Ser y conocer, existencia y conciencia
En primer término podría decirse que la existencia es el hecho de que algo esté presente en el universo, lo cual implica que algo esté objetivamente entre todo lo que hay. Se trata, por tanto, de una faceta ontológica del ser que existe, ha existido o puede existir.
A diferencia de ese modo ontológico de estar en el universo y, por tanto, de que un ser forme parte de él, la conciencia remite a una dimensión gnoseológica o de conocimiento de determinados seres que poseen esa función especial.
Estar en el universo es existir de algún modo. Tener conciencia de algo que existe (o incluso del puro pensamiento) no es existencia sino, en el mejor de los casos, saber o notar que ese objeto existe.
No obstante, ambos polos, el objetivo (ontológico) de la existencia y el subjetivo (cognoscitivo) de la conciencia, presentan estrechas relaciones e, incluso, a menudo pueden entrar en confusión.
Ser y ver son, sobre todo en los grandes temas filosóficos de nuestro tiempo, las dos claves fundamentales yuxtapuestas de nuestra existencia.
Desde los siglos XVII y XVIII, por obra de las aportaciones del empirismo inglés (Locke y Hume) y del racionalismo cartesiano, se pusieron en duda la capacidad y la eficacia del ser humano, para conocer y ver las cosas que son, lo cual sintetizó Kant con una crítica demoledora al realismo cognoscitivo poniendo especial énfasis en el supuesto papel negativo que aporta la subjetividad, de quien trata de conocer, al conocimiento del objeto.
Ahora bien, la crítica negativa efectuada sobre el sujeto no solo afectó al conocimiento, la percepción o la conciencia de realidad, sino que puso a la realidad misma en un estado bajo sospecha de irrealidad. Si no podemos conocer la realidad, ¿qué podemos saber o creer acerca de ella?
El ataque kantiano al sujeto del conocimiento es, simultáneamente, un ataque al objeto del mismo y, por lo tanto, a la realidad de los dos lados de la relación que ambos tienen.
Además, si no podemos confiar en nuestra función de conocimiento aplicada a cualquier objeto que se considere, tampoco podemos confiar en el conocimiento de nosotros mismos ni en el que hagamos de otras personas, lo cual nos aboca a un escepticismo radical tanto en lo personal como en lo interpersonal.
Pero, si desconfiamos de nuestras percepciones, conocimiento y pensamiento, que son la materia básica de las representaciones de las que tenemos conciencia, dudaremos no solo del posible carácter real de las mismas en un plano cognoscitivo sino también en la impresión subjetiva de realidad de aquello que el yo tenga presente en cada momento de su actualidad consciente.
¿De qué estamos siendo conscientes?: ¿de nuestras meras ideas tal como decía Locke, o de aquello a lo que suponemos existencia efectiva en el universo?, ¿del ser que cada cual es, o de una mera idea irreal o ficticia de lo que soy?, ¿del ser de otra persona, o de una fantasía de su existencia?
¿Podemos confiar en el “pienso luego existo de Descartes”? Lo cierto es que podemos pensar sin ser conscientes de que estamos pensando por lo que, en todo caso, lo que contaría para admitir la propia existencia, no sería el pensamiento, sino la conciencia de pensar.
Planteado de este modo, ¿podemos deducir nuestra existencia de nuestra conciencia?
¿Qué relación o relaciones hay entre conciencia y existencia en las que podamos fundar el carácter real del sujeto que existe y/o de la cosa de la que tiene conciencia?
Por una parte, ambas condiciones (conciencia y existencia) contienen sus propias relaciones que posibilitan su ocurrencia. La conciencia es un estado cognitivo referido a algo otro que no es él mismo. La existencia implica necesariamente alguna relación del sujeto existente con algo otro que también exista en relación con aquel. Por lo tanto, se trata de estados definidos por su carácter dual.
Si, por ejemplo, afirmo “yo existo” implico necesariamente que algo otro exista además de yo mismo, y si, en el otro caso, afirmo a mi ser teniendo conciencia, en términos como, por ejemplo, “soy consciente”, implico necesariamente a algún objeto de ese estado de conciencia.
Es precisamente el sistema de relaciones que componen el universo unitario lo que los empiristas se encargaron de demoler por medio de la fragmentación del universo y la radical incomunicación de los fragmentos resultantes.
