Blog de Carlos J. García

La fatuidad contemporánea

 

Tal vez lo peor para hacer conocimiento sea creer en las apariencias.

Se dice que las apariencias engañan, pero con decir eso, que suele ser cierto, no se aporta gran cosa para ayudar a resolver el problema. Las trampas siguen ahí y no siempre son externas.

Lo que agrada siempre parece mejor que lo que desagrada. Lo que atrae más, también parece mejor que lo que no atrae, lo que atrae menos o lo que inspira rechazo.

Las primeras reacciones que se tienen como puro reflejo ante las cosas son, precisamente, espejo de las más superficiales apariencias.

El problema es que las apariencias se pueden elaborar tan fácilmente como las más simples mentiras, lo que se puede observar en animales inferiores e incluso en las plantas. Hay setas preciosas que son venenosas, peces de picadura mortal que se camuflan confundiéndose con el medio acuático o personas cuya santidad superficial puede resultar devastadora.

El mundo, tal vez ahora con mayor celeridad, se está convirtiendo en una especie de campo de minas para personas que creen pasear por él como si de una playa inofensiva se tratara.

La inocencia cada vez resulta más peligrosa y no da la impresión de que se tenga nada clara la receta para superarla.

A simple vista, el placer se juzga bueno y el dolor malo. Lo difícil malo y lo fácil bueno. Lo cómodo bueno y, lo que requiere esfuerzo, malo. Lo que hay que cocinar antes de consumirlo malo y lo que se consume directamente bueno. La lectura de libros extensos mala y los mensajes breves que se leen de un vistazo, buenos. El sufrimiento se juzga como algo inadmisible. Dar algo bueno sin pedir nada a cambio lo convierte en algo que no vale nada. Los derechos buenos y los deberes malos.  Dar o recibir educación propiamente dicha, malo, divertir o divertirse bueno…

Con todo esto se diría que estamos en un mundo de broma, pero de broma no tiene nada.

No obstante, no es que lo contrario de esos tipos de juicios sea lo acertado. A veces pueden ser ciertos, pero muchas veces no lo son. No hay una receta infalible que se pueda aplicar en todas las situaciones.

Se habla mucho de los esfuerzos vitales tan enormes que han de experimentar los seres vivos para desarrollarse y fortalecerse en entornos que les resultan difíciles, lo cual es requisito necesario para la evolución, pero no se dice nada en lo que se refiere a las condiciones idóneas para la involución.

Si, por ejemplo, nos fijamos en los derechos y los deberes que por regla general son de aplicación a las personas, hemos de darnos cuenta de que un derecho es algo que cualquiera puede reclamar o exigir a todo el conjunto de una sociedad para recibir una satisfacción personal, como si fuera un simple objeto de la acción exterior, es decir, con solo reclamarla.

Los deberes se refieren a algo que la persona ha de hacer por ella misma, lo cual implica ejercer un rol de sujeto de su propia acción.

¿Qué efecto a largo plazo puede tener sobre la persona considerarse a sí misma como un objeto que recibe la acción benéfica de otras, en vez de un sujeto que ha de esforzarse en llevar adelante su propia vida?

Equivale a seguir la ley del mínimo esfuerzo y es ese “mínimo esfuerzo” como pauta de vida lo que puede llegar a atrofiarla, impedir su desarrollo y debilitarla.

A lo largo de la historia hay infinidad de ejemplos del desarrollo y la fortaleza que pueden llegar a alcanzar los seres humanos y determinadas sociedades que se han propuesto trabajar todo lo que podían para resolver sus problemas vitales o existenciales.

La vida fácil, placentera, de consumo, cortoplacista, regida por lo aparente, etc., que se lleva o a la que se aspira en la actual civilización, es sinónimo de una decadencia acelerada que, con toda seguridad, garantiza su extinción.

Son muchísimos los factores ideológicos que se han ido implantando en los dos últimos siglos que han ido asentando esa nueva mentalidad humana por la que, la máxima aspiración del individuo, consiste en no sufrir nada por nada y reducir el abanico de sensaciones y sentimientos a su mínima expresión, hasta situarlos en lo exclusivamente “positivo”.

Esta dimensión de lo sensual se combina con una alteración de la identidad por la cual el ser humano se siente más superior cuanto menor desarrollo experimente.

Por otro lado, es obvio que cuanto menos conocimiento alcance una persona a base de su propio esfuerzo más perderá su inteligencia, y que, cuanto menos se esfuerce en diferenciar lo bueno de lo malo, tanto peor efectuará sus decisiones.

