Si, tal como se afirma, solo fuéramos carne…
En un mundo, en el que solo suele valer la evidencia, hay una poderosa corriente propagandística que, contra toda evidencia, no para de enviarnos mensajes de que el ser humano, todos y cada uno de nosotros, solo somos carne. ¿Es así?
¿Qué pasaría si tal afirmación fuera cierta?, ¿qué deberíamos hacer si lo fuera?
El último formato de dicha idea que he tenido ocasión de escuchar, niega la dualidad «mente/cerebro» mediante la fórmula de que, el único sujeto de toda nuestra actividad es el cerebro, y que lo que nosotros creemos ser se confunde con ciertas actividades bioquímicas de dicho órgano.
Dicho en otros términos, lo que hacemos, no lo hacemos nosotros, sino que lo hace nuestro cerebro, en sí, por sí y de suyo. Él es la causa y el sujeto de todas las actividades que creemos nuestras y con las que nos identificamos. Nosotros mismos no somos nada, salvo ese órgano que opera por su cuenta con total independencia de lo que somos o, erróneamente, creemos que somos.
No pasa mucho tiempo entre las ocasiones en que, muchos medios de comunicación, emiten entrevistas con eminentes personalidades del mundo de la ciencia, documentales con estupendas imágenes diseñadas con ordenador, o dan noticias cuyo contenido no discrepa del guion estándar: no somos más que fisiología y genética.
En esa teoría, el ser humano es una mera ilusión perceptiva o una suerte de alucinación generada por dicho órgano, que verbaliza con la absurda expresión «yo».
Así, el cuadro de Las Meninas no las pintó Diego Velázquez, sino un cerebro, mero producto genético, al que alguien puso dicho nombre. De esto se desprende que en el código genético del que se formó tal cerebro ya estaba implícito dicho cuadro.
Tampoco Miguel de Cervantes escribió El Quijote, sino un cerebro que emergió de un código genético que ya contenía dicha obra y otras muchas más, siendo ese cerebro el que, bajo el mismo error nominalista, recibió tal nombre de persona.
También sería absurdo creer que un hombre, al que creemos conocer bajo el nombre de Albert Einstein, descubriera la teoría de la relatividad. Se supone, que ya estaba escrita en los genes que formaron aquel cerebro.
En esa misma línea, tampoco debió ser Juan Sebastián Bach quien produjo unas maravillosas partituras que tenían la virtud de referirse a algo externo al propio autor, y que, previamente, había de ser observado, conocido, y estudiado en relación con la música.
Según el mensaje que nos envían los cerebros que quieren tomar el control de los seres humanos, igual da una estructura polifónica compleja inspirada en algo real, con un perfecto equilibrio interno de la pieza, y la forma de sistema estructurado de sonidos, producida por un ser humano, que las expresiones subjetivistas y anti-armónicas de los hijos de Bach, que las podría haber hecho una computadora.
La nueva propaganda que borra a los seres humanos del mapa y los sustituye por una colección de cerebros autónomos, bien podría denominarse materialismo subjetivo o, mejor aún, subjetivismo orgánico.
La materia toma el control, subvirtiendo la jerarquía precedente, y nos somete a sus determinaciones, cuyos orígenes y modos de proceder, en lo que a nosotros se refiera, se convierte en un nuevo misterio.
Bien, y si esto fuera así, no solo se les quitaría el mérito que pudieran tener los grandes hombres antes citados, y otros muchísimos más como ellos, sino que nos sumiría en un grave dilema moral.
¿Cómo poder juzgar a un hombre, si el hombre no es nada más que la actividad de un cerebro autónomo?
Si eso fuera así, ¿con que derecho la sociedad meterá en la cárcel a un asesino? ¿Qué culpa tendrá el asesino de que su cerebro produzca actividades criminales?
¿Qué responsabilidad tendrá cualquier ser humano de lo que haga o no haga, si los cerebros campan a sus anchas haciendo no se sabe qué fechorías, ni por qué o para qué las hacen?
¿Qué dictaminarán los psiquiatras forenses cuando el juez les pregunte acerca de la condición mental y la responsabilidad de los acusados de algún crimen? ¿Acaso no habría que absolver a todos ellos?
El problema de todo lo dicho es que parece una exageración, sin serlo. El materialismo imperante es de tal magnitud que, quienes sostienen tesis como las expuestas, son consideradas como las nuevas eminencias científicas que han descubierto o descubrirán la verdad acerca del ser humano.
¿Cuándo se percatarán de que es radicalmente imposible que la ciencia dé explicación, o descripción convincente alguna, acerca del ser humano?
La ciencia se ocupa del estudio de las leyes naturales, y, por lo tanto, ni puede ni debe tratar de estudiar aquellos objetos cuya conducta no está sujeta a las leyes naturales.
En este ámbito, su punto ciego es de tal magnitud, que le impide ver exactamente todo aquello que hace falta ver para comprender al hombre, y, además, cuando reduce al hombre a aquello que es capaz de ver, cree haber descubierto algo diferente de sus propios prejuicios, de lo cual, parece incapaz de percatarse, debido a esos mismos prejuicios.