Es en ese mismo acto de romper toda posibilidad de los sistemas de relaciones en el que prejuzgan implícitamente que la existencia es imposible.
Yo no existo si no hay otro X que sea distinto de mí. Yo no soy consciente si no hay otro X de lo que soy consciente (incluyendo dentro de esa posibilidad mi propio ser).
El presupuesto de la fragmentación y aislamiento de cualquier cosa en que se piense es demasiado hostil hacia la realidad como para que ésta pueda subsistir en cualquier sistema de pensamiento que se considere.
Pero no es solo eso. Es que el hombre es inconcebible sin el universo o sin alguna de las muchas condiciones necesarias presentes en él como para que pueda existir. Así mismo tampoco podemos concebir al hombre como una especie única sin la existencia de todas las que componen el gran ecosistema de la vida.
Hay todo un mundo además del hombre y no solo hay un hombre (por ejemplo Hume), sino una considerable población humana organizada en sistemas sociales de todo tipo, algunos de los cuales son imprescindibles para que cada persona concreta pueda existir (incluyendo, por ejemplo, a Kant).
Hay una infinidad de pruebas evidentes que no permiten hacer intelectualmente, con un mínimo de rigor, lo que hicieron esas modas del pensamiento de los últimos siglos. Pero es que el daño que ese tipo de escuelas han ocasionado a nuestra civilización es inmenso, pues han llevado a muchas personas a hacer el recorrido inverso que hizo ésta (antes de nacer ellas) para acabar pensando como sofistas.
Los auténticos problemas relativos a la existencia y a la conciencia, al ser y al conocimiento, tienen poco que ver con la afirmación de que nuestra capacidad de conocer es limitada en asuntos tan triviales como puedan ser si la mesa que estoy viendo está o no está ahí o si mi identidad personal es una mera ilusión, como son los tipos de ejemplos que empleó Hume.
A día de hoy no sabemos por qué existe algo en vez de nada, pero no por la limitación de nuestra facultad natural de conocer, sino porque la existencia de la propia naturaleza desborda por completo nuestra capacidad de investigar su génesis.
El Big-Bang, que es una teoría a la que otorgamos una verosimilitud científica prácticamente total para explicar el origen del universo, parte de la existencia de algo que explota, pero ese algo que explota es previo al espacio y al tiempo y previo a la existencia de la materia. Es decir, la hipótesis es que no hay nada antes de la gran explosión o, si lo hubiera, no podríamos saberlo en modo alguno. Parece que la explosión es de nada, lo cual resulta inconcebible.
Pero el origen de la existencia de algo, que englobamos bajo la denominación de universo, no es el único límite estructural de nuestra facultad de conocimiento. A su mismo nivel de imposibilidad explicativa se encuentra el origen de la conciencia de algo.
Tenemos ante nosotros un problema extremadamente complicado que la teoría dominante de la ciencia actual no permite, no ya plantear, sino ni tan siquiera admitir, hasta el punto de que parece tener una auténtica alergia hacia él. Se trata de que, nos guste o no, hay dos tipos de cosas, de sustancias o de componentes de la realidad, que no hay forma de reducir a una sola sin quedarnos completamente ciegos: lo material y lo inmaterial.
Por más que se fuercen las cosas para tratar de explicar la conciencia por la actividad del cerebro, lo que a lo sumo se podría admitir es que sin cerebro no hay conciencia, pero, incluso en ese caso estamos mezclando dos lenguajes de dos terrenos que no tienen nada en común: el material y el espiritual.
La conciencia no es algo que emerja a lo largo de un continuo en un cierto nivel evolutivo de los seres vivos (incluso suponiendo que eso sea así), sino que es un hecho inmaterial no reducible a la actividad neurobiológica que lo acompañe, que es de naturaleza estrictamente informativa. Es forma sin materia, información pura.
Pero no solo es eso, sino que, además, necesita un sujeto, un yo, que la note o la advierta, que sea informado por ella en un plano rigurosamente psicológico.
Y tampoco es solo eso, sino que al ser nuda idea o información, su contenido depende de multitud de procesos psicológicos como puedan ser la sensación, la percepción, la memoria o el pensamiento, los cuales no son reducibles a simples actividades neurobiológicas.
No se trata de discutir esa base neurobiológica de las actividades psicológicas, sino de considerarla como una condición necesaria o parcial que participa en su producción pero sin poder ser confundida con ellas
Además, hay otro factor fundamental de naturaleza inmaterial vinculado tanto a la existencia como a la conciencia, sin el cual no sería posible explicar nada. Se trata del valor y de la función de valoración.
No me extenderé en este aspecto dada su enorme amplitud, pero voy a subrayar que solo somos conscientes de lo que nos importa, y solo nos importan cosas de las que depende la existencia, ya sea la propia o la de cualquier otra entidad relacionada con ella.
En definitiva, el universo tiene dos componentes irreductibles entre sí, que son el material y el formal (psicológico, espiritual, mental o como se lo prefiera denominar) y ninguno de los dos podemos explicarlos originariamente como si se trataran de cosas o hechos que estén dentro de la naturaleza.
El valor de la existencia de algo en vez de nada se encuentra intrínsecamente vinculado al estatus contingente de la existencia que conocemos: el valor de algo que existe le viene dado porque de hecho podría no existir, igual que la vida nos importa porque se puede perder.
Por otro lado, la existencia de la naturaleza material del universo sin una conciencia de ella daría lugar a un estado de cosas en cierto modo equivalente al de que el propio universo no existiera.
El valor intrínseco de la existencia del universo se incorpora explícitamente a él al ser reconocido por medio de nuestra conciencia.
como siempre,un placer leerte
gracias
Gracias a ti.
Hola Carlos. Interesantísimo artículo. Perdona que me extienda un poco.
Yo estoy de acuerdo con el empirismo de Locke, no en todo . Pero no con el radical de Hume que a mí me parece rayano en lo psicótico. En cuanto a Kant, que niega la existencia formal de la realidad (la forma de lo material, la pone el ser humano) tampoco estoy de acuerdo. Quizás, un hombre que no sale de su ciudad en su vida y no tiene apenas relaciones es lógico que tenga un restringido ingreso de realidad y una excesiva tendencia a dotarla de una formalidad especulativa hasta el punto de pensar que es él quien le dota de forma. Pero con Locke en general sí. De hecho siguiendo a Locke, se explica la formación de la conciencia desde el conocimiento de la realidad: si soy consciente de mi pensamiento, existe mi consciencia, y como ese pensamiento se ha radicado necesaria y previamente en mi experiencia de la realidad (empirismo), debe existir ésta y además de forma previa. Vamos que el empirismo, sin negar la posterior intelección, muestra la existencia de lo material y lo inmaterial a la vez que obliga a la conciencia a apoyarse en una materia preexistente.
Coincido por supuesto también en que existe lo material y lo inmaterial. Respecto a lo primero desde hace tiempo he creído que el binomio energía-materia incluye entre sus propiedades el espacio-tiempo, algo absolutamente anti-kantiano, pero que Einstein demostró indirectamente en su teoría general de relatividad (la especial sí era kantiana). Además es algo que no hace mucho se constató al saber que no puede existir un vacío absoluto (espacio-tiempo aislado de la materia). (Esto explicaría por ejemplo que ante un universo expandiéndose de forma acelerada, hecho constatado, ha de haber una creación continua de materia, que en mi opinión y para no romper el principio de conservación de la energía, podría ser la equivalente a la destruida en los innumerables agujeros negros en el universo. Si esta idea es cierta el concepto de energía oscura no es necesario).
Respecto a lo inmaterial tambien coincido contigo. De hecho el aspecto formal de la realidad me parece, como a Aristóteles, que forma parte de ella. Sin embargo tomar conciencia de ello hace de alguna manera que entremos en una nueva dimensión de su constitución. Las leyes con las que se rige, de hecho, son solo accesibles desde esa dimensión. Sin embargo creo, como Locke, que hay notas sustanciales de la realidad que no podemos ni podremos entender. Para decir esto me baso en la mecánica cuántica (válida pero incompleta), y de los trabajos de Von Neumann y Spencer-Brown (Laws of Form), además del teorema de Gödel. No voy a entrar aquí en ello pero a mí me parece que la intuición de Locke es correcta. Einstein en mi opinión tiene razón en que la teoría de la mecánica cuántica es incompleta, pero me temo que completarla no es posible. En mi opinión existe un límite que nuestra conciencia, producto de la evolución de la energía-materia, no puede traspasar, lo cual es lógico. Podemos acceder a ella pero no a su totalidad: de la misma manera que no podemos ver nuestra espalda, nuestra presencia en el universo nos impone límites que no tendría una conciencia externa o previa al universo.