Resulta un tanto asombroso constatar como un hombre medieval como Santo Tomás identificaba el pecado con la supresión de la razón humana, ya fuera debida a embotamiento por el alcohol, el exceso de comida, la pereza, o a otros defectos similares. En tal sentido el pecado es la merma o la pérdida de aquellas facultades que nos hacen diferencialmente humanos y nos rebaja a un plano que no nos corresponde.

Entre los deberes más básicos está el de que la vida hay que ganársela y, si es posible, hay que hacerlo empleando todas las facultades cognoscitivas de las que el ser humano dispone. De forma paralela, la autoestima debe venir como resultado del valor que posee esa estrecha relación entre el ser y su existencia. Otras opciones equivalen a hacerse trampas jugando al solitario.

Entre las últimas “bondades” que nos está ofreciendo la moderna ideología hay algunas que conviene destacar.

El Estado de bienestar que resuelva nuestras necesidades para cualquier condición de necesidad a lo cual tenemos derecho.

La implantación de un salario mínimo vital que nos permita vivir sin trabajar.

La eutanasia que permita exigir que se nos quite la vida antes que sufrir incluso aunque dicho sufrimiento pueda ser paliado.

El derecho al aborto como medio anticonceptivo para disfrutar del sexo eliminando los esfuerzos inherentes a la reproducción o la incomodidad de usar medios anticonceptivos.

La facilitación de la comida basura de consumo inmediato para evitarnos el esfuerzo de cocinar comida sana.

La facilitación para el consumo masivo de drogas y alcohol sobre todo entre los jóvenes.

El disfrute de la industria de la diversión y la evasión de bajo coste sin movernos del sofá.

Las leyes de educación que garantizan la ausencia de verdadera educación por medio de la reducción de la exigencia a mínimos o su eliminación.

La eliminación de cualquier noción de moral que nos permita disponer de una herramienta relativamente autónoma para poder diferenciar el bien del mal y su sustitución por leyes impuestas por la sociedad.

La educación en hacer depender la autoestima de la valoración y los juicios sociales de cada persona emitidos  por medio de las “redes sociales” y de las pandillas.

La elaboración artificial de perfiles y de imágenes propagandísticas de uno mismo a través de internet.

La eliminación de toda cultura definida e históricamente acumulada que ofrezca una visión profunda del ser humano.

La promoción, de la lucha entre sexos, entre padres e hijos, etc., tendente a la rotura de lazos familiares actuales o potenciales.

La desinformación con apariencia de información que emite el monopolio de los medios de comunicación de masas y que hace creer a muchas personas que disponen de conocimiento suficiente sobre muchos temas.

La imposición por ley de relatos de la historia que garantizan el desconocimiento de la verdadera historia.

La promoción masiva de formas de egoísmo que reduzcan los intereses de cada cual a la satisfacción de lo que se circunscribe estrictamente al propio individuo o, como mucho, a su pequeño pueblo o su comarca, aun cuando con ello se produzcan graves daños colaterales a otras muchas personas.

Todo este tipo de innovaciones es obvio que no van en la dirección de fortalecer al ser humano sino, muy al contrario, van encaminadas a su demolición.

Si nos fijamos bien en cada una de estas maniobras todas ella ofrecen la impresión de hacer nuestras vidas mucho más fáciles, lo cual, según las valoraciones actuales, es sinónimo de darnos modos de vida mucho mejores.

Pero es que la vida en general no consiste en sacar de ella todo aquello que no sea fácil. Hasta tal punto es así que, si la vida le viniera regalada a cada ser vivo, la propia vida no valdría absolutamente nada y llegaría un momento en que nadie querría vivir.

Pasaría lo mismo en el caso de que la vida humana fuera eterna. Estando garantizada, perdería todo su valor.

Intuyo que algo así está ocurriendo en nuestra actual civilización. Cuanto más fácil resulta, menos valor tiene, y en consecuencia tanto menos vale el ser vivo que la experimenta o su propia reproducción, salvo que sea engañado desde el exterior inyectándole alguna forma de fatuidad banal que infle su narcisismo.

Creo que resulta imprescindible recuperar la razón, en su uso más esforzado, para potenciar la inteligencia y retomar la reflexión sobre el bien y el mal, actualmente confundidos y enmadejados hasta el punto de que a muchas personas les parecen indiferentes.

