a la ciencia.
Jörg Blech, es un magnífico científico alemán que trabaja activamente por contrarrestar dicha propaganda falsa y los posibles abusos que desde ella se cometen en la industria farmacéutica.
En España hay que destacar la obra de González Pardo y Pérez Álvarez, que lleva por título “La invención de los trastornos mentales”, en la que se aprecia claramente el impacto que producen determinados poderes económicos en la formulación de sistemas de ideas acerca de los trastornos mentales, que, con su sistemática difusión y propaganda, llegan a establecerse como dogmas ampliamente compartidos por la población general a pesar de su eventual utilitarismo.
La referencia de dicha obra es la siguiente: GONZÁLEZ PARDO, HÉCTOR Y PÉREZ ÁLVAREZ, MARINO; La invención de los trastornos mentales. ¿Escuchando al fármaco o al paciente?; Alianza Editorial S.A., Madrid, 2008