En cuanto a lo que dices sobre la necesidad de una conciencia en el universo, también lo comparto. Por varios motivos a los que añado el tuyo respecto al valor: 1) La evolución no puede entenderse como el producto de mutaciones azarosas y su posterior viabilidad adaptativa, simplemente porque probabilísticamente no es posible; o bien hay un vector predefinido o lo material tiene en sí mismo la propiedad de evolucionar constantemente de infinitas maneras de las que solo concreta la posible (algo parecido al estado probable de una partícula) 2) a un nivel más profundo, el aspecto formal de lo material, pura información, pese a ser parte, es parte gubernativa, esencial. Podemos deducir sus leyes, y no todas, observando su comportamiento, pero su esencia inmaterial, que la rige en su totalidad y la dota de estructura, ha de ser previa y no simultánea al acto de “creación”, si es que alguna vez lo ha habido.
En fin es un tema fascinante y extraordinariamente complejo, gracias por exponerlo y enhorabuena por el artículo.
Un abrazo.
Ante la amplitud de tu comentario que abre tantos aspectos de gran interés solo podré darte mi opinión casi de manera telegráfica acerca de algunos de ellos.
Empezando por Locke, al que citas como un autor prácticamente realista yo no le considero de ese modo por diversas razones, si bien me ceñiré a la principal que más relación puede tener con el problema del conocimiento.
Creo que es un autor que trata de actuar como una especie de moderador en diferentes campos de debate, lo cual le lleva en la práctica a transgredir el principio de no contradicción.
En concreto, en lo que se refiere a los principios del conocimiento, afirma en su Ensayo Sobre El Entendimiento Humano, en una de sus primeras tesis al respecto, que el hombre solo conoce sus ideas (“Puesto que la mente, en todos sus pensamientos y razonamientos, no tiene otro objeto inmediato que sus propias ideas, que ella sola contempla, o puede contemplar, es evidente que nuestro conocimiento solo trata con ellas.” Y que “El conocimiento es la percepción del acuerdo o desacuerdo entre dos ideas.”), lo cual nos dejaría, al igual que con Hume, en total aislamiento, mientras que en otra parte del mismo libro, sostiene que tenemos tres clases de conocimiento real: de nuestra propia existencia que es intuitivo, de la existencia de Dios que es demostrativo, y de las cosas presentes que es sensitivo. Ambas clases de tesis son manifiestamente contrarias entre sí, aunque me imagino que Hume tomaría especial nota de las más anti-reales.
En otro orden de cosas también sostiene planteamientos bastante sesgados como cuando en su teoría política del Estado sostiene que Deben tolerarse todas las religiones, pero no el ateísmo ni el catolicismo romano, porque está sometido a una potencia extranjera “tiránica y enemiga de la paz”, en referencia expresa a España. Así que su enorme tolerancia parece tener los límites que convengan a su propia nación y, Hume, por cierto, le copia también en ese punto concreto.
El problema es que su equidistancia en asuntos que atañen plenamente a la realidad parece servir a los fines de sus planteamientos políticos, lo que suscita ninguna confianza en el terreno epistemológico.
En otro tema, yo no tengo claro que la conciencia sea producto de la evolución de la energía-materia, precisamente porque son dos sustancias diferentes. Es posible que la materia sea una condición necesaria para que ocurra la conciencia pero no la entiendo como mero producto de aquella.
De hecho, cuando afirmas que: “a un nivel más profundo, el aspecto formal de lo material, pura información, pese a ser parte, es parte gubernativa, esencial. Podemos deducir sus leyes, y no todas, observando su comportamiento, pero su esencia inmaterial, que la rige en su totalidad y la dota de estructura, ha de ser previa y no simultánea al acto de “creación, si es que alguna vez lo ha habido.” (con lo cual coincido en gran medida), sostienes implícitamente la tesis de que la parte formal o inmaterial es previa a la formación de la parte material del universo, por lo que no parece que la conciencia pueda ser subproducto de la evolución de la materia.
En lo referente al dualismo material-inmaterial, estamos de acuerdo y solo me parece oportuno añadir que lo inmaterial o formal tiene dos maneras de participación en la realidad. La primera es la intrínseca en la que la forma y la masa constituyen algo material como, por ejemplo, un árbol. La segunda es cuando la forma es extrínseca a algo material y esto le sirve de soporte pero no lo constituye. Por ejemplo, la información que almacenamos en un soporte electrónico, que podemos quitar, poner, etc., sin que el dispositivo cambie de forma estructural.
En fin, hay tantísimos temas interesantes en tu comentario que tendremos que posponerlos para algún otro momento.
Como siempre te agradezco mucho tus contribuciones pues enriquecen especialmente este blog. Un abrazo.
Muchas gracias por tus puntualizaciones. En cuanto a Locke, eso me pasa por leerlo por terceros en lugar de su obra original. No lo sabía. De ser como dices y no lo dudo, estoy totalmente de acuerdo contigo.
Y finalmente tienes razón en la contradicción en la que incurría. Sólo por explicarme mejor lo que quería realmente decir es que la conciencia humana sólo ha podido existir cuando la evolución ha creado una estructura material que la sirva de soporte. Lo expresé muy mal pues coincido como tú en que son cosas de naturaleza diferentes. Con todo, sigo creyendo que tenemos límites que esa estructura material nos impone (velocidad de procesamiento, memoria, plasticidad limitada, etc) además del que impone el mero hecho de formar parte del universo.
Gracias como siempre y especialmente por dedicar tanto tiempo en contestarme. Feliz año.
Muy buen artículo en unos días que debieran de servir más de reflexión y menos de comilonas absurdas.
Que la gran explosión diera origen a un planeta como el nuestro, y a la vida como la que hay aquí, no deja de resultarme asombroso…
Viendo en unos temas de Ciencias de la Naturaleza el cuerpo humano, me paré a pensar que no hay ningún elemento constitutivo del ser humano (arterias, cerebro, corazón, y un gran etc.)que no sirva para que existamos en este planeta y cumplamos la famosa «función de relación» del ser humano, que trata de relacionarnos con todo lo que nos rodea. Pero esa función la cumplen también los animales, e incluso plantas…
Es más, creo que todas las áreas de conocimiento a las que podemos acceder están relacionadas entre sí de una u otra forma. Esto significa que todas tienen un nexo de unión, que yo diría que es la realidad.
El caso es que viene Hume y el resto de ideólogos modernillos a decir que algo tan básico como la función de relación no existe (algo aceptado ampliamente por la ciencia y que se impate en primaria).
Lo que me da la sensación, es que al igual que en el cuerpo humano pocas cosas nos sobran, en el planeta tierra pocas cosas sobran que no sean útiles a la existencia de las diferentes especies con vida en este planeta.
Si algo sobra, sin lugar a dudas, son las personas que intentar introducir irrealidad en la buena gente.
Sin duda, el universo es una trama complejísima de relaciones en las que ninguna cosa puede estar aislada de otras que se encuentren en su exterior. De hecho la noción de ex-istencia remite a que para que algo exista requiere una relación con algo exterior y si eso no ocurre, la cosa no existe. Así que no puede haber algo en aislamiento total, condición muy próxima a la noción de que algo es absurdo.
Gracias por el comentario.
Gracias por hacernos reflexionar.
El mérito es de quienes, ante la lectura de un artículo o cualquier otro objeto, reflexionan sobre el tema de que se trate.
Gracias a ti.
Leerte no tiene precio. Muchas gracias Carlos.
Muchas gracias a ti.
Hola Carlos
Como siempre es un gran placer leerte y hacernos pensar a través de tus reflexiones sin duda llenas de Realidad y Verdad. Son palabras y frases con un gran contenido Real y con un gran valor por tanto.
Los que te apreciamos, entre los que me incluyo, estamos esperando con gran expectación tus artículos que ya, por ser tuyos, tienen una calidad añadida.
Un fuerte abrazo
Jesús, muchas gracias por la valoración que haces del blog y por el afecto que expresas. Espero seguir poniendo algún granito de arena más para contribuir a que las buenas personas que lo necesiten tengan a su disposición una perspectiva algo más real que la que se les trata de imponer por tantos y tantos medios, sociales e interpersonales, que socavan la realidad y que tanto daño hace.
Un fuerte abrazo.