 

6 Comments
  • Maria Miquel on 25/01/2025

    Hola Carlos. Que triste, pero que cierto. Es complicado imaginar cómo poder revertir esta deriva hacia la deshumanización, pero ojalá el instinto de supervivencia del ser humano sea una ayuda. Y cuándo más duras estén las cosas, ayude a que las personas se replanteen toda la información que recibimos sobre los temas que comentas y que van corrompiendo al ser humano. No me extraña que la ansiedad esté generalizada y la vendan como una emoción más.
    A la lista de «Bondades» yo añadiría el empeño en confundirnos sobre nuestra sexualidad y nuestro género. Que quizá esté incluido en tu punto de lucha de sexos. Pero creo que va dirigido a qué no sepamos ni quiénes somos, respecto a algo que está establecido en cada célula de nuestro organismo.
    Quieren que no sepamos ni quiénes somos, ni de dónde de venimos, ni qué necesidades tenemos como seres humanos.
    Gracias por explicarlo! Saludos

    • Carlos J. García on 26/01/2025

      Entre los ataques que efectúan hay que destacar los que se centran en la identidad personal de forma generalizada, si bien, como bien apuntas, son tan obvios, que ofrecen la posibilidad de refutarlos.
      Gracias por tu comentario.

  • Ignacio Benito on 25/01/2025

    Sí, totalmente cierto, todo sin esfuerzo a base de un clic. Pero para otras cosas, como por ejemplo oposiciones a profesor, se exige un esfuerzo máximo. Un esfuerzo máximo estudiando mentiras y haciendo teatro, claro. Vamos, que esfuerzo según interese. Por otro lado está claro que quieren que todo nos venga dado y no pensemos. Yo diría que especialmente en el ámbito de las ideas que forman las creencias.
    Yo no sé si se debe considerar hommo sapiens sapiens al mucha gente en la actualidad, ya que en muchos casos sólo repiten acciones y pensamientos de copiar y pegar, que les vienen dados por el gran poder que tienen los medios de comunicación y control de masas. No sé, quizás habría que eliminar internet y todos los medios de comunicación-control para que se utilizase el cerebro más, que creo que está perdiendo peso y todo.
    Pero sí, llevas razón. Se está creando un mundo de postureo cada vez más repugnante.
    Saludos.

  • Nacho on 26/01/2025

    Hola Carlos. Qué buena noticia que vuelvas a escribir en el blog.
    Estoy de acuerdo en todo lo que dices. Solo un par de reflexiones que espero añadan algo.
    Descubrir las falsas creencias que albergamos era antes fundamental para procurarse la existencia y superar el sufrimiento natural que las primeras causan. Ahora se puede vivir con creencias distorsionadas mientras sean compatibles con las de la sociedad que te aporta existencia. Y el sufrimiento objetivo derivado de la distorsión cognitiva (cuyo fin es aprender) se atenúa y esconde con fármacos, dependencias y evasión.
    El mecanismo natural que ayuda al individuo a progresar y obtener sentido, el sufrimiento, ha sido anulado. Y en la misma medida el individuo ha sido degradado a una condición prácticamente animal: una vida regida casi exclusivamente por el eje placer-dolor en la que nada se entiende ni se quiere entender. Una vida que, por otra parte, sería absolutamente inviable en una sociedad sana regida por leyes de realidad.
    En definitiva, el mecanismo natural que hace evolucionar hacia modelos cognitivos de realidad (sufrimiento y existencia precaria subsiguiente) se ha roto en ambos aspectos (sufrimiento domado y existencia garantizada). Esto impide esa evolución y deriva en la creación de zombies autómatas que, ahora sí, responden al modelo psicológico materialista de estímulo-respuesta (con la manipulabilidad que ello comporta).
    Por último una duda: admitiendo tu definición de autoestima, muchos psicópatas deben tenerla bien alta pues con sus artimañas se ganan más que bien la existencia. Por eso me cuesta admitir esa definición, que remite en estos casos más a una autopercepción de poder sobre los otros.

    Un abrazo. Me alegro mucho de que estés de nuevo por aquí y en plena forma por lo que veo.

    • Carlos J. García on 27/01/2025

      En cuanto a tu duda, sobre la definición de autoestima, creo que tal como la he definido es correcta de modo general. La cuestión está vinculada a la capacidad subjetiva que tiene la persona para existir, sin entrar en el modo existencial que lleve a cabo, ya sea real, anti-real o irreal.
      Lo ideal sería que estuviera vinculada solamente a la realidad, pero no es así, ya que su vínculo es la existencia en sus diferentes modalidades, y no la realidad.

      Gracias Ignacio